The Alpha Wolf [Teen Wolf II]

XV

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Después de que la ambulancia se llevara a Sebastian y Matt, me dirigí hacia mi casa mientras hablaba por teléfono con Steve.

La chusma de Isaac le había contado lo que pasó apenas Scott y Stiles llegaron con Erica herida. Aparentemente, Derek temió por un momento que la chica vaya a morir y Scott había aceptado ser parte de la manada de Derek pero solo para atrapar a Jackson y ayudarlo con su pequeño problema.

Recién cuando entré a mi casa y le aseguré a Steve que estaba a salvo, él me liberó.

En mi casa Thomas me estaba esperando sentado en la barra de la cocina con un café en la mano. Alcé una ceja al verlo tan pensativo, pero me acerqué a él y besé su mejilla. Él sonrió al verme.

—Madi, ¿tienes tiempo para hablar?

—Obvio —respondí, sirviéndome el café que quedaba en la cafetera—. ¿Es sobre aquello que no me quieres contar?

Thomas había estado las últimas semanas comportándose muy raro. Primero, excesivamente feliz, luego deprimido, y también enojado con todo el mundo.

Él esperó a que estuviese sentada enfrente de él para hablar.

—Bueno, Madi, hace un par de meses un agente especial se contactó conmigo y me ofreció un trabajo.

—¿Un agente especial? —repetí, estupefacta—. ¿Como... los federales?

Él asintió y tomó un sorbo de café. Estaba nervioso, podía darme cuenta con solo verlo. Sabía que quería tomar el trabajo, pero también sabía que pondría antes mi bienestar y comodidad. Lo había hecho cuando quisieron ascenderlo a detective, lo cual significaba más horas en el trabajo y menos horas conmigo, por lo que no dudó en rechazarlo.

Tom era una persona muy inteligente. Era capaz de ver el panorama completo, tal vez se debía a su conocimiento sobre el mundo sobrenatural que era uno de los oficiales que más casos había resuelto en Beacon Hills, por lo que no era muy raro que se lo quisieran llevar de aquí.

Si dejaba ir esta oportunidad, su carrera nunca más despegaría.

—Sí, Madi, los federales —respondió—. Es para una misión encubierto. El jefe de una mafia que solía estar instalada en Chicago volvió.

—¿Y tú lo conoces?

—Sí, cuando estaba en el último año de la academia la Unidad Antivicios me sacó para una misión encubierto con una mafia que operaba por todo el país. Necesitaban una cara nueva y fui el elegido. Eventualmente, el FBI tomó el caso y algunos años después me trasladé aquí —me explicó. Yo asentí.

Sabía que solía vivir en Chicago, pero nunca me había contado nada de sus principios en la policía. Yo solo sabía sobre los casos que involucraban lo sobrenatural.