1.13 «Gotas de luz»

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En el capítulo anterior:
Marcus desea saber más de Ángel.
Jonathan le guía, sin realmente querer, a casa del mencionado.
Y Ángel invita a Jona a su hogar para pasar la tarde juntos.

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En retrospectiva, salir con Alex parecía una buena idea para distraerse un poco: dejar de lado la tarea que pedía salir de su mochila. Era más fácil ignorarla hasta el domingo por la tarde, cuando terminara de desayunar, viera algo por la televisión, y charlara con alguien al teléfono.

Para ese momento, parecía justo tomar sus apuntes y hacer lo que debía hacer.

Pero por ahora, estaba cómoda en una banca, en el centro de la ciudad, comiendo helado y mirando la fría brisa caer sobre el piso.

―Qué extraño es verte comer ese helado con semejante estado del tiempo ―dijo Alex, antes de regresar su atención a las personas que pasaban con sombrillas variadas.

Un desfile de colores que no paraba, aunque lleno en su mayoría por el color negro; era maravilloso ver ráfagas de rojo, verde, amarillo, azul y naranja cada cierto tiempo. Resultando dulce cuando un pequeño era el portador de alguno de estos vivos colores. Niños que saltaban en charcos y sostenían las manos del adulto que los acompañaba, pidiendo tiernamente que al llegar a casa les prepararan algo cálido para comer en la comodidad de sus salas.

―El extraño eres tú, que no lo come como yo. Te estás perdiendo de mucho. No sabes de los simples placeres de la vida ―Mariana le acercó su cono―. Toma un poco y entenderás de lo que hablo.

Alex quería evitar el enfado de su acompañante e hizo lo pedido. Saboreó la vainilla y el ligero sabor a leche que desprendía cada gota helada del postre.

Tarareó ligeramente.

―Nada.

―Sí, bueno. Supongo que no tienes tan refinados gustos como los míos ―la chica comió un poco más de su helado y permaneció en silencio.

―Cuánta razón tienes ―rió el chico―. Supongo que se debe a que no fui criado en un castillo, con unos padres como reyes, y que tuvo que empezar a actuar como alguien de clase media para pasar desapercibido.

―Apesta a sarcasmo, ¿no logras olerlo? ―Mariana dijo, irritada―. Mejor iré a hacer mi tarea. Ella tendrá problemas, pero no hacen tanto drama como tú.

Alex volvió a reí, esta vez más fuerte.

―Vaya. Seguro te diviertes más estando en un escenario ―bromeó.

―Cállate. O me iré. En serio ―amenazó Mariana.

Alex sólo siguió riendo.

―Lo siento, Mariana. Sólo bromeo ―Alex juntó sus manos y las colocó sobre su boca, soplando aire cálido―. Creo que es claro el hecho de que jamás sería mi intención herirte.

―Supongo que no ―respondió su... amiga; porque si era sincera consigo misma, jamás ha tenido el valor de hacer la tonta pregunta de "¿qué somos?". Le repugnaba la idea de etiquetar aquello que compartía con Alex.

Pero al mismo tiempo, la incertidumbre crecía a un ritmo preocupante.

La chica suspiró pesadamente antes de acabar su helado.

Detestaba eso.

《♢》

―Bien, madre, no había sacado mi lista de "ocasiones donde mi madre me hizo sentir avergonzado" en un largo tiempo ―Ángel cerró el horno con suavidad y se dirigió a la encimera donde había estado usando harina―. Pero al parecer es momento, y esta lo amerita ―tomó un paño húmedo y limpió la superficie.

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