Innsbruck, Austria.
La película a Barnes le había fascinado. Nunca antes lo había oído hablar emocionado y seguido de algo.
Mientras cenábamos en el departamento, porque ya no había suficiente dinero para un restaurante, él contaba como estaba de sorprendido por los efectos especiales. Según él estaban tan buenos, que en los momentos que se enfocaba solo el espacio le hacia doler la panza. Me reí por su ocurrencia aunque me parecía bastante tierno. Y que el vestuario y la actuación era tan real que se había creído toda la historia.
Estuvo relajado y bastante charlatán, cosa que no podía creer en lo absoluto. Incluso cuando me fui a dormir, pensaba que estaba en un sueño. Esa noche parecía otra persona, era otra faceta de él que antes no había conocido. Podía decir con orgullo que estaba muy contenta de haberlo hecho.
Ese día hizo un antes y un después en nuestra rara relación de "amigos". Él ya me tenía un poco más de confianza, incluso me había contado un par de cosas que recordaba. El Capitán América estaba en varias de ella. Me contó como antes este icono americano era bajito y flacucho, con todas las enfermedades posibles. No me lo podía imaginar así, se me era imposible pensar que eran la misma persona.
También se acordó de su familia, sobretodo de su madre. Cada vez que me contaba algo de ella, lo hacia una sonrisa melancólica. Dijo que había sido la mejor para él y que cuando la perdió sintió como su mundo se vino abajo. Pero por suerte tenia a Steven. Ambos se habían apoyado en cada desgracia del otro. Steve era su Jemma para mi. Esa amistad tenía que volver porque aunque los años pasen, ese tipo de vínculos nunca se iba a romper.
Antes irnos de aquella maravillosa ciudad de Polonia, hicimos varios recorridos para poder conocerla. No queríamos despedirnos de aquel lugar sin saber nada de su historia. Nos gastamos casi todo el dinero extra que teníamos en estas aventuras y acordamos que en cada nuevo destino que fuéramos íbamos a hacer lo mismo. Este hombre amaba los viajes y aventuras tanto como yo.
Uno de los últimos días, alquilamos un pequeño bote para poder navegar en el río de aquella ciudad. Y obviamente yo no iba a remar, hice que James lo hiciera todo el viaje.
— ¿Por qué tengo que hacerlo yo? — Espetó con los brazos cruzados, reacio a tomar los remos del bote. Parecía todo un niño pequeño a punto de hacer un berrinche.
Yo ya estaba comenzando a perder la paciencia.
— ¡Porque yo no tengo super fuerza ni un maldito brazo de metal! Si yo lo hago me cansaré.— Barnes me miró como no creyera lo que decía.
— Eres vaga.— Abrí mi boca para contradecirlo pero realmente no tenia ningún argumento digno. Él tenia razón.
De igual formas agarró ambos remos y comenzamos a movernos. El paisaje era alucinante, el sol se estaba ocultando justo al final del río lo que hacia aquella tarde aún mas especial. Corría una pequeña brisa que me hacia temblar.
Estábamos en otoño y el frío se hizo notar desde que llegamos a la ciudad. Mejor para el hombre-brazo-de-metal, así podría estar con campera y guantes sin morirse de calor o parecer un desquiciado. Le había conseguido un gorrito color bordó para que no tuviera que estar todas las veces que saliéramos con la misma gorra, además también le servía para no sufrir tanto el frío.
Ese día lo llevaba puesto y le quedaba muy tierno.
Mientras estaba distraído viendo el paisaje, lo estudié. Ya no estaba tan malhumorado como el principio y parecía que lo que le dije de "ser libre" le funcionó, porque ya lo estaba poniendo en práctica pero tomando varias precauciones. Las dos piedras azules se veían claras y brillantes, resaltando de su rostro. El gorro combinaba muy bien con sus ojos así que me felicitaba internamente por mi buen gusto.
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Mírame || Bucky Barnes x Daisy Johnson
Random-Mírame, Barnes-. La desesperación se adueñó de mi voz y mi cuerpo. Temblando coloqué mis manos en su cara para obligarlo a mirarme. Parecía no enfocarme, es como si mirara sobre mi. Para él yo no me encontraba allí. Seguía en su pesadilla y debía...