Dirk: dejarse llevar, sólo por una vez

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La medicación se muestra efectiva en la siguiente semana. John no solamente duerme más pronto y mejor, sino que siente más calma. Sus pensamientos parecen ralentizarse, y no se pone nervioso como antes.

Había decidido hacerle caso a Rosebot y preocuparse más por su salud, por lo que tampoco se inquietaba mucho por tomarla.

De todas maneras, las hipotéticas quejas que el pelinegro se imaginaba nunca sucedían.

Ni siquiera por parte de Strider.

A veces se lo encontraba justo antes de dormir, en los pasillos, o iba a verlo. Empezó a acostumbrarse a darle un abrazo de buenos noches a todos, por alguna razón.

Le extrañaba que Dirk nunca se haya quejado. Lo máximo que hacía era suspirar pesadamente, o empujarlo cuando sentía que se prolongaba demasiado. Nunca decía nada al respecto directamente.

El rubio, sin embargo, empezaba a sentirse irritado. El pelinegro habiendo adoptado un extraño hábito, que no fallaba en hacerlo sentir ése maldito ardor que tanto detestaba.

A pesar de ello, no decía nada. Porque -a pesar de que odie admitirlo- Rosebot tenía razón. No sería capaz de rechazarlo, pues su necesidad de contacto físico crecía cada que John aparecía en la misma habitación. Como un humillante condicionamiento, que lo hacía reaccionar casi instintivamente.

Por ejemplo, cuando se lo encontró con Pyrope en la sala de cine una vez, y tuvo que irse antes de que lo hayan visto entrar, por la forma en que su rostro empezó a arder cuando lo vio.

Ya se estaba volviendo ridículo. Y ni siquiera sabía cómo surgió lo de su medicación, lo cual aún pensaba preguntárselo a Egbert, en cuanto tuviera oportunidad.

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John deja que sus dedos tracen la cubierta del piano, mientras respira, preparándose para su pieza.

Levanta la tapa, que revela las teclas bicolor, y en unos segundos, empieza.

Se sorprende a sí mismo, al notar que es la primera vez que toca Clair de Lune en el Teseo.

Recuerda vívidamente cómo su padre la tocaba, y cómo lo asombrada cada vez, de pequeño. Siempre era la primera que le sugería cuando él preguntaba qué pieza le gustaría oír.

Sus dedos se mueven con suavidad y delicadeza, mientras las cálidas memorias alimentaban su euforia.

Era como un abrazo de las diosas del destino, diciéndole que todo iría bien. Como la sensación de un rayo de sol a través de la ventana, durante un día frío.

Durante la última parte, intenta volver a relajarse, disipar la sensación de flotar en aire, mientras terminaba la melodía.

Y luego, escucha aplausos.

Al voltear a un lado, se encuentra con que es Dirk aplaudiéndole.

"Excelente interpretación. Aunque... no puedo decir que haya escuchado muchas, exactamente." comenta, acercándose.

John parpadea, recuperándose de su momento de sorpresa. Se aclara la garganta. "Uh... gracias! Em... estuviste ahí todo el tiempo?"

El rubio se detiene, fijando su mirada en el instrumento. "Te escuché mientras pasaba cerca. Decidí quedarme a ver." dice.

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