¿Quieres casarte conmigo?

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Rosé llamó al timbre del apartamento de Lisa y esperó, temblando como una hoja

—¿Podemos hablar? —le espetó cuando abrió la puerta. Lisa la miró durante largo rato sin decir nada.

El suficiente para que Rosé recordara lo guapa que era. Lo increíblemente hermosa. Por supuesto, no le ayudó nada que hubiera salido a abrir con un top crop con una vista perfecta de sus pesones.

Pero lo que realmente llamó su atención, lo que hizo que su corazón se detuviera durante una décima de segundo, fue que su estatura, la diminuta cintura y el aura que amenaba su cuerpo la hicieran sentir perdida. Delicada, frágil casi.

Y ella era una mujer de una muy buena altura. Nadie la hacía sentir frágil y delicada.

Nadie excepto Lalisa Manoban.

Y no le gustaba en absoluto. Jisoo y Jennie podrían haber elegido a otra donante de esperma. Alguien que no la hiciera sentir nada.

Alguien que no pareciera recién salida de la cama, despeinado, con esos ojitos de sueño...

—Perdona. Volveré en otro momento. O mejor, olvida que he venido — murmuró Rosé, dándose media vuelta.

—Espera, espera. Ya me has sacado de la cama, así que dime lo que querías decir.

—Pues...

Lisa tiró de su brazo suavemente para obligarla a entrar en el apartamento.

—Pues verás...

—¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal o algo? O algo. - cuestiono preocupada Lisa

—Sí, bueno, estoy un poco mareada.- No era mentira del todo. Tenerla casi desnuda de Lisa la mareaba bastante.

—Siéntate. ¿Quieres un té, una manzanilla? No, espera, leche. ¿Quieres un vaso de leche?

Genial. Allí estaba ella luchando contra una repentina atracción y ella insistía en hidratarla.

—No, nada. Mira, perdona que te haya interrumpido. Debería haber llamado antes de venir.

—No has interrumpido nada —contestó Manoban, poniéndose un blaser—. Estaba durmiendo. Sola.

—Ah, ya veo.

Pero no veía. Era viernes por la noche. Las nueve y media exactamente. ¿Qué hacía durmiendo? ¿Sola?

—Tengo que ir al parque de bomberos muy temprano.

—Ah, ya. Entonces, perdona... - Lisa le interrumpió

—¿Por qué no dejas de disculparte y me cuentas qué querías? 

Rosé asintió con la cabeza. —Pues verás, es que...

—Dilo de una vez.

—¿Quieres casarte conmigo? 

Lisa se quedó helada.

—¿Qué? —preguntó, levantando la voz.

—Tengo que casarme y tú me ofreciste tu ayuda. Dijiste que harías todo lo estuviera en tu mano...

—Me refería a ayudarte con la colada, con las cenas. No pensé que querrías casarte.

—Pero dijiste que estabas dispuesto a ayudarme. - dijo Rosé

—Sí, ¿pero casarme? ¿Quieres casarte conmigo? - cuestiono la mayor

—Sería un matrimonio de conveniencia, un matrimonio en blanco, naturalmente. Sólo hasta que nazca el niño. Quizá ni siquiera hasta entonces.

Madre de Alquiler - ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora