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Mateo se removía incómodo en la cama por décima vez.

Nunca fue de dormir bien, siempre a la expectativa de si algo le pasaba a su mamá aunque últimamente, según el doctor, ella estaba mejor que nunca, los miedos seguían ahí y probablemente lo iban a estar siempre, de todas formas esta noche la causa de su desvelo era otra;

La tormenta allá afuera.

No pensar en Manuel no se le había hecho tan difícil como esperaba, tenía un control absoluto de sus pensamientos y sabía distraerse cuando el castaño se le venía a la cabeza, pero en este momento y con esa lluvia solo podía rogar que el chico al que amaba estuviese bien acompañado.

Había visto los estados de WhatsApp de Maia en la cabaña de su novio, así que supuso que ella no estaba con él, esperaba que al menos Valentín lo estuviera acompañando, o cualquier persona, realmente no le interesaría si esta noche Manuel estaba en medio de una orgía, él sólo oraba porque no estuviese solo.

Mateo sabía que el mayor se ponía nervioso hasta en las lloviznas más finas y esta no era una de ellas, el viento hacía sonar la puerta cada dos por tres y a pesar de que todas las aberturas estaban cerradas se seguía escuchando el fuerte ruido de las gotas chocar contra el pavimento.

Hace mucho no llovía así de fuerte, ni siquiera la lluvia de hace cuatro meses cuando les había sido designado el trabajo práctico había sido así, esta tormenta le daría miedo a cualquiera.

El reloj marcaba las doce menos cuarto de la noche cuando se escuchó un golpe duro desde la puerta de entrada.

Mateo se asustó, supuso que fue el viento y su fuerza, así que volvió a acomodarse y cerrar los ojos intentando conciliar el sueño pero no pasó ni un minuto cuando volvió a escuchar el mismo golpe.

Tardó un segundo en decidir si levantarse y ver que pasaba o ignorarlo y seguir acostado, pero su mamá ahora dormía en la planta de abajo y si él no se levantaba ella lo iba a hacer, y si algo le pasaba a Liliana solo porque él no quería salir de la comodidad de su cama no se lo iba a perdonar.

Bajó las escaleras y se acercó con lentitud a la puerta, el sonido de la lluvia se hacía cada vez más fuerte, suspiró una vez más y decidido abrió.

Teo sintió que se le paró el corazón cuando vió una sombra en la vereda, vestido con ropas negras y al parecer esperando que él abra la puerta, por un segundo rezó y su cabeza recordó los nombres de todas las personas que amaba por si moría en ese momento.

—Hola... —Escuchó a lo lejos y le volvió el alma al cuerpo cuando reconoció esa voz, de todas formas su corazón se aceleró incluso más que antes cuando su cabeza se dió cuenta de quién era esa voz, se quedó estático y con la mente en blanco.

—No sé que estoy haciendo, sé que es tarde y está lloviendo pero... Te extraño, no puedo dejar de sentir que te voy a extrañar para siempre y no quiero. Te extraño todo el tiempo, me la mandé horrible y estoy pagando por lo que hice pero no puedo más con este dolor en el pecho, por más que me lo merezca.

Mateo escuchaba y procesaba todo lo que salía de la boca de Manuel, todavía no podía entender bien si esto realmente estaba pasando o si en una de sus tantas vueltas en la cama finalmente había caído dormido y estaba soñando.

—Estuve esperando todo este tiempo que caigas del cielo aceptando una disculpa que nunca te pedí, así que... Perdón, por todo, cagarme en tu confianza fue lo peor que hice y realmente me arrepiento, perdón. ¿Podemos hablar?

Mateo se quedó en silencio un minuto más, a Manuel le ardieron los ojos de pensar que ese silencio era el rechazo que él tanto quiso evitar. Sus hombros se encogieron del miedo cuando un fuerte relámpago iluminó el cielo, el ruido pareció despertar a Mateo quien se movió de la puerta rápido saliendo de su sorpresa.

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