VII

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La sangre salía sin parar del torso de la chica, empapando su camiseta. Steve tenía sus manos tapando su herida, en un vano intento por frenar la hemorragia, pero era una tarea imposible.

La respiración de la castaña era agitada. Luchaba por respirar, mientras se aferraba a la mano de su amiga morocha, que la miraba sin saber qué hacer. La reconocí, iba a la escuela con nosotros solo que era un año menor. Sin embargo, no tenía ni idea de quién era la chica herida.

Steve se alejó para que yo reemplace su lugar. Limpió la sangre de sus manos en su pantalón y sacó su teléfono para llamar una ambulancia, pero soltó una maldición.

—No hay señal.

Apreté los labios pero no respondí nada, preferí arrodillarme al lado de la castaña y tomar su mano. Mis venas se tiñeron de negro cuando absorbí su dolor, permitiendo que la chica pueda respirar un poco mejor.

—¿Cómo te llamas? —pregunté.

—M-May —balbuceó ella, sin dejar de apretar mi mano y la de su amiga.

Tenía miedo, podía sentirlo. La morocha a su lado acariciaba su cabello y balbuceaba palabras para intentar calmarla, mientras que Steve abandonó su intento de llamar a una ambulancia luego de unos segundos y siguió tratando de frenar la hemorragia.

—Estarás bien, May —le dije. Intenté hablarle de manera suave para que no se asuste más de lo que ya estaba—. Necesito que te enfoques en tu respiración, ¿puedes hacer eso? Intenta respirar hondo mientras Steve y yo nos encargamos de tu herida.

May intentó regular su respiración, pero era una misión imposible para ella, ya que estaba asustada y adolorida.

Steve me dedicó una mirada.

—Podemos llevarla a un hospital, pero no llegaremos a tiempo —me susurró, sabiendo que yo podía oírlo sin necesidad de que ellas lo hagan también—. No tiene tiempo.

—Hay que hacer algo —murmuré—. Tus padres son doctores.

—Eso no significa que yo sepa algo —gruñó él y luego me miró con el ceño fruncido. Se le había ocurrido una idea, una idea que a mí no me gustaba en lo absoluto—. Derek dijo...

—No.

—Madi, la curarás.

—O morirá por mi culpa.

—Morirá de todas maneras.

—¡No hablen como si no estuviéramos aquí! —espetó con nerviosismo la morocha.

Steve y yo nos miramos con nerviosismo y luego miramos a la chica herida. Sus párpados le pesaban y parecía que le costaba mantenerse despierta. La sangre ya había cubierto casi toda su remera, pegándola a su torso, y tenía un hilo de sangre asomándose en sus labios.

The Alpha Wolf [Teen Wolf II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora