O8

430 35 12
                                    

Manuel

—No Manu, Nikola con K.

—Uh, ¿quién ponía esos nombres? Para mí los inventan así para que quede más histórico, capaz de llamaba Ricardo en realidad.

Mateo soltó una carcajada haciéndome sonreír, estábamos estudiando para el trabajo práctico que teníamos bastante abandonado, ya que a mí siempre me daba paja hacerlo y cuando Mateo venía a casa terminábamos boludeando. Pero hoy cuando el profesor pidió ver como iban los trabajos y nosotros no teníamos ni la mitad hecho, Mateo prometió que nos íbamos a centrar solo en eso.

—No me desconcentres, dale, termina de escribir, estás con el mismo párrafo hace como diez minutos. —Era verdad, odio escribir a mano, no entiendo esa manía de los profesores por no querer los trabajos impresos.

—Pasa que me estás dictando vos y tu voz me desconcentra. —Dije mirándolo a los ojos, mientras él me miraba con una sonrisa. —¿Me das un beso?

Mateo negaba con la cabeza riéndose mientras yo me acercaba más. —Daaale, uno solo.

—No, hay que terminar esto, me estresa no estar a tiempo con las cosas. —Yo rodé los ojos y seguí escribiendo lo que él me dictaba, en realidad era bastante divertido este tiempo diario que pasábamos con Matu, nos habíamos dado cuenta la cantidad de gustos parecidos que teníamos.

—¿Hoy te vas temprano? Pregunté y él asintió, eran las tres de la tarde y él siempre se va puntual a las cuatro y media, aunque me evade siempre que le pregunto qué es lo que tiene que hacer a esa hora.

—Bueno, hagamos un trato. —Mateo bufó. —Si termino esta hoja, me das un beso.

—No te voy a dar nada, terminá la hoja y déjate de joder.

—¿Qué tengo que hacer para que me des un beso? —Dije mirándolo con un pucherito en mis labios.

—Acordamos que sin besos y sin besos va a ser. —Yo me quejé porque era verdad, pero ya extrañaba sus besitos.

—¿Querés comer algo? —Dije después de un rato cuando ya había terminado de escribir lo que me correspondía.

—¿Qué cocinaste de rico hoy?

—Hay pizza de anoche, ¿querés? —Él se río y asintió, bajé las escaleras rápido yendo a la cocina y abriendo el horno para sacar el sobrante de comida de anoche, agarré dos vasos y una botella de agua también y volví a subir a mi habitación.

—¿Sos vos? —Dijo Teo mirando un cuadro en la pared.

—Síp, yo de bebé, era re feo, puro ojo nomás.

Mateo me sonrió y nos sentamos en la cama a comer dejando los cuadernillos y libros de lado.

—Nunca vi una foto tuya de bebé.

—Era re lindo, más que ahora.

—Dudo que más que ahora, medio imposible. —Él se rió negando con la cabeza.

—Yo no puedo creer que esos chamuyos realmente te sirvan, Vainstein. —Dijo mordiendo el pedazo de pizza que tenía en la mano.

Yo largué una carcajada, eran incontables las veces que me reía estando con Mateo.

—¿Por qué no me crees? En serio sos hermoso, y no me digas Vainstein que me hace acordar a cuando me odiabas.

—Odiaba me suena a pasado. —Dijo escondiendo una sonrisa.

—Mateo, estás sentado en mi cama comiendo pizza fría y mirando mis fotos de bebé, no me podes decir que me seguís odiando. —Mateo sonrió con la boca llena.

—Andá a saber, capaz cuando terminemos el trabajo te dejo de hablar y te sigo odiando.

Auch.

—Cuando terminemos el trabajo vas a estar enamorado de mí, ya te dije.

—Y yo te dije que ya quisieras.

—¿No te dan ganas de darme un beso? Porque yo me muero por un beso tuyo. —Dije acercándome a su boca por vigésima vez en el día, sabiendo que me iba a sacar cagando, aunque para mi sorpresa rodó los ojos y dejo un pico rápido en mi boca.

—¿Contento?

—Para darme un beso así no me des nada. —Dije cruzándome de brazos y haciendo una mueca con la boca en señal de enojo.

Mateo volvió a poner los ojos en blanco acercándose a mí, que intenté reprimir una sonrisa haciéndose imposible porque su perfume estaba cada vez más cerca.

—¿Si te doy un beso te dejás de joder? —Susurró Teo en mi boca, yo asentí embobado por el aroma dulce de su perfume, lo último que vi antes de cerrar los ojos fue a él lamiéndose el labio inferior antes de juntar su boca con la mía, primero suave e inocente, como un piquito largo, hasta que salí de mi hechizo y abrí la boca buscando la calidez de su lengua, la cual encontré en un segundo, su lengua y la mía se fusionaban en movimientos lentos y húmedos, había tanta saliva de por medio y de todas formas seguía siendo un beso inocente y sin ninguna intención, hasta que la falta de aire se hizo presente y nos hizo separar.

—¿Ahora sí contento? —Me dijo Teo con la respiración agitada, separándose de mí, yo todavía estaba en shock, parpadeé un par de veces hasta volver a la realidad y asentir a su pregunta.

Después de eso seguimos estudiando un rato más hasta que, como todos los días, se hicieron las cuatro y media y Mateo salió de mi casa, dejando un beso en mi cachete que terminó cerca de mi boca porque corrí la cara.

Me gustaba pasar tiempo con Mateo, era buena persona, tenía grandes pensamientos y la cabeza abierta a debatir sobre la más mínima boludez.

Me gusta Teo, escuché en mí cabeza y fruncí el ceño. Sí, me gusta, como me gusta Valen, o Mauro o Alejo, o como me gustan las personas que me cojo, apenas ese pensamiento cruzó mi cabeza me acordé que no cojo hace una semana, eso debía estar afectando mi sistema nervioso, así que rápidamente abrí mi lista de contactos viendo a cuál llamar para pasar un rato.

No sin antes mandar un mensaje asegurándome de que Mateo llegó bien a su casa.

trust ; trueplikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora