Yo

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Había un bullicio ensordecedor. Mis oídos consentidos pasaron a encogerse y cerrarse hasta que acabara. No era mi primer día, pero mis facilitadoras brillaban por su ausencia. Escondí mi cabeza en el temple de la mesa. La posición no le hacía justicia a mi espalda, pero esperaba que la madera me quisiera y obtuviera mi atención.

Habían divisiones, aromas de alimentos provocativos, y un silencio que me refugiaba de mi alrededor. La cuestión no era escribir sin razón, sino que la soledad se apagaba, era como hablar directamente conmigo. Derramar mis tenues atenciones en zonas que no harían daño.

El mundo que me rodeaba no hacía amago de detenerse. Aumentaba la velocidad, caía enroscado y pedía algo más que paz.

Si era así, mientras tuviera a la mano cualquier elemento para escribir, estaría en paz sin importar qué.

01:36 p.m.
23/02/23

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