Me encontraba en frente del espejo de mi habitación. Tenia claro que me quería poner unos pantalones negros un poco ajustados aunque no demasiado, y una camiseta blanca con una chaqueta negra.
Desde hace unos meses ya tenia mi mochila preparada: libros, estuche, agenda, y que no faltase mi portátil. Al ver mi habitación un poco desordenada me agaché para recoger el cargador que dejé anoche, aunque sinceramente no puse a cargar mi móvil por el simple hecho de que me quedé dormida.
Después de doblar mi pijama y dejarlo encima de mi cama, escuché unos pasos hacia mi puerta.
-Hermanita -dijo mientras abría mi puerta-. Tienes el desayuno en la mesa.
-Ahora bajo -contesté un poco dormida-.
Jena podía ser muy pesada, pero sabia que podía contar con ella. Siempre ha sido la lista de la familia: organizada, lista, guapa, pero aún así como todo el mundo tiene sus defectos.
Al coger mi mochila, cerré la ventana de mi habitación, ya que la había abierto para ventilar un poco.
Al bajar las escaleras, vi que Jena me había preparado unas tostadas y un zumo de naranja. Sabia que era recién exprimido porque vi que estaba toda la cocina hecha un desastre.
-Jena -dije cogiendo mi desayuno-. Sabes que no hace falta que me hagas el desayuno.
-Ariadna -contestó con un tono desesperante-. Ya hemos hablado de esto mil veces. No quiero que desayunes cualquier porquería que encuentres en la despensa- sonreí, comiéndome una de las tostadas-.
-Sabes perfectamente que eso no es así- puse los ojos en blanco-.
Mientras Jena iba limpiando el último plato que quedaba, me puse mis zapatos negros. Al levantarme casi me caí.
-Eres un desastre. -dijo riéndose -.
Yo sin darle importancia, cerré la puerta de casa y me subí al coche.
Empezaba mi tercer año, claramente aún no tenía mi carnet de conducir, por eso mi hermana me tenia que llevar todos los días.
Intentaba ser puntual, ya que Jena estaba estudiando publicidad, y ella entraba unos cinco minutos más tarde que yo.
Al llegar a mi escuela, me despedí de mi hermana con dos besos y me bajé del coche.
Había quedado con mi mejor amiga Gala. Ella siempre quiere lo mejor para mi, y por supuesto yo también quiero lo mejor para ella.
-Holaaaa -me dijo, chillando-. Te he echado mucho de menos.
-Y yo a ti -sonreí, en ese momento sentí mucha vergüenza -. Todo el mundo nos está mirando por tus chillidos.
-Me da igual, que miren lo buena que estoy - contestó -.
Gala siempre ha tenido la autoestima muy alta y nunca le ha importado la opinión de la gente.
Después de hablar sobre nuestras vacaciones, Gala me contó que conoció a un chico en la playa, Mateo.
Por lo que me contó tenía los ojos color miel, pelo largo, simpático aunque no le gustaba hablar mucho. Pero Gala solo le importaba el físico.
Salvo que Gala y yo seamos mejores amigas nunca me he identificado con ella. Gala era muy directa, nunca se callaba las cosas, en cambio yo, no tenía nada de autoestima, era un poco callada y reservada.
-¿Y tú qué?. -preguntó con entusiasmo- ¿Ya has conocido a algún chico este verano?.
-Gala... Ya sabes mi respuesta, no es que no quiera, es que no puedo.
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Desde entonces
RomanceMi primer día de instituto, nomás entrar por la puerta lo supe. Un chico alto, ojos claros (no sabría distinguir entre azul o verdes), pelo castaño, alto (medirá por lo menos 1,90). Con cruzar nuestras miradas lo supimos, estábamos hechos el uno pa...