XII

384 42 4
                                    

- ¿Y tú? - le preguntó él - También me dijistes que era lo más parecido a un amigo que has tenido.

La chica asintió suspirando.

Volvió su mirada al frente donde el mar rompía a escasos metros de ellos.

La luna se reflejaba en el agua y las estrellas dibujaban constelaciones en el firmamento.

- He tenido una infancia complicada - respondió.

El chico asintió comprendiendo, al final resulta que no eran tan diferentes.

- Mi padre es marinero y pocas, muy pocas veces pasa por casa - le empezó a contar -. Mi madre es la que me ha cridado prácticamente, con ayuda de mis abuelos maternos.

Eva volvió la mirada y se encontró con la de Hugo que la escuchaba atentamente.

- Mis abuelos murieron hace unos años, primero mi abuelo y más tarde mi abuela - relató -. Fue un golpe muy duro porque mi relación con ellos era muy especial - concluyó mirando el reloj de su muñeca.

La chica hizo un silencio que el rubio no se atrevió a romper.

- Mi madre es profesora y siempre he dado clases en mi casa, no he ido nunca a un colegio - explicó -. Y bueno, vivo en una casa de campo bastante alejada del centro de la ciudad, por lo que no he tenido mucha relación con la sociedad.

- Y ¿puedo preguntar por qué decidistes buscar trabajo tan lejos de España?

- Por esto mismo, necesitaba conocer mundo, socializar, desenvolverme con la gente - contestó -. Llevo toda mi vida aislada y ya estaba agobiada, sentía que no era yo, que no me encontraba y que estaba desperdiciando los mejores años de mi vida. Necesitaba alejarme de mi zona de confort para vivir.

- Entiendo - casi susurró el chico.

Ambos mantuvieron el silencio varios minutos.

- Cuéntame algo de tu vida en Galicia - pidió él.

Ella sonrió.

- Como te he dicho, vivo en el campo, cerca de un acantilado y prácticamente al lado de la playa - le respondió -. Al final del acantilado hay un faro enorme que guarda un viejo amigo de mis abuelos, se llama Antón. Para mí este hombre es muy importante porque siempre ha estado ahí desde que tengo uso de razón.

Hugo sonrió por la manera en la que Eva hablaba de su tierra.

- Siempre me contaba la misma historia, decía que se había enamorado de una mujer llamada María en Barcelona y que habían venido a Mykonos después porque él era marinero. Pero Antón tuvo que volver a Galicia y ella no quiso por lo que se quedó en la isla, desde entonces no volvió a saber nada de ella.

- ¿Y te has parado a pensar que quizás esa mujer sigue por aquí? - le preguntó Hugo interesado.

Ella sonrió negando.

- No creo, Antón es muy mayor por lo que supongo que María también, a lo mejor ni vive ya - respondió.

El chico levantó una ceja y acabó asintiendo.

- ¿Y tú? Cuéntame algo de tu vida.

- Pues no sé - respondió dubitativo -. Me encantan las motos y los coches y me encantaría trabajar en algún taller, pero mi abuela necesita ayuda en el bar y no puedo decirle que no.

- ¿Has estudiado? - preguntó Eva.

- Fui al colegio en Córdoba y al instituto en Barcelona, pero no más - respondió -. Yo no sirvo para estudiar, Eva - rio.

La chica acompañó sus risas.

- ¿Y tú? - le preguntó el chico.

- Terminé el bachillerato con ayuda de mi madre y una profesora a domicilio. Como ya te he dicho no he ido nunca al colegio porque mi madre pensaba que era más cómodo así - respondió -. Luego hice un curso de interpretación un verano en el que sí que conocí a gente pero nada más allá de ser compañeros, y bueno, he dado algunas clases de canto.

- ¿Cantas? - preguntó el chico.

Ella se sonrojó.

- Poco, además hace mucho que no lo hago, prefiero la actuación.

- No te voy a insistir pero pienso lograr escucharte cantar algún día - respondió el rubio.

La chica soltó una carcajada y se levantó de la arena recogiendo la caja de la pizza que habían cenado.

- Vámonos anda, que mañana trabajamos - le dijo.

- ¿Ya se ha cansado de mí la señorita educada? - bromeó Hugo siguiendo su paso.

- Es que no he nacido para aguantar pesados, lo siento.

El chico rio y ella también.

- Qué ataque más gratuito.

La vuelta la hicieron entre risas, bromas y anécdotas sin importancia.

Nuevamente, Hugo acompañó a Eva hasta el hostal donde se despidieron.

- Vamos el sábado a ver a Aquiles y llevarle el libro, ¿verdad? - preguntó el chico.

Ella asintió.

- Por supuesto.

A continuación se dieron un abrazo y Eva se dispuso a marcharse.

- Me lo he pasado muy bien, gracias - le dijo antes de desaparecer por la puerta.

Hugo sonrió, había sido un gran día para ambos.

Antes de dormir, Eva decidió escribir de nuevo a Antón.

Querido Antón:

No se imagina lo bien que van las cosas por la isla.

Llevo poco más de dos semanas y siento como si hubiera vivido aquí toda mi vida.

Reitero en que esta ciudad es preciosa y cada día me enamora más.

En el trabajo todo marcha de maravilla y cada vez tengo más claro que mi paso por aquí no será breve, algo que me anima.

El chico que le comenté se llama Hugo y hemos hecho varios planes juntos estos días. Nos estamos haciendo amigos y eso es algo que me da vida también, pues bien sabe usted que no he tenido muchos.

Me siento productiva y feliz, muy feliz.
Estoy encontrándome a mí misma y descubriéndome.

Espero que por allí siga todo bien, por mí no debe preocuparse, le repito que hace años que no me sentía así.

Cuídese y responda a esta carta, quiero saber qué tal todo.

Besos,
Eva.

***

¡Hola!

Hasta aquí los capítulos de esta semana.

Contadme que os están pareciendo.

🤍🤍🤍

Firmando HistoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora