The Alpha Wolf [Teen Wolf II]

VIII

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STEVE MIRABA SUS garras con algo parecido al triunfo y la felicidad. Isaac sonreía mirando a su amigo, mientras que Erica y May los observaban un poco más alejados. Le había costado a la castaña aceptar su nueva naturaleza, pero había sobrevivido y eso era lo importante, yo le iba a enseñar todo lo que debía saber.

Mi beta clavó sus ojos en los míos y soltó un gruñido de satisfacción cuando le sonreí.

Pero Derek me tomó del brazo y me alejó.

—¿Qué haces?

—Felicito a mi beta —respondí con el ceño fruncido.

—No lo hagas, Madelaine. Harás que se sienta conforme con sí mismo. Exigele más, así no parará hasta ser mejor.

Me deshice del agarre de Derek bruscamente.

—O haré que se vuelva en contra mía y busque matarme para tomar mi poder. Necesito a mi manada unida, muchas gracias por tu consejos.

Derek quiso volver a tomarme del brazo cuando intenté alejarme, pero el gruñido de Steve nos distrajo. Estaba parado detrás de nosotros, con sus ojos dorados y mirando a Derek a la espera de un ataque. El gruñido de Erica se escuchó, y fue seguido inmediatamente por el de May.

Isaac los miró a todos sin saber de qué lado ponerse, si con su Alfa o su mejor amigo.

Envolví el brazo de Steve con mis manos, buscando calmarlo. Sus músculos se relajaron cuando sintió mi toque, pero no dejaba de mirar a Derek con ganas de saltarle a la yugular. Cambié mis ojos marrones a escarlata, logrando que Steve finalmente me mire y se relaje.

Derek le gruñó a Erica, quien enseguida bajó su cabeza de manera sumisa y se alejó. May nos miró a todos y se alejó cuando vio que no había peligro. No se había convertido como hicieron Steve y Erica, así que no hubo necesidad de calmarla.

—¿Qué fue eso? —preguntó Isaac confundido.

—Sus instintos actuando por sí solos —respondí.

Steve se cruzó de brazos y se quedó cerca mío. Qué amor, parecía un perro guardián cuidando a su dueño.

—¿Por qué Isaac no reaccionó? —habló esta vez Erica, mirando a Derek.

Sonreí. Lo siento, Isaac, pero si Derek ataca a mi manada yo ataco a la suya.

—Porque la lealtad de Isaac está dividida —respondí y miré a mi tío—. No vuelvas a decirme cómo tratar a mis betas, yo no lo hago con los tuyos.

—Tal vez no estabas lista para tomar el poder.

Me alejé de él como si me hubiera atacado físicamente. Aquel era un golpe bajo, porque él sabía sobre mis sentimientos. El poder me pertenecía a mí por herencia. Fue de mi abuela, luego fue de mi madre y yo debía heredarlo según nuestras tradiciones familiares. Supe durante toda mi vida que estaba destinada a convertirme en Alfa cuando mi madre muriera, y lo único que había querido durante diecisiete años fue que ella se sintiera orgullosa de mí.