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—¿Seguro? Mirá que no quiero incomodar.

—Sí boludo, en serio, no pasa ninguna, además ahora está en la silla así que anda por toda la casa, ya no es tan incómodo conocerla.

Mateo intentaba convencer a Agustín de ir a su casa y conocer a su mamá. Pasadas dos semanas de esa vez que se vieron en la peluquería, los dos amigos se juntaban siempre que podían, que era casi todos los días, incluso sumaban a Daniel a veces, cuando éste no estaba estudiando para las materias que adeudaba o discutiendo y reconciliandose con su novio. La plaza de siempre era el lugar de sus encuentros hasta que unos días atrás casi se cruzan con Manuel y Mateo decidió cambiar el punto de reunión.

No tenían nada que esconder, eran dos amigos tomando un helado, una gaseosa o un café, pero el de rulos todavía no estaba listo para enfrentarse a Manuel, por más que Agustín lo aconseje e incentive un poquito todos los días.

Las clases habían terminado y con ellas el martirio de Mateo de esquivar a Manuel como a una rata, porque a pesar de vivir a cuatro cuadras las posibilidades de cruzarse habían sido hasta ahora, raramente, nulas.

—No lo vas a poder esquivar para siempre.

—Dale Agus, ahora no.

Agustín había pasado las últimas dos semanas intentando convencer a su nuevo amigo de enfrentar a Manuel, y cuando pensaba estar avanzando Teo salía con algo nuevo, como caminar dos cuadras de más para tomarse el colectivo solo por no cruzarselo.

Agustín no volvió a hablar con Manuel pero podía verlo desaparecido de las redes, cosa rara en él que durante los últimos meses subía fotos con Teo todos los días o alguna canción nueva que haya descubierto pero ahora nada, sus redes eran un silencio absoluto, ningun estado, ninguna historia, ningun tweet, si no fuese porque lo vieron hace unos días en la plaza, hubiese pensado que se lo tragó la tierra.

Pero Agustín sabía, o deducía, que lo que se lo había tragado no era la tierra sino la tristeza, Manuel probablemente estaba igual o peor que Teo, aunque este último era un poco mejor escondiendo sus sentimientos él de todas formas podía ver la sonrisa triste en la cara de Palacios cuando el mayor era nombrado.

Ahora, Mateo le hacía caso a su amigo quien dijo haber leído en internet que deshacerse de la ropa que ya no le servía podía ayudar a su corazón roto, así que acá estaban revoleando el montón de ropa a la cama y separando lo que se iban a quedar y lo que no.

—Pero boludo, que no vayan a pagar con Mercadopago si no lo saben usar, una hora estuve ahí teniendo que explicarle al chabón y mirá que yo tengo paciencia eh, pero no era tan complicado y–

Agus interrumpió su anécdota cuando se dió cuenta que hace rato no escuchaba respuesta de su amigo, así que echó un vistazo viendo a Mateo paralizado al lado del mueble, con una prenda en sus manos mirándola fijamente.

Agustín recordó haber visto ese buzo en otro lado y cuando Mateo parpadeó rápido intentando disimular las lágrimas que se agolparon en sus ojos, se dió cuenta que sí, lo había visto en Manuel.

—Teo... —Susurró despacio agarrándolo de la muñeca.

—¿Mhm? —El nombrado salió de su trance para ahora sentarse en la cama frente al morocho.

—Te hace mal esto.

—Ya sé.

—Hablá conmigo, no te guardes para vos las cosas.

Un largo silencio se hizo presente mientras Agustín acariciaba el brazo de su amigo, quien respiró profundo y finalmente soltó;

—Lo extraño tanto. —Susurró abrazándose al pedazo de tela celeste.

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