Me senté en una hamaca mientras Adam estaba de pie delante de mi mirándome. Se escuchaba la música de fondo pero en ese momento estaba sobria para escuchar atentamente la canción.
Estaba con los ojos cerrados disfrutando de la pequeña brisa haciendo que las pequeñas hojas secas se fuesen volando en diferentes direcciones.
-¿Cómo se me ha ocurrido dejarte sola bebiendo? -preguntó con la voz más ronca-Debería haber estado contigo todo el rato.
Lo miré y observé el bonito rostro, sus ojos, sus labios, su cabello.
No. Te traicionó.
Mi conciencia me ayudó a a volver a la realidad. No podía pensar en él, no podía. Me sentía mal por pensar de esa forma aún haberme hecho daño.
-No te preocupes, estoy bien.
Me tumbé observando los miles de puntitos blancos que habían en el cielo y de reojo vi como Adam se sentaba en la otra hamaca al lado mío.
-¿Alguna vez te has imaginado como sería tu vida sabiendo el día en el que vas a morir? -Me observó intentado descifrar lo que pensaba.
Tardé unos minutos en contestar pensando en que responderle.
-La verdad, no.
-¿Y cómo crees que sería? -me miró.
Su pregunta era muy profunda y sinceramente quería responderle ya que me parecía interesante también saber lo que él pensaba.
-Creo que haría cosas que siempre he querido hacer y que nunca me he atrevido -respondí sincera-Como por ejemplo navegar por el mar con un velero, surfear, ver el atardecer en la playa, bailar en la calle. Son cosas simples pero son pequeñas cosas que me harían ver la vida de otra forma.
Me observó pensativo. Creo que no se esperaba para nada lo que le había dicho.
-Lo que acabas de decir son muy simples -sonrió mostrando sus perfectos dientes-Yo me tiraría en paracaídas, aprendería un idioma nuevo, iría a la Antártida con los pingüinos, caminaría por la Muralla China -nos miramos cada vez con una sonrisa más grande-¿No prefieres todo eso en vez de bailar por la calle?.
-Sí, yo prefiero disfrutar de las pequeñas cosas, porque tal vez un día vuelvas la vista atrás y te des cuenta de que eran las cosas más grandes.
-Que profundo -reímos al unísono-Aunque tienes razón cuatro ojos.
Nos quedamos en silencio mientras la gente iba de un lado a otro de la casa.
-Bueno, nos hemos puesto muy profundos -se levantó para extender su mano esperando a que la aceptara-Creo que es hora de volver.
Asentí mientras ponía mi mano sobre la suya y disfrutaba del tacto áspero de sus dedos con los míos. Pasamos entre la multitud dirigiéndonos hacía la salida aún absorta en mis pensamientos. Llegamos al aparcamiento y Adam me tuvo que ayudar a ponerme el cinturón y como me aburría le sujete las manos haciéndole más difícil de atarme.
-¿Qué se supone que haces cuatro ojos? -se rio haciendo yo lo copiase-Deja de hacer eso.
Forcejeamos en su coche, yo agarrándole las manos para que no pudiese atarme y él intentando soltarse pero, para mi suerte no pudo y admitiendo su derrota paró.
-Ari, ya es tarde y sabes que tengo más fuerza que tú -me miró a los ojos-Así que déjame que te ponga el cinturón por las buenas o sino te lo pondré a las malas, tú decides.
Había una parte de mi que quería decirle que no pero, no quería confundirme más. Solté sus manos aún mirándonos dejando un pequeño espacio entre nosotros.
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Desde entonces
RomansaMi primer día de instituto, nomás entrar por la puerta lo supe. Un chico alto, ojos claros (no sabría distinguir entre azul o verdes), pelo castaño, alto (medirá por lo menos 1,90). Con cruzar nuestras miradas lo supimos, estábamos hechos el uno pa...