Madre de Alquiler - Chaelisa

Esposa Prohibida

—No puedo creer que vayas a hacerlo.

Jisoo estaba en su despacho, frente a su escritorio. Tenía el ceño fruncido y se frotaba las manos en el regazo, nerviosa.

—Lo sé, yo tampoco me lo creo del todo —dijo Rosé, sin dejar de mirar la pantalla del ordenador.

—Pero es que, Jennie y yo... Bueno, nosotros nunca esperamos que pasara esto. Sabíamos que te estábamos pidiendo mucho, pero...

Suspirando, Rosé se volvió hacia su hermana. —Ya lo sé, Jisoo. Nadie podría haber predicho cómo iban a ir las cosas.

Cuando su hermana levantó la mirada, le sorprendió ver que tenía los ojos húmedos.

—Oye, no te pongas así. Todo va a salir bien, ya lo verás.

—Entonces, ¿no nos odias? - Pregunto la mayor

Rosé no se había dado cuenta, pero hasta aquel momento se sentía un poco resentida. No por tener que casarse con Lisa, sino porque el embarazo de Jisoo daba al traste con todos sus planes y la colocaba en una posición difícil en todos los sentidos. Pero enfrentada a las lágrimas de su hermana, no podía seguir enfadada.

—¿Cómo voy a odiarlas?

—Pero ahora tienes que casarte con Lisa y tú... la odias.

—Qué manía con el odio. Yo no odio a Lisa, Jisoo. Es una buena persona.

Y lo era. Rosé se había dado cuenta de lo distorsionada que había sido su primera impresión de Lalisa Manoban.

—Es majo, ¿verdad? —sonrió Jisoo.

—Sí, así que no tienes por qué preocuparte. Todo va a salir estupendamente bien —sonrió Rosé—. Ningún problema —añadió, como para convencerse a sí misma.

—Te he traído una cosa... para la ceremonia —dijo su hermana entonces, sacando una bolsa de papel marrón de su tienda de productos naturistas—. Espero que te lo pongas.

—Oh, Jisoo...

—Sé que para ti ésta no es una ceremonia de verdad, pero de todas formas deberías ponerte algo bonito. No es un vestido de novia de verdad ni nada de eso — rió Jisoo, nerviosa—. Ni siquiera yo te traería un vestido de novia en una bolsa de papel.

—Te lo agradezco, pero pienso ponerme lo que llevo.

—Por favor, Rosé. Deja que te regale esto. Nunca me dejas que te haga ningún favor.

—Pero es que no es necesario...

—Es importante para mí.

Con desgane, Rosé tomó la bolsa y sacó el vestido que había dentro. Era muy sencillo, de color crema, largo, con manga corta y encaje alrededor del escote, en forma de corazón. Muy femenino. La clase de vestido que sólo se pondría para darle gusto a su hermana.

—Ya sé que tú no sueles ponerte vestidos así, pero es que hace juego con el chal.

Resignada, Rosé metió la mano en la bolsa, pero sabía lo que iba a encontrar antes de tocarlo: el delicado chal de encaje que Jisoo había llevado en su propia boda. El chal que Yoonah, su madre adoptiva, había llevado en la suya.

—No puedo aceptar esto.

—¿Por qué no? A Yoonah le habría hecho ilusión. 

No, Yoonah quería que se lo pusiera Jisoo.

Durante los diez años que vivieron con ellos, Rosé nunca se había llevado bien con Yoonah y Sehun, su marido, los padres adoptivos a los que Jisoo adoraba y a los que Rosé no podía soportar.