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Manuel

—Me cansé de hacerla tan larga, hagan una jodita, algo, a ver si me lo puedo comer por lo menos. —Dos semanas habían pasado ya, Mateo y yo nos llevábamos mucho mejor pero de todas formas no habíamos avanzado nada, no cazaba mis indirectas, no sé si se hace el boludo o si es boludo.

—Tenés razón, igual hace rato no hacemos alguna jodita piola, este finde sale, yo pongo la casa. —Dijo Mauro. —Pero convéncelo de que vaya.

—Yo lo convenzo, tranqui.

—Chicos, entren. —El profe nos llamó y tuvimos que entrar al aula, odiaba matemáticas, era la hora más larga, aunque últimamente me la pasaba mirando a Mateo, a ver, más allá de que lo odio, es muy lindo, el me sonreía cuando me encontraba mirándolo, algo tiene que haber, le tengo que parecer lindo por lo menos, este finde lo iba a averiguar.

El timbre del recreo sonó y me acerqué a Mateo.

—¿Qué onda?

—Hola, Manu.

—Escúchame, medio que ya sé tu respuesta pero el sábado hay una jodita y quiero que vayas. —Mateo me miró cómo sabiendo que su respuesta era obvia. —Dale, porfa, quiero que vayas, por miiii. —Dije haciendo pucheros.

—Bueno, está bien, pero un rato nomás.

—Te juro, un ratito nomás.

[...]

—¿Ya nos podemos ir?

—Llegamos hace quince minutos, Teo. —Mateo no paró de quejarse desde que salimos de mi casa, que tenía frío, que tenía calor, que se había olvidado algo, todas excusas a las que no les presté atención porque eran mentira, él solamente no quería venir a la fiesta, y más allá de la apuesta yo quería que se divierta un rato, no conocía el motivo todavía pero él estaba muy tenso siempre, así que relajarse un poco no le iba a venir mal.

—Vení, vamos a tomar algo. ¿Qué querés?

—Jugo.

—No hay jugo, Teo, ¿querés una birra? —Él se encogió de hombros y lo tomé como un sí, así que le entregué una lata de cerveza mientras yo agarraba otra.

Las horas iban pasando y las latas también, llevábamos un total de seis latas cada uno masomenos, por ahí vi a Valen con Daniel y quise ir a saludar pero cuando me pare note el efecto del alcohol en mi cuerpo, con razón hace rato nos estamos riendo como dos boludos de cualquier cosa, si estamos re en pedo.

—Eu, Manu, ¿vamos afuera? —Dijo Mateo llamando mi atención, sus pupilas estaban dilatadas y el color negro dominaba toda el aura de sus ojos, nos iba a hacer bien un poco de aire así que como pudimos salimos por la puerta y nos sentamos en un tronco cortado al costado de la casa, por suerte no había nadie que nos vea en este estado.

—¿Estas en pedo?—Le pregunté.

—¿Yo? ¡No! ¿Yo? Yo no me pongo en pedo, no, no, no. —Yo me reí, estaba claramente borracho, era divertido verlo así. —¿De qué te reís? No estoy en pedo, mirá, si queres hago el cuatro. —En un intento de levantar la pierna derecha, Mateo se tropezó y yo fui rápido en agarrarlo, Mateo se reía fuerte y yo lo miraba seriamente.

—¿Qué te causa, bobo? Te podrías haber lastimado.

—Sí, pero me agarraste. —Mi espalda estaba pegada a la pared y Mateo estaba casi sobre mí, no podía mantenerse mucho en pie así que mi agarre en su cintura lo estaba manteniendo.

—Te agarré. —Dije mirándolo, esos ojitos negros y esa sonrisa pícara, los labios grandes y mojados por su costumbre de pasarles la lengua a cada rato, la luz de la luna lo iluminaba perfecto y la música se escuchaba a lo lejos.

—Me agarraste. —Dijo él mirándome la boca y los ojos, su mirada iba y venía, era el momento perfecto, cerré los ojos y me acerqué lentamente a su boca, cuando estaba a un milímetro abrí mis ojos nuevamente para encontrarme a Mateo con los ojitos cerrados esperándome, así que no lo demoré más.

Uní su boca a la mía en un beso suave y sin movimiento al principio, él soltó un suspiro dentro de mi boca y rodeó mi cuello con sus brazos, dándome el permiso de entrar, mi lengua danzaba suavemente suavemente con la suya, nuestros labios encajaban perfectos, como si hubiesen sido creados para estar juntos, mi agarre en su cintura era firme y podía sentir que él estaba en puntas de pie para llegar a mí, el beso se mantenía suave, no era subido de tono, solamente estábamos descubriendo la boca del otro, hasta que el oxígeno nos faltó y nos tuvimos que separar.

—Manu, yo—

—Shh... no hables. —Mateo asintió y yo volví a unir nuestras bocas en un beso un poco más corto esta vez, pero igual de intenso.

—¿Estás bien? —Le pregunté cuando nos separamos. —¿Querés que te lleve a tu casa?

—Sí, tengo frío. —Mateo se abrazaba a sí mismo y yo me arrepentí de no haber traído campera, ya se nos había pasado un poco la borrachera, así que emprendimos camino hasta su casa, él me guió, yo todavía no sabía donde era, no habíamos ido nunca, caminamos unos diez minutos y llegamos, era como a cuatro cuadras de la mía y yo ni sabía.

—Bueno, gracias por traerme...—Mateo se removía incómodo y yo no sabía si darle un beso de despedida o no, no veía el problema en hacerlo, así que lo arrinconé contra su puerta y él soltó un un sonido de sorpresa que yo tapé con mi boca sobre la de él nuevamente, Mateo besaba increíble, con poca gente que besé en mi vida encajé tan bien, me separé después de un rato dejando otros cortos besos sobre su boca. —Bueno, eh, voy a entrar ya, así que, eso, chau, buenas noches. —Mateo abrió rápidamente la puerta y me la cerró en la cara antes de que yo pueda decir algo.

Me encaminé hacia mi casa pensando en esta noche, salió redonda la verdad, espero que Mateo me siga queriendo ver después de esto porque acabo de terminar la primera etapa de la apuesta.

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