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Manuel y Mateo caminaban de la mano por los pasillos del colegio, el mayor mantenía la mirada en alto y los hombros bien abiertos mientras el otro caminaba con la cabeza gacha y la mirada en la próxima baldosa que iba a pisar...

O al menos así era hace dos meses, cuando Manuel se sentía ganador de la varonil apuesta que había hecho con sus amigos, y Mateo se sentía observado por todos, deseando nunca haber asentido cuando Vainstein preguntó si le podía agarrar la mano en público.

Pero hoy la historia era otra; Manuel era quien caminaba encorvado y mirando al piso, mientras Teo acariciaba el dorso de su mano con su pulgar izquierdo, saludando sonriente a algunas personas que había conocido en el último tiempo gracias a Daniel.

Manuel sentía que el aula se alejaba cada vez más, los pasos se multiplicaban y si dabas uno se sumaban diez, ansiaba una noticia que haga que la carpeta roja en sus manos no sea entregada, algo que haga que esa hora límite no llegue, incluso le pedía al universo que Mauro y Alejo no lleguen ese día al colegio.

Manuel cerró fuerte los ojos cuando llegaron a la puerta de su aula, viendo como sus compañeros entraban y salían riendo despreocupados pensaba en como hace unos pocos meses él era uno de ellos, alguien sin preocupaciones ni problemas, y en como ahora deseaba que la tierra lo trague.

—Manu... —La voz suave de Mateo lo sacó de sus pensamientos.

—¿Mhm?

—¿Estás bien? Estás muy callado.

—Estoy bien amor, no pasa nada.

—¿Seguro? ¿No... No me tenés que decir nada?

Manuel dudó pero negó rápido con la cabeza, apoyándose en la pared y tirando a Teo con él, quien lo abrazó escondiéndose en su cuello.

—¿Y si nos dice que está mal?

—¿El trabajo? —Teo asintió. —Va a estar bien, atraés cositas lindas.

—Vos sos la cosita más linda que atraigo. —Susurró el ruloso seguido de una risa nerviosa.

—Apa, estuviste bien ahí, te ablandé.

—Bue, no soy un chocolate que me ablandas como a vos te guste. —El ceño fruncido con el que Mateo lo miró lo hizo reír despacio y chocar su nariz con la del otro.

—Si fueses un chocolate serías un cadbury de frutilla, porque es el más rico.

—No te lo vas a coger. —Dijo Mateo y Manuel rió acomodándose mejor sobre la pared, entrelazando sus manos con las contrarias.

—¿La pasaste bien anoche? —Preguntó acariciando el pelito de Mateo.

—¿Necesitas que te suba el ego? —Levantó la ceja derecha haciendo bufar al mayor.

—Tarado, en serio, te pregunto si estuviste cómodo.

—Siempre estoy cómodo con vos. —Teo volvió al cuello contrario, dejando un besito suave ahí y apretando fuerte el agarre en la cintura.

Manuel correspondió el abrazo hundiendo la nariz en el pelo de Mateo, su cabeza repetía un constante "te amo, por favor no te vayas" que de su boca no salía.

Cuando el timbre resonó en todo el edificio y el profesor entró al aula Manuel supo que ya no había nada que hacer, iban a entregar el trabajo e iba a tener que decir la verdad, esta mentira había tenido patas demasiado largas ya.

El profesor llamó pareja por pareja, mirando el trabajo escrito mientras los alumnos frente a él se defendían oralmente, Mateo mordía su labio inferior y su pierna derecha temblaba, Manuel reposó su mano sobre la rodilla temblorosa intentando calmarle los nervios, cosa que funcionó.

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