Capítulo 5: Consecuencias

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Corría por los pastizales. Se había divertido lo suficiente. Al menos eso fue lo que dijo la otra voz a su alter-ego. Esta bufaba como toro enfurecido, rogando por que la razón le dé venia, recibiendo un argumento sobre que era suficiente con tronchar todos los huesos de sus manos y dejarlo magullado inconsciente en el suelo frio de aquella habitación.

Todo se había ido al infierno, la habían atrapado saliendo de la alcoba del padre Nicolás con sus manos teñidas de un rojo rubí, el niño había jodido el plan llorando y saliendo despavorido por los pasillos al ver sus manos heridas y su rostro desencajado con toques de delirio que lo observo por unos segundos y al dar el primer paso en su dirección, no dudo gritar por ayuda. Por eso corrió en dirección contraria a lo planeado, por una de las puertas principales del convento, deteniéndose por unos segundos a observar el viejo edificio que se alzaba a sus espaldas.

-¡QUE SE JODAN, MALDITOS HIPOCRITAS!- Gritó a todo pulmón, y dado por terminada la oración, se posiciono para pasar a la zona que no estaba delimitada por la cerca.

Huyo, huyo de todo porque sabía que ya nada importaba, que aquello no tenía valor, que no iban a necesitarla, que no iban a extrañarla. Porque... ¿Cómo extrañar a un demonio? ¿Cómo necesitar un monstruo?

No supo cuánto corrió, pero estando en el bosque, atravesándolo los arboles con los pulmones exaltados debido a la mala respiración, comenzó a llorar.

-¡NO LLORES, MIERDA! SABIAS QUE ESTAMOS SOLAS ¿POR QUÉ DEBERIAMOS DE LLORAR?- Le recriminó.

-Déjala... está enojada con ella misma- Entendió la otra identidad.

-Es responsable de sus desilusiones- Contraatacó.

-Entiéndela, era una niña sin familia, con su niñez destruida. Creyó que sus tíos estarían de viaje por trabajo y mira como termino... estando allí por años y con un gran peso en sus pequeños hombros-

-Maldigo a los niños y su maldito apego- Bufó.

-Tú no eres esa ni- -Fue interrumpida.

-¡YA CALLENSE, CALLENSE DEJENME EN PAZ!- Pidió sujetando su cabeza, deteniéndose en seco en el medio de la oscuridad. Los sentimientos encontrados la carcomían.

Miedo, resentimiento, alegría. Sin duda extrañaría aquellos brazos cálidos de la hermana Génesis, pero debía cumplir con su cometido para que su mente estuviera en paz, para que ella estuviera en paz.

Se sentó sobre un tronco caído que se hallaba a unos pies de distancia. Pensó en como seguiría con todo lo que le esperaba por delante, en cómo llegaría hasta él y, con toda la hipocresía de sí misma musito...

-Que sea lo que Dios quiera-

-¡MADRE, MADRE LUCIA AYUDENME!- Chillabá un niño que no sobrepasaba los diez años de edad, golpeando con toda la fuerza que sus pequeños brazos le permitían la puerta de la habitación de la madre del convento

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-¡MADRE, MADRE LUCIA AYUDENME!- Chillabá un niño que no sobrepasaba los diez años de edad, golpeando con toda la fuerza que sus pequeños brazos le permitían la puerta de la habitación de la madre del convento. Al no obtener respuesta inmediata corrió a zancadas en busca de las hermanas.

El Microcosmos De Una Alma Maltratada (Pausada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora