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La mañana despertó nublada.

El cielo estaba cubierto de nubes grises que amenazaban con descargar en cualquier momento sobre la ciudad.

Hugo esperaba a que Eva bajase del hostal para ir a recoger a Antón al aeropuerto.

Estaba nervioso, como nunca antes lo había estado.

Iba a conocer a su abuelo y a presenciar el reencuentro de este con su abuela.

Eva lo notó en cuanto llegó a su altura.

- Buenos días - dijo tímida y con el semblante serio.

Él respondió de la misma manera y ambos entraron al coche.

- He avisado a mi abuela y a mi madre - dijo Hugo arrancando el vehículo -. Nos esperan en casa de mi abuela en cuánto recojamos a Antón.

La chica asintió y perdió la vista por la ventanilla.

Lo cierto es que llevaba dos días sin estar de humor y dos noches sin descansar bien.

Estaba agotada física y mentalmente.

Pero tenía la esperanza de que al volver a ver a Antón, algo dentro de ella aliviara.

El resto del camino lo hicieron en silencio y al llegar al aeropuerto, mientras esperaban a que aterrizara el vuelo, Eva le pidió algo a Hugo:

- Que Antón no note que las cosas entre nosotros no están bien, por favor.

El chico asintió.

Y en ese instante la gallega divisó a lo lejos la inconfundible figura del farero.

Sonrió ampliamente y de verdad y se giró a mirar a Hugo.

- ¿Es él? - preguntó.

- Es él - afirmó ella.

Y cuando el hombre se hubo acercado un poco a ellos, Eva corrió a sus brazo.

- Mi niña - sonrió Antón besando su cabeza.

Al separar el abrazo los ojos de ella estaban cristalizados, en parte por la emoción del momento y en parte por todo lo que llevaba acumulado en aquellas horas.

Pero Antón, que la había visto crecer y la conocía a la perfección, supo notarlo.

- ¿Qué ocurre Eva? - preguntó un tanto preocupado.

La chica ignoró la pregunta temiendo romperse más.

- Ven, quiero que conozca a alguien - sonrió triste.

El señor lo dejó pasar y juntos se acercaron a Hugo que observaba la escena desde lejos.

- Antón, este es Hugo - sonrió la chica presentándolos -. El nieto de María, y - hizo una pausa - tu nieto.

Antón abrió los ojos sorprendido.

- Eso, eso es imposible - tartamudeó nervioso.

- Tenemos mucho que contarle - dijo Eva poniendo una mano sobre el brazo del gallego que no entendía nada.

- Será mejor que vayamos a ver a mi abuela - dijo Hugo cogiendo las maletas del hombre y dirigiéndose al coche.

- ¿Cómo que mi nieto, Eva? - preguntó Antón que iba pasos por detrás junto a la joven.

- Es una historia muy larga, y creo que nadie mejor para contársela que María - sonrió -. Vamos.

Y juntos aligeraron el paso y se montaron en el vehículo.

Todo el camino lo hicieron en silencio, un silencio incómodo a decir verdad.

Pero antes de que la tensión creciera, llegaron a la puerta de la casa de María.

Hugo y Eva fueron lo primeros en bajar del coche.

Hugo fue directo a por las maletas y Eva ayudó a Antón a bajar.

Y cuando el hombre puso ambos pies en el suelo, en aquel instante, María salió de su casa seguida de su hija.

Quizás ambos en aquel momento sintieran que el mundo paraba a su alrededor.

El ambiente que se creó fue digno de película.

Antón avanzaba lentamente hacia ella que aguardaba en la entrada con las manos tapando su boca y lágrimas de emoción por sus mejillas.

Eva miró a Hugo y descubrió que él también la miraba.

Ambos sonrieron sinceros y olvidando todos los problemas por unos minutos, el chico pasó su brazo por los hombros de ella acercándola a él y la chica reposó su cabeza en su hombro.

Ambos pudieron contemplar de lejos, dándoles su espacio, como Antón y María volvían a abrazarse casi cuarenta años después de la última vez que se vieron.

Como la mujer lloraba desconsolada en su pecho y él besaba sin parar y con los ojos cerrados su cabeza.

Eva levantó la vista y se encontró a Hugo mirándoles con los ojos aguados.

Nunca le había visto llorar, ni siquiera emocionarse.

Por eso, solo pudo abrazarse a su cintura para demostrarle que estaba allí, a su lado. Que a pesar de todo le quería y le apoyaba siempre.

Finalmente, Antón y María deshicieron el abrazo y la mujer dirigió su mirada a la pareja invitándoles a entrar con la mano.

Hugo y Eva volvieron a mirarse intentando leer en los ojos del otro todo lo que pasaba por su mente. Después separaron sus cuerpos y caminaron hasta la familia del chico.

Una vez dentro de la casa, Antón tenía demasiadas preguntas y destinaron gran parte de la tarde a contarle toda la historia, toda su historia.

No obviaron ningún detalle, Eva también fue partícipe de la narración y le contaron todo desde la llegada de la chica a la isla, el hallazgo del cuaderno y como esos casi dos meses habían desembocado en aquel mismo momento.

***

¡Hola!

Perdonad la ausencia de estos días, sigo liada.

Se acerca el final de la novela.

¿Qué creéis que ocurrirá?

Nos leemos pronto, mientras tanto, a escuchar "Cero" y a leer "Un 2% (mío)"

🤍🤍🤍

Firmando HistoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora