O3

490 35 11
                                    

Manuel

—Oliva y Ribba, televisión. Y por último, Vainstein y Palacios, radio. Por favor, júntense con sus compañeros de trabajo.

El profesor estaba dando los temas para el trabajo práctico, me levanté con mi sonrisa más falsa pero más creíble y agarrando mi mochila, me moví al banco de Mateo.

—¿Arrancamos hoy? —Le pregunté, más allá de la apuesta, estaba entusiasmado por el trabajo, esta clase me gusta mucho y siempre me tocaba con cada burro que no sabe escribir dos palabras, así que hacerlo con Mateo y saber que no iba a ser el único en trabajar me alegraba.

—Sí, ¿a qué hora voy?

—Cómo a las tres, ¿podés?

—Sí. —Palacios es tan cortante que me acuerdo porque lo odio.

—Mira Mateo, yo sé que me odias, y vos tampoco sos mi persona favorita, pero son tres meses, y no quiero que sean insoportables y tensos, así que por favor, ¿podemos llevarnos bien? No te pido que seamos mejores amigos, pero no me gusta convivir en ambientes tensos, así que, ¿qué decís? —Mateo me miraba con el ceño fruncido, no perdía nada arriesgándome, su ceño se fue hablando poco a poco y estiró su mano hacía mi.

—Trato.

Yo le sonreí y comenzamos con el trabajo.

—¿Te gusta esta materia? —Me preguntó Mateo después de media hora de silencio, me sorprendió que me saque charla.

—Sí, es mi favorita, es en la que más se puede debatir, eso me cabe. —Respondí y él asintió sin mirarme.

—Tenemos pensamientos parecidos. Escuché varias veces lo que decís en clase, lo que debatís con los profesores, y tenemos pensamientos parecidos. —Me sorprendí, no es de forro pero tenia el pensamiento de que Mateo era todo lo contrario a mí, yo soy muy de las luchas populares, y Mateo no parecía así.

—¿Ah, sí? ¿Sobre qué pensamos parecidos?

—Capitalismo, aborto, religión, varias cosas que te escuché decir, a pesar de que me caes mal no pareces un desinformado que se caga de la risa de las luchas populares cómo tus amigos. —Tenía razón, sacando a Valentín que es la persona más inteligente que conozco, Alejo y Mauro son dos pelotudos, no entienden y no se quedan callados tampoco, imposible hablar seriamente con ellos.

Después de eso no hablamos mucho más, el timbre sonó anunciando nuestras salidas, acordamos en que a las tres venía a casa, así que apenas llegué me puse a ordenar un poco mi cuarto, hice un bizcochuelo también por si nos daba hambre, más buenito yo.

Mateo llegó puntual con su mochila al hombro, mi mamá no estaba y esperaba que no llegue porque es re pesada siempre que traigo a alguien.

—Vení, vamos a mi pieza. ¿Querés algo de comer? Hice bizcochuelo.

—Sí, seguro. —Somos tan diferentes yo hablo hasta por los codos y Mateo es de muy pocas palabras, entramos a mi pieza y le dije que le ponga cómodo, no me hizo mucho caso porque solamente se sentó en el borde de la cama y se sacó la mochila, buscando sus carpetas dentro de esta.

—¿Tenés las preguntas?

—Sí, ¿vos?

—Sí, ¿me pasas las clave del WiFi así busco?

Estuvimos cómo una hora en silencio, solo lo rompíamos para hacer preguntas sobre el trabajo, se iba a hacer re largo esto, mi plan era besarlo antes del primer mes, coger antes del segundo y terminar con esto antes del tercero, así que había que apurar las cosas.

—Contame algo de vos. —Dije y Mateo me miró con una ceja levantada. —Dale, vamos a convivir tres meses, corte que somos amigos.

—No sé que contarte. Contame algo vos y yo te sigo. —Dijo sorprendiéndome, pensé que me iba a decir algo como que no le rompa las pelotas o algo así.

—Le tengo miedo a las tormentas.

—¿Por qué fuiste al colegio el otro día entonces con la tormenta que había?

—Me quede sin faltas, no puedo faltar ni un día más. Te toca, dale, contame algo.

—No tengo ninguna falta.

—¿Me estás jodiendo? ¿En seis meses no faltaste ni una vez? —Él negó con la cabeza. —No sé cómo hacés, yo no aguanto ir al colegio. —Una duda rondaba en mi cabeza así que la solté. —¿Cómo haces para ser tan bueno en todas las clases si siempre tenés puestos los auriculares?

Mateo se encogió de hombros y me miró. —La mayoría de las veces los tengo puestos pero no estoy escuchando nada, solamente es para que no me molesten. —Yo me reí.

—Maravillosa jugada. —Pude divisar una sonrisa de lado que se quería escapar de su boca pero él la controló.

—¿Y qué onda? ¿Tenés familia? ¿Hermanos?

—Estoy respondiendo todo yo, me parece. —Dijo levantando nuevamente la ceja y haciéndome bufar.

—Bueno, respondes vos y respondo yo también, dale.

—No tengo hermanos, tengo mamá, nada más. —Dijo muy serio, capaz era un tema en el que no me tenía que meter.

—Estamos en la misma, soy hijo único y ni idea de mi papá, somos mi mamá y yo desde siempre. —Nos quedamos callados un rato hasta que hablé de nuevo. —¿Cuál es tu color favorito?

Él sonrió sin abrir la boca, se le hacían arruguitas en los bordes de los ojos, era muy tierno a decir verdad.

—¿En serio? ¿Mi color favorito?

—Dale, me interesa, el color favorito de alguien dice mucho.

—Bueno, es el negro.

—¿El negro? Re aburrido, el mío es el azul.

Él sonrió nuevamente y mirándome a los ojos contestó. —El negro es más interesante.

Yo lo miré fijo a los ojos y sonreí. —Sí, el negro también es lindo.

trust ; trueplikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora