Corto

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Las paredes blancas no lograban contener la brisa gélida que circulaba por el salón.

Mi registro escribió voces con timbres diferentes, uno más roto que el anterior.

Los vasos de sus ojos teñían de rojo la zona libre que encontraron.

Violentamente un sillón marcado en sobriedad llamó a mi cuerpo para sentarme.

Una arcada sonó, pero regresó a mi estómago al ver que nadie me notaría.

Pasaron junto a mis pies enfundados de blanco y azul sin temor a represalias.

Dos búhos tirados en la repisa buscaban tranquilidad en mí, y solo fui capaz de trazar las orillas de una flor perpetua durante horas.

No vi abrirse los ojos, pesaban y jamás tendrían la dicha de oírla chillar, apesar de ver su declive arropado en medio del salón.

Espacios en BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora