1.3 «A quién tenemos aquí»

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―¿Dónde estará ese idiota? Dijo que me llamaría y no lo ha hecho ―Mariana estaba acostada en su cama, con la mirada perdida hacia arriba. Había estado así desde que terminara de desayunar―. Anoche, fue anoche que me dijo "yo te llamo, Mariana". Y no veo que mi teléfono suene ―con esto, volvió a tomar el teléfono de casa que tenía al lado.

―Igual y salió con alguien ―comentó su hermano a un lado, que estaba escribiendo algo en su portátil.

―¿Qué quieres decir? ―Mariana se levantó y apoyó su espalda en la pared.

―Quiero decir que quizá te haya dejado plantada junto al teléfono porque se le olvidó decirte que saldría con alguien ―Adrián levantó la mirada, con una sonrisa de lado―. Nadie nunca te había dejado así... ni tus parejas.

―Cállate, Adrián. Ya sé. ¿Qué le pasa? Pero esta se la cobraré después ―en ese mismo instante, su celular sonó. Había llegado un mensaje nuevo a su buzón de entrada.

―¿Quién es? ―Adrián se inclinó para poder ver la pantalla del teléfono.

―Ángel ―Mariana suspiró y guardó el móvil bajo su almohada―. Bueno, es el número de Jonathan, pero decía que saldría con él para acompañarlo a su entrenamiento.

Adrián sonrió. Pero sólo eso. No dijo más. Su silencio gritaba más que su voz. Mariana sabía exactamente lo que significaba su falta de palabras. Años de ser su hermana respaldaban su teoría:

Se estaba mofando de ella.

―Ay, por Dios. ¡Cómo se les llegó a ocurrir la idea de dejarme sola!

―Parece que Ángel consiguió un nuevo mejor amigo.

―De nuevo, hermano, cállate. No hace falta que digas tonterías como esas. Es sólo momentáneo. Luego regresará a mí, ya lo verás.

Su hermano sólo rodó los ojos. A veces no podía creer el aire de grandeza del que gozaba su hermana. ¿Aire? Lo suyo era casi un huracán. Entendía su nivel de auto-confianza y autoestima. Pero había ocasiones en las cuales rayaba en el cinismo y la sobrevaloración.

―Hablas de Ángel como si fuera tu fiel mascota ―finalmente dijo, después de responder un mensaje en su laptop.

―Sabes que no quise decir eso, Hermano.

―Ya lo creo, Mariana.

―Listo ―dijo Ángel, entregándole el celular a Jonathan.

―¿No crees que se moleste?

Ángel analizó las opciones. Aunque no era necesario. Obviamente se molestaría. Mariana detestaba ser dejada atrás, no ser considerada parte de algo. Y más si su mejor amigo estaba involucrado y ella no. Seguramente le reprimirá la siguiente vez que hablaran.

―Sí, y mucho. Pero creo que podré lidiar con sus palabras ―Jonathan lo volteó a ver, preocupado. No quería que entre ambos hubiera una discusión por su culpa―. Tranquilo, sé cómo lidiar con ella. No te preocupes por nada.

―Pero-

―Si crees que por esto pelearemos, te equivocas.

Jonathan  no quiso seguir hablado del tema. Algo le decía que, por más que intentará, no lograría mejorar la situación que en el futuro se presentaría.

―No te preocupes ―volvió a hablar Ángel―. Aún así pasara algo, no podrías hacer gran cosa. Ella al molestarse puede convertirse en una gran fiera, o simplemente hacerte a un lado ―y dolía saber que él mismo fue víctima de su indiferencia por un largo periodo de tiempo.

En tus BrazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora