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Girando un mechón de cabello alrededor de mi dedo, parpadeé a lo largo de su cuerpo hacia él, encontrando sus ojos oscuros con los míos, sus rasgos alineados en una imagen perfecta de expresión de inocencia. El músculo de su mandíbula se contrajo, la única señal de que estaba luchando por mantener la expresión severa y estoica que había transformado su rostro. Su mirada ardió a través de mi piel, alimentando el fuego que ardía bajo en mi vientre mientras avanzaba con ambas manos y rodillas.
FP se recostó en su silla, una imagen de perezosa gracia mientras observaba la forma en que se arqueaba mi espalda y mis caderas se balanceaban mientras me acercaba a él, buscando el Rey que era.
Sus dedos se curvaron alrededor de los brazos del sofá, sus fuertes muslos se abrieron de par en par, dejando la cantidad justa de espacio para que pueda deslizarme entre ellos, mis manos alisando hacia arriba y hacia abajo sobre el músculo robusto. Mis labios se curvaron en algo tortuoso, algo tímido cuando lo miré y mis dedos tiraron juguetonamente de su cremallera. Cuando rozaron accidentalmente la protuberancia que se había vuelto bastante obvia debajo del boxer de color oscuro, repentinamente encontré mi cabeza tirada hacia atrás y un pequeño grito salió de mis labios, los dedos de FP enredados en mi cabello fueron la causa.
— No me jodas, cariño...— Advirtió con los dientes apretados, su voz profunda y ronca, más gruñido que palabras. —No te gustarán las consecuencias.
