La luna le observaba caminar cruzando esas calles idílicas que a la isla pertenecían.
El sol se había escondido tiempo antes y solo la luz de las estrellas ayudaba a las farolas a alumbrar la ciudad.
Mykonos.
La suave brisa marina golpeaba levemente su cara agitando su larga cabellera castaña.
El mar en calma ponía sinfonía a aquel ligero paseo.
La población dormía, los establecimientos comenzaban a cerrar y poco ruido interrumpía el calmado ambiente.
El vestido blanco que llevaba hacía juego con las paredes encaladas de las típicas casas que a su derecha emergían.
Los tejados azules de estas, nada tenían que envidiar al intenso azul de sus ojos.Y de repente unos acordes detuvieron sus pasos en mitad del pavimento.
Sus oídos recibían un dulce sonido que ya no solo era el suave rasgueo de una guitarra, sino que ahora se distinguía una voz ronca pero digna de ser escuchada.
Por más que miraba a su alrededor no encontraba el lugar de dónde provenía tan embelesador sonido.
Y mientras sus pasos volvían a trazar camino, su mente divagaba mientras su mirada se perdía en el horizonte sin dejar de escuchar aquella canción a la que no conseguía reconocer.
Los acordes se fueron alejando y con la intriga de quién sería el intérprete y cuál sería la canción, llegó a su destino.
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Firmando Historias
أدب الهواةMykonos, Grecia. Ella escapa de la rutina. Él busca respuestas a su pasado. Un bar, una casa antigua y un cuaderno. Una playa, una canción y una historia. - Firmando Historias.