XVIII

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Eva pisó tierras gallegas por la tarde y lo primero que vio al salir del aeropuerto fue a su madre.

Corrió hacia ella fundiendo a ambas en un largo y caluroso abrazo.

No sabía bien cuánto la echaba de menos hasta que la volvió a sentir cerca.

- ¿Qué tal estás mi vida? - le preguntó la mujer.

- Genial mamá, Mykonos es preciosa y estoy disfrutando como nunca - aseguró.

Su progenitora la miró con ilusión y emoción.

- Vamos a casa.

Durante el trayecto en coche la chica relató a su madre el mes que llevaba en la isla. Le habló del bar, de Hugo, de las veces que habían salido juntos, de Aquiles incluso.

Obvió contarle la aventura en la que estaban inmersos. No le habló sobre la casa, el cuaderno que llevaba en la maleta ni tampoco de la misteriosa historia de los abuelos de su nuevo amigo.

Y no fue porque no quisiera. Deseaba compartir con su madre la adrenalina y la emoción de estar viviendo una historia de película.

No lo hizo por respeto a Hugo.

El chico había confiado mucho llevándola a la casa, abriéndose con ella.

No era nadie para desvelar todo lo que tramaban pues sabía que a él no le haría mucha gracia.

Al llegar a su casa lo primero que hizo fue descalzarse sobre la hierba y sentirla entre sus pies.

El cielo estaba encapotado, no tardaría mucho en ponerse a llover. Y no le extrañaba, casi era octubre y estaba en Galicia.

Pero respiró hondo inhalando el olor a lluvia que desprendía la tierra o el de la sal que traía la brisa desde el mar.

Y mientras cerraba los ojos respirando de pie frente a su casa, sonrió.

Porque la última vez que estuvo allí, aunque ilusionada por el viaje, se sentía tremendamente perdida en la vida. Y ahora sentía que estaba encontrando su lugar, que a pesar de haber pasado tan solo un mes de su marcha, no era la misma persona que se fue.

Entró a su casa dónde se olía el aroma de la cena que estaba preparando su madre.

- ¿Sabes? - le dijo esta cuando ella entró a la cocina.

Miró a la mujer esperando sus palabras.

- He tenido miedo estas semanas - le confesó mirándola con una sonrisa -. Creía que no estabas preparada para enfrentarte a la vida tú sola. Supongo que una madre nunca está totalmente capacitada para dejar a su hija marchar.

La chica ladeó la cabeza levemente sonriendo.

- Pero te veo ahora y sé que has madurado, pero también sé que solo has desarrollado esta madurez, porque ya la tenías de antes, solo que quizás no te permití lo suficiente mostrarla.

La mujer hizo una pausa para tomar aire y prosiguió.

- Siento mucho enfadarme la noche que me contaste que te marchabas, si hubiera sabido que crecerías tanto a nivel personal, te hubiera animado mucho antes a hacerlo.

La única reacción de Eva fue lanzarse a los brazos de su madre y estrecharla fuertemente entre ellos.

- Necesitaba esta oportunidad mamá - le dijo poco después -. Estoy muy feliz y me siento productiva, y aunque echo tremendamente de menos estar aquí en casa, estar en la isla, trabajar en el bar o incluso pasar tiempo con Hugo es algo a lo que me podría acostumbrar fácilmente y que me hace bien.

Firmando HistoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora