A partes

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Quise besarte.

Me entraron unas ganas en las manos de dejarlas encima de tus mejillas y darte un pequeño beso. Me obligué a creer que la luz que emitía tu celular era un agente distractor que jugó en mi contra.

Recuerdo haber mirado a través de la extensión de vidrio y percatarme de que sin intención, había impregnado de tu aire cuatro temas que me helaban la piel, que aunque me arrancara el corazón, en la sangre seguirían circulando tus delicadas palabras.

Es un desastre que me confunde a mares; la satisfacción de un momento anhelante, el deseo de borrar todo de mi cabeza, o morir en sí.

¿Qué fue en verdad?

A noche alumbrada no sé con qué perla dirigirme a tu esencia, ni menos de dónde saqué tanta confianza para confesar hasta el hilo más absurdo de mis telas; era un prejuicio superfluo el que me acechaba, donde las líneas disonantes de tus uñas marcarían a un par de ojos clavados, y donde, en forma inconclusa, quedaría grabado para la eternidad.

Pongo las distancias, limitándome a sentir lo que en mi vida había vivido, aquella paz humeante ensimismando a un desconocido, un charco seco sin pisadas encima; a medias me perdono.

Entre lloros me lamento haber humedecido mis labios.

De la dignidad y lo que trae, por su boca por primera vez entendí.

Quitar las puntadas siempre dejará una cicatriz, cariño.

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