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Se despertó sobresaltada cuando escuchó la alarma de su teléfono sonar.

Se vio obligada a cerrar los ojos por la claridad de la habitación a la que no estaba acostumbrada.

Bostezó, se desperezó y soltó un suspiro.

Se levantó de la cama hacia el servicio para lavarse la cara.

Se miró al espejo y recordó el sueño que había tenido esa noche.

No había sido una pesadilla ni un sueño extraño, simplemente era ella paseando por Mykonos mientras sonaba una canción de la boca de un chico que no salía y cuyo tema no reconocía.
Pero le había parecido tan real que al despertar se había extrañado.

Decidió no darle más vueltas al tema y tras arreglarse un poco bajó a desayunar.

En la recepción se encontraba la misma mujer que le había recibido el día anterior.

- Buenos días - saludó en inglés amablemente.

La señora le hizo un gesto con la cabeza devolviéndole la sonrisa y la chica continuó su paso.

Miró su reloj y observó que aún quedaban dos horas para la cita que tendría esa misma mañana, por lo que se tomó el desayuno tranquila.

Al terminar subió a la habitación para recoger sus cosas y entonces sí, puso rumbo al local en el que había sido citada.

Su teléfono móvil le indicó durante todo el trayecto a pie pero inevitablemente, dado su nulo sentido de la orientación, acabó algo perdida y se vio obligada a pedir ayuda a algún vecino que con suerte hablara inglés.

Finalmente, y tras más tiempo del esperado, logró encontrar el lugar.

Volvió a mirar su reloj. Genial, llegaba cinco minutos tarde.

Aligeró su paso pero inevitablemente lo detuvo junto a la puerta del establecimiento.

Eso no le podía estar pasando a ella.

Pensó que el mundo, la vida y el universo conspiraban en su contra; pues estaba segura que no existiría en el mundo persona más desafortunada que ella.

Se encontraba a las puertas del bar en el que había chocado el día anterior, donde había conocido a aquel camarero, el chico rubio que tan mal le había caído.

Suspiró.

Las cosas no le podían ir peor.

Entró con miedo, podría haber puesto en peligro la oportunidad de su vida la noche anterior.

Tal y como cruzó la puerta se encontró de frente con una mujer que le sonreía y quién supuso, sería, la mujer con la que había contactado por teléfono.

- ¿Eres Eva? - le preguntó la señora en inglés.

- Sí - respondió tímida ella -. Siento mucho la espera, he tenido unos contratiempos con la localización.

De repente una voz a sus espaldas la sobresaltó.

- Vaya, si es doña educada.

Era él, no podría ser otro.

No le quedó más remedio que morderse el interior de las mejillas para no soltarle cualquier barbaridad delante de la que podría ser su futura jefa.

Fingió una sonrisa y volvió su rostro para ignorarle.

- Hugo, vete a seguir trabajando - espetó la mujer al chico.

Así que Hugo, pensó.

El rubio hizo caso a la señora y cuando desapareció del campo de visión de ambas se sentaron en una pequeña mesa.

- Disculpa a mi nieto - le habló la mujer esta vez en español -. No sabía que eras de España.

La chica asintió.

- Soy de Galicia.

En aquel instante juraría que la cara de la mujer palideció pero la recompuso al segundo.

- Y bien, ¿qué te ha traído hasta aquí? - le preguntó.

- Necesitaba cambiar de aires y vi el anuncio en una página web - explicó la chica -. Me han hablado maravillas sobre la isla y pensé que podría ser una buena oportunidad para desconectar de mi rutina.

La mujer asintió sonriendo.

- Y dime, ¿tienes experiencia en este tipo de trabajos?

- A decir verdad, no - sonrió levemente -. Tengo el título de Bachillerato de Humanidades, un curso de interpretación y he dado clases de canto en varias ocasiones. Pero me desenvuelvo bien con la gente y hablo a la perfección el inglés.

- Creo que es un muy buen currículum a pesar de todo - le sonrió la señora -. ¿Cuántos años tienes?

- Cumpliré veintiuno el mes próximo.

- ¿Y cómo te estás pagando la estancia aquí?

- Llevaba tiempo ahorrando para esto y además, mi madre, aunque no es muy dada a que me encuentre aquí, me ha pasado también unos ahorros.

- Genial Eva, yo creo que ya sé todo lo que tenía que saber, ¿me acompañas un momento? - le preguntó la mujer levantándose de su asiento.

La chica la imitó de manera veloz y la siguió hasta la puerta que daba a la habitación de dónde la noche anterior había salido el chico rubio cuando fue a recoger su teléfono.

Al pasar encontró una estantería bastante amplia, el espacio era reducido pero no mucho.

La mujer cogió algo del fondo de una de las baldosas y se lo entregó a la gallega.

- Este es tu uniforme, empiezas mañana mismo - le sonrió.

La chica la miró incrédula, no se lo creía.

- ¿Lo dice enserio? - le preguntó con una gran sonrisa en la cara.

- Tenía muy claro desde el principio que dabas el perfil perfecto para este trabajo y la breve entrevista no ha hecho más que confirmármelo - le respondió la señora -. Nos urge una camarera nueva porque Hugo ya no puede solo con todo así que el puesto es tuyo.

- Dios mío - exclamó -. Muchísimas gracias enserio.

Salieron de aquel cubículo topándose de frente con el chico de ojos verde.

- Hugo, espera - le detuvo la mujer.

El aludido depósito la bandeja que llevaba en la barra y tras limpiarse las manos se acercó a ellas.

- Ella es Eva, será la nueva camarera y empezará mañana de diez a dos y de cinco a nueve. Confío en que la trates como debes y le hagas sentir cómoda.

El tono duro impuso hasta a Eva.

La expresión de Hugo era obediente y le extrañaba verle así después de haberle conocido como lo hizo el día anterior.

Entonces cayó en la cuenta de que debería trabajar con él de lunes a viernes gran parte del día y no pudo evitar recordar que la suerte y ella no eran compatibles.

A pesar de todo tenía el puesto, por el momento se quedaba en Grecia, pero se avecinaban días intensos.

***

¡Hola!

Pues aquí tenéis otro capítulo.

¿Qué os parece todo hasta el momento?

Nos vemos el próximo lunes.

Feliz semana.

🤍🤍🤍

Firmando HistoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora