—¿Y cómo reaccionaron tus primos? —Ángel tomó un puñado de palomitas del cuenco sólo para ir comiendo una por una. De nueva cuenta, se encontraba hecho un ovillo en el sofá de su sala. La pantalla proyectaba una vieja película que permanecía mutada desde que la llamada a su celular fue atendida.
—Demasiado bien. Quiero decir, al principio todos parecían descolocados. Pero cuando la idea fue asimilada, estaban de repente muy interesados en mi vida... —una pequeña pausa dejó que la estática del cuarto de baño viajara por la línea—. Amorosa.
Aquello sonó casi apresurado, pero incómodamente dulce.
Ángel sonrió ante la idea de Jonathan pensando la palabra.
—¿Te bombardearon con preguntas?
—Demasiadas para mi gusto —suspiró el mayor, sonido que viajó rudamente por la línea—. En especial Julián. Daba la impresión de nunca haber estado en contacto con una persona que gusta de otra...
—Oh —la sonrisa en Ángel no podía ser mayor—. ¿Acaso es esto una declaración?
La risa de Jonathan resonó en el oído de Ángel.
—Quizá —otra risa, esta siendo un poco más corta.
Ambos permanecieron en silencio. Ángel miraba absortó la pantalla del televisor, su cara, que ardía, seguramente había subido de temperatura, a pesar del frío de afuera. Eran las dos de la tarde y el primer día del año nuevo pintaba un clima con temperatura baja que perforaba la piel. Pudo escuchar por el teléfono el respirar tranquilo de Jonathan y voces apagadas que parecían ser sus primos peleando por el mando a distancia. Por su parte, su madre tarareaba una canción que probablemente escuchó por la radio mientras el correr del agua proveniente del grifo se llevaba la espuma sucia por el desagüe.
—Quizá sí lo se-
—No digas más, por favor —le interrumpió el menor con tanta amabilidad como pudo. Su labio inferior siendo presionado entre los dedos pulgar e índice—. Si tienes algo que decir, que sea en persona, Jona.
Escuchó a su interlocutor titubear antes de contestar.
—Si así lo deseas, Ángel. Así será.
—Gracias.
Pronto, debieron colgar debido a que la puerta del baño estaba siendo golpeada por Randall, que se quejaba del tiempo excesivo que Jonathan había pasado dentro. Y no era para menos, si medíamos el tiempo en temas de conversación, los dos chicos habían cubierto temas como salidas en familia, cena navideña y de año nuevo, postales, preguntas aleatorias y sentimientos latentes.
—¡Llevas bastante allí metido, Jonathan! —Gritó el adolescente desde el pasillo.
[...]
—¿Cómo está Jonathan, hijo? —Su madre entraba al salón justo cuando la televisión volvía a tener volumen. Entre sus manos tenía dos rebosantes tazas de natilla. Le entregó una a Ángel y tomó asiento a su lado.
—Bien... su padre ha estado con él todos los días. Y sus primos parecen grandiosas personas —se llevó una cucharada del postre a la boca y continuó—. O al menos eso me parecen por lo que me dice de ellos.
—¿Y qué hay de Marcus? —Clarissa lanzó la pregunta mientras miraba directamente la programación, casi desinteresada.
—¿Y ahora qué ocurre con Marcus? —Ángel, irritado, miró a su madre para encontrarse con una sonrisa traviesa.
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En tus Brazos
Teen FictionLa vida de una persona con 16 años de edad parece realmente tranquila. ¿No es así? Escuela, tareas, familia, amigos, salidas, video juegos... amor. ¡Esperen! ¡¿Qué, amor?! ¿Algo así como una vida amorosa? ¿Con pareja y todo lo demás incluido? ¿No es...