1.6 «Domingo»

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El fin de semana había acabado, prácticamente.

Era domingo por la noche, y ese terrible sentimiento de vacío e inminentes responsabilidades asechaba a los dos adolescentes que se encontraban terminando sus tareas pendientes que postergaron desde el viernes.

Ángel se había sentido culpable de haber dejado a Mariana así el sábado y no pudo esperar para verla hasta el lunes. Por lo que la invitó a pasar el domingo en su casa.

―¿Sabes? Se espera que los estudiantes terminen sus deberes desde el viernes por la tarde. Y no el domingo. A las 7 de la noche ―Ángel llegó con un gran tazón de comida chatarra.

―¿Sabes que nunca se puede complacer a todos? ―Mariana se estiró en el suelo para tomar un puñado de papas fritas, ronroneando al saborear una―. Quieres verme gorda, ¿no es así?

El tono serio de su amiga llamó su atención lejos de su libreta llena de problemas matemáticos.

―No ―contestó el anfitrión, alargando el sonido de la vocal, volviendo su mirada a las hojas―. Para nada, Ana.

Y ante su sonrisa, lo único que recibió a cambio fue una pequeña bola de papel golpeando su cara.

―Hey ―alzó la voz―. Tranquila con los proyectiles. No querrás que mi habitación se transforme en un campo de guerra y el papel tapiz se llene de sangre. ¿Verdad?

―Cierra la boca, reina del drama ―contestó Mariana, gateando hasta donde su basura había terminado―. Es sólo un pedazo de papel. Dios.

―En fin. ¿Cómo vas con tus problemas? ―Ángel anotó un pequeño "53" en sus respuestas y observó a su amiga tomar asiento frente a él.

―Terminé ya ―Mariana le restó importancia con un movimiento de su hombro derecho―. Terminé antes de que regresaras con toda esta grasa frita ―y con estas palabras terminadas, introdujo otra papa a su boca.

Mariana se había vuelto mejor en matemáticas con el tiempo desde que se encontraban en la escuela secundaria. Cuando la conoció, pasaba malos ratos con los deberes de tal asignatura, y casi no podía dormir debido a su fijación por imaginar que el día siguiente tendría un examen. Pero con forme al pasar del tiempo, ella adquirió cierta destreza, y la aprovechó. Para el último año, ella había sido galardonada por haber ganado un triatlón matemático.

Y ahora, todo parecía demasiado fácil para ella.

Que Mariana detestara la escuela no significaba que fuera mala en ella.

Simplemente, le resultaba más difícil de lo común levantarse de la cama por las mañanas. Y Mariana no era, exactamente, una persona mañanera.

―Perfecto, ahora me ayudarás a terminar con los míos ―Ángel le dedicó una sonrisa tierna, pero su amiga no sucumbió.

―No, aprende por ti mismo ―Mariana tomó relajadamente otra fritura y se dedicó a comerla.

―Gracias, Ana. Realmente agradezco tu ayuda ―palabras llenas de sarcasmo acompañaron su ligero sacudir de cabeza.

―Me lo agradecerás después ―Ana tomó por completo la cama de Ángel y se estiró en ella―. Dios, qué aburrimiento... ―miró el techo por unos segundos, esperando a que su amigo dijese algo, sin embargo, no recibió ni un murmullo, así que se dispuso a hacer una pregunta que había querido hacer desde que Ángel le llamó para que viniera e hicieran la tarea― Así que... ¿Cómo les fue ayer?

Su tono parecía ser indiferente. Pero Ángel sabía que su pregunta estaba llena de curiosidad pura. Conocía a Mariana, y sabía perfectamente que detestaba, aborrecía ser excluida. Como ya ha pasado.

El chico decidió no andar con evasivas.

―¿Te molestaste? ―preguntó lo más serenamente posible que pudo, pero yendo directo al grano.

―¿Qué? ―Mariana le vio con incredulidad―. Obviamente no. Es sólo que... me hubiera gustado que Jonathan también me invitara a comer. Ya sabes lo que dicen, lo regalado es siempre bien recibido.

Ángel rió ligeramente.

―Lo siento, Ana. Fue improvisado. Él me lo dijo al regresar de tu casa ―explicó el chico―. Me lo pidió sin que yo me lo esperara. Además, eh... pensé que sería algo de un par de horas ―miró al piso alfombrado―. No creí que nos pasaríamos la tarde completa fuera.

Mariana guardó silencio. Por uno, dos, tres segundos, mirándolo fijamente, y masticando.

―¿Y qué hicieron, finalmente? ―ella tragó su bocado.

―¿Quieres agua? ―preguntó Ángel.

―No.

―De acuerdo. Está bien. Dios... veamos ―volvió a reír, su amiga seguro pensaba que estaba evitando el tema―. Fuimos a su entrenamiento, el cual se atrasó un poco. Después, me invitó un poco de comida. Regresamos, le invité a pasar el resto de la noche aquí, y después fue a dormir. Supongo.

Ángel la miró tranquilamente, mientras cerraba su libreta.

―Ya veo. ¿Y qué cenaron? ―Mariana volvió su atención al techo.

El chico empezaba a sentirse algo incómodo con sus preguntas. Parecía ser que estaba siendo interrogado por un delito que cometió... lo cual era casi cierto si hablamos de cómo reaccionaba su mejor amiga ante situaciones como esta. Era casi una ley no verbal el no excluir a tu mejor amigo de algún plan.

Pero Jonathan no sabía de ello. Tampoco era culpa de él desconocer todos los acuerdos que éstos dos tenían.

―Algo nuevo que intentó cocinar mi madre. Creo que tenía pollo ―Ángel se levantó del piso y se sentó en la orilla de la cama―. Lo siento.

Mariana rápidamente se incorporó.

―No seas torpe ―le golpeó ligeramente el brazo―. Jamás me molestaría por algo así. No es como si el mundo se acabara porque tú me olvidaste por un sábado. No todo gira a tu alrededor, diva ―Mariana le miró seriamente.

―Lo tomo de quien viene ―Ángel sonrió, y después rió abiertamente, sin importarle la reacción de su amiga.

Lo único que recibió fue un golpe en la cara con una almohada.

―Idiota.

―En fin, ¿ya terminaste con las frituras, o no dejarás que coma siquiera una? ―preguntó Ángel, sonriendo, mientras cerraba su libreta mochila.

Otro golpe.

―Idiota.

Lucas aquí.
Deberían llamarme establo, por tanta paja que les estoy dando.
Tranquilos, la historia, desde este punto, irá un poco más rápido. ¡YAAAY!
Estos primeros capítulos eran para dar a conocer, a grandes rasgos, a los protagonistas.

Una vez cubierto esto, ya podré entrar en otros asuntos. (;

Se agradecen los comentarios, y los votos son bienvenidos.
Bye.

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