☠Capítulo 25☠

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No eres buena ni tampoco mala, estás en el término medio por eso se te llama monstruo.


Fin a la guerra y comienzo a la paz, nuestra misión nuestra visión.

Somos Ryche.

Ryche.

—Parece que está despertando —escucho la voz de alguien aún con los ojos cerrados.

Intento abrir mis párpados pero los siento muy cansados como si hubiera dormido por siglos.

¿Qué me pasó?

Tan rápido como mi mente fórmula esa pregunta llegan a mi mente imágenes de lo que pasó en el aeropuerto, el hombre, Everest y por último el disparo, ese que desgarró mi ser.

Abro los ojos sobresaltada e intento correr o hacer algo, unas manos me detienen.

—Tranquila. —intentan abrazarme.

—¡Déjame! —muevo mis brazos sin mucha fuerza— ¡¿A caso morí?! —grito sin reconocer mi voz, las lágrimas nublan mi vista y mi primer movimiento concreto es abrazar a la persona que me retiene —¡Fue horrible, sentí como me venían a buscar, sentí a la muerte venir por mi!

Con desespero clavo mis uñas en la espalda de él, lo abrazo con fuerza como si a través de él volviera a la vida.

—No me quiero morir, no soy buena y por lo tanto no me espera el cielo —susurro volviendo a caer en la cama.

Cierro los ojos por un lazo de tiempo en lo que vuelvo a estar dormida.

...

—Solo fué un ataque de nervios, ella ya está mejor —vuelvo a escuchar la voz de alguien.

Con pesar hago una mueca e intento con éxito abrir mis ojos, la luz me hace cerrarlos pero vuelvo a abrirlos enfocando a las personas en la habitación.

Un hombre de piel lechosa con lentes de pasta me sonrie un poco acercándose con un artefacto que no me detengo a analizar, siento una presión en el pecho e intento poner las manos ahí pero otra más grande y gruesa la detiene.

—Puedes hacerte daño —advierte.

Dejo de ver al doctor para enfocar mi mirada en Andreus, sostiene mi mano con fuerza imposibilitando cualquier movimiento de mi parte.

Mi mirada se pasea desde sus ojos hasta su mano que sostiene a la mía repetidas veces antes de suspirar con profundidad pero hasta ese simple movimiento hace que me duela todo el cuerpo.

—¿Podría dejarnos a solas? —pide Andreus mirando al doctor.

No hay más que silencio por unos minutos en los que mantengo mi vista en el techo blanco, ese color no me gusta, es demasiado perfecto por así decirlo; me gusta más el negro ese despierta misterio y parece albergar sencillez pero es uno de los colores más puros que pueden existir.

—¿Has sentido como que todo te da lo mismo? —pregunto en voz baja—. Sientes como que ya nada tiene sentido como si todo fuera una maldita monotonía.

Aún con la mirada en el techo busco el lugar donde me dispararon y está vez no me detiene, mi pecho, ahí en el tórax tengo una venda que cubre lo que casi me arrebata el pequeño tramo de vida que tengo.

Coloco uno de mis dedos y siento como si el simple gesto fuera a quemarme por lo que lo aparto en seguida.

—Es otra cicatriz —susurro enfocando mi mirada en el—. Es otra marca de un golpe bajo que me dió la vida.

Los Monstruos También Aman. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora