El jueves, al finalizar la jornada en el bar, Eva recogió todas sus cosas para marcharse a cambiarse al hostal y dirigirse a dónde había quedado con Aquiles.
Hugo la llamó antes de que se fuera.
Ambos habían estado distantes ese día, no habían cruzado muchas palabras y todas habían sido sobre trabajo.
- ¿Te ha dicho algo Aquiles sobre el cuaderno? - preguntó el chico.
- ¿A mí? - respondió ella.
- Sí, eres tú quién habla con él.
Y aunque no fue su intención, sonó más frío y borde de lo que le hubiese gustado.
Lo notó cuando la cara de la chica palideció un poco ante el tono y se sintió mal.
- Pues no, no me ha dicho nada - contestó ella algo seca -. Me tengo que ir, nos vemos el lunes.
Y sin dejar que el chico contestara, desapareció tras la puerta.
El rubio se maldeció a sí mismo por dejar que sus nacientes celos hubieran salido a la luz.
Aquella situación se les estaba complicando.
Eva se marchó algo molesta y él se quedó en el bar un rato más que de costumbre.
A las diez, tal y como habían acordado días atrás, Aquiles y la chica se vieron en un bonito restaurante griego.
El chico era muy correcto y educado, Eva lo pudo comprobar mientras comían.
No tocaron temas muy íntimos más allá de algunos detalles personales.
Y a pesar de que lo intentó, una parte de ella no se sintió muy agusto y cómoda durante la velada.
Aunque Eva sabía perfectamente por qué.
No dejaba de pensar en qué había pasado de la noche a la mañana para que las cosas entre ella y Hugo estuvieran tan tirantes.
Además, no había parado de comparar mentalmente al chico con el que cenaba esa noche con el rubio que probablemente descansaba en su casa ya.
- ¿Te apetece más vino? - preguntó Aquiles sacándola de sus pensamientos - ¿O prefieres que terminemos ya y demos un paseo?
Ella sonrió algo forzada y respondió:
- Preferiría que nos fuéramos ya, no me apetece más alcohol en sangre - bromeó intentando disimular su incomodidez.
El joven rio levemente y tras pagar a medias la cuenta, se marcharon por la orilla.
- Se me había olvidado por completo - dijo Aquiles luego de unos minutos caminando -. Tengo el cuaderno que me dejásteis terminado.
Eva abrió los ojos sorprendida y sonrió esperanzada.
Hugo estaría nerviosísimo por saber qué decían aquellas páginas y a ella le enterneció imaginárselo.
- ¿Me acompañas a la tienda y te lo llevas tú para dárselo a Hugo? - le preguntó.
- Claro, claro - contestó apresuradamente -. Vamos.
Una vez en el establecimiento, entraron y el chico buscó una bolsa de plástico que más tarde le entregó a la joven.
- El cuaderno está intacto - explicó -, no hemos podido rescatar todas las páginas pero la mayoría sí. Son las que están en estos papeles de aquí - concluyó señalando un conjunto de folios que guardaba aquella bolsa también.
- Muchísimas gracias de verdad - sonrió ella sin apartar la vista del cuaderno -. Dime cuánto es.
No quería que Hugo tuviese que pagar aquello, quería darle la sorpresa.
- Nada, de verdad - sonrió el joven -. Conozco a Hugo y es un buen chico y después de la noche de hoy, no podría cobrarte nada a ti.
- Déjame agradecertelo de alguna manera - insistió ella.
El chico negó, aunque añadió:
- Déjame que te acompañe mañana al aeropuerto.
Eva sopesó la propuesta mentalmente.
Hugo también se lo había pedido y ella le había dicho que no, pero aquel chico acababa de hacerle un favor a ambos y no podía negárselo.
- Está bien, pasa por mí a las seis y media al hostal - acabó aceptando.
- Genial, mañana nos vemos.
Y a diferencia que con Hugo, la chica volvió esa noche sola al hostal.
Vestía un bonito vestido blanco y paseaba de vuelta por el paseo marítimo dónde solo un par de personas quedaban por la calle.
De repente escuchó el rasgueo de una guitarra que le sonaba bastante, pero iba tan pendiente del cuaderno y las hojas que llevaba entre las manos, que ni siquiera le echó cuenta.
Al llegar al hostal, terminó de cerrar la maleta dónde incluyó la bolsa que le había dado Aquiles minutos antes.
Era algo tan preciado para Hugo, y ahora para ella, que no podía arriesgarse a dejarlo allí y que algo le sucediera.
Estaba muy emocionada por ver la reacción de Hugo en cuánto le diera la sorpresa.
No podía parar de pensar en él, y aquello, aunque le gustaba, no dejaba de darle un poco de vértigo.
A la mañana siguiente Aquiles la recogió en un bonito coche blanco para llevarla al aeropuerto, allí se despidieron en la entrada.
- Gracias por traerme, y por no cobrarnos lo del cuaderno - agradeció la chica cogiendo sus maletas del maletero del coche.
- No tienes nada que agradecer, lo he hecho porque quería.
Ambos se sonrieron.
- Nos vemos la próxima semana - se despidió ella.
Pero antes de marcharse, Aquiles tomó su brazo suavemente y la giró depositando un suave beso en sus labios que a la chica cogió desprevenida.
Cuando notó su incomodidez se separó pidiéndole perdón.
- Yo, lo siento Aquiles - dijo ella algo apurada -, pero no puedo corresponderte.
- Lo entiendo, lo siento yo también - sonrió él -, no quería incomodarte.
Ella asintió.
- Buen viaje.
Pero lo que ninguno supo fue que Hugo presenció esa escena el tiempo suficiente como para malinterpretar todo.
Había ido hasta el aeropuerto con la intención de arreglar con Eva lo que había ocurrido la tarde anterior en el bar.
Al llegar se había llevado la primera de las sorpresas.
Claro, Eva no quiso que le acompañara al aeropuerto porque ya iba Aquiles.
Por un momento se molestó puesto que pensó que por lo menos hubiera podido decírselo.
Y aunque volvió a encaminar su paso hasta ellos decidido a aclarar las cosas con la chica antes de que esta se fuera, se volvió a detener en aquella esquina cuando se percató del beso que sucedía entre ambos.
Y sin pensárselo, dolido y molesto sin razón alguna, abandonó el lugar.
No habían solucionado nada y con total probabilidad, lo habían empeorado todo.
¡Hola!
Feliz comienzo de semana.
Suerte a los que empezáis esta semana de nuevo las clases y ánimo a los que ya lo habéis hecho.
Contadme que os está pareciendo la novela.
El miércoles más.
🤍🤍🤍
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Firmando Historias
Hayran KurguMykonos, Grecia. Ella escapa de la rutina. Él busca respuestas a su pasado. Un bar, una casa antigua y un cuaderno. Una playa, una canción y una historia. - Firmando Historias.