1.11 «Luna»

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―¿Qué hora dices? ―Clarissa seguía cambiando los canales con el fin de encontrar algún programa que pareciera interesante, pero que hasta ahora sólo se había topado con infomerciales tontos acerca de rayadores mágicos y aspiradoras multiusos.

―A las dos de la mañana ―Ángel la miraba a su lado, sentado en el otro sofá, con su mejor cara―. No es tan tarde, madre.

―¿"No es tan tarde"? ―repitió con ironía Clarissa, dándose por vencida y apagando de una vez por todas la televisón―. Claro que no es tan tarde. Es prácticamente de mañana ya. No. Además, tienes clases. No. Olvídalo.

―Pero mamá-

―Nada, Ángel. Es un "no" definitivo ―la mujer se levantó decidida y caminó hasta la planta alta, deteniéndose al pie de la escalera―. Tienes problemas con el sueño. Y usualmente te cuesta mucho esfuerzo levantar por las mañanas. Ni lo pienses.

Ángel se reclinó pesadamente en el respaldo, dejando caer su cabeza hacia atrás. Se esperaba esta respuesta.

No lo pensó mucho. Vería el eclipse con Jonathan a toda costa.

Esperen... de todas formas, ¿por qué había decidido ir? Sólo era un eclipse lunar. Eran hermosos, es cierto. Pero vamos, no era algo de suma importancia y con caracter obligatorio. En pocas palabras: no resultaba relevante en su vida.

Podría esperar cierto tiempo y ver otro.

Ahorrar y conseguir un telescopio.

Todo podía tener una opción.

Luego, estaba Jonathan. Su... ¿Amigo?

Sí, era amigo y sólo eso. No había sucedido nada más entre ellos. Ese beso de hace unos días significaba... sólo un beso entre amigos. No tenía por qué estar pensando demasiado en ello. Y si Jonathan no recordaba lo sucedido, sobraba el sacar a la luz el tema.

Quizá hasta le incomodaría.

El alcohol te nubla los pensamientos. Y quizá confundió los sentimientos de Jonathan. A tal grado de querer besarlo. Quizá estaba viendo en él a otra persona que le gustaba, y aprovechó la situación.

O también pudo haber sucedido que desde hace ya algún tiempo atrás, Jonathan deseaba experimentar esto. Y dejando de lado su sentido común, se aventuró y lo logró.

Además, Ángel no iba a admitirlo, pero su amigo tenía un sabor delicioso; dejando de lado el aliento a alcohol y a sal, seguramente por las frituras que había estado comiendo. Por encima de ello, y aunque parezca extremadamente extraño, los besos de Jonathan sabían deliciosamante a dentrífrico y grocella.

"Mi sabor favorito de paleta helada". Pensó con fantasía.

Pasó ambas de sus manos sobre su cara con pesades, tratando de alejar todos estos pensamientos.

―Deja de soñar despierto ―se reprimió a sí mismo―, sólo te ilusionas con sentimientos que no existen, y que no serán correspondidos.

Volvió a mirar su techo, perdiéndose completamente en un punto fijo. Seguía sin tener control sobre sus propios pensamientos. Todo gracias a esas hormonas e historias amorosas que tanto escucha a diario en la escuela.

"Y la besó con cuidado, tomándola entre sus brazos."

"La noche entera conversaron, compartiendo las estrellas."

"En el frío del invierno, sus abrazos eran su abrigo."

―Maldita sea ―dijo, sentádose sobre el colchón y poniendo su espalda contra la pared fría de su habitación―. No debería siquiera estar pensando esta clase de tonterías ―dijo en un susurro, el cual se perdió en la soledad de su habitación.

En tus BrazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora