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Al domingo siguiente, Eva despertó tarde debido a la hora a la que se había acostado la noche anterior.

Al abrir los ojos, todo lo vivido esa madrugada inundó sus recuerdos y a pesar de haberlo llegado a pasar mal, se sintió feliz. Feliz y llena al poder decir que se sentía viva de nuevo, porque la sensación de vacío desaparecía con el rubio de ojos verdes al que había acompañado pocas horas antes.

El lunes amaneció y la vuelta a la rutina con ello.

La mañana en el bar estuvo un tanto ajetreada y apenas pudo charlar con Hugo más que escasos cinco minutos al llegar, antes de abrir.

El turno de mañana estaba por acabar y mientras el chico cobraba a los últimos clientes, ella limpiaba las pocas mesas que quedaban sucias.

De repente sintió su presencia a sus espaldas y se giró balleta en mano a mirarle con una sonrisa.

- ¿Qué pasa? - le preguntó divertida al ver cómo la miraba.

- Quiero proponerte algo, pero no sé cómo hacerlo - confesó él algo tímido.

- Mientras no me pidas matrimonio - bromeó ella un tanto preocupada.

Ambos soltaron una leve carcajada.

- Verás - habló el chico -, me sentó mal que la otra noche no pudieras disfrutar la biblioteca. Sé que te gusta leer y vi que estabas muy asombrada. Te aseguro que los lunes el vigilante descansa y prometo llevarte de día para que puedas ver todo mejor. ¿Te apetece venir esta tarde a la casa?

Ella le miró entre seria y enternecida.

- No creo que sea buena idea, Hugo - respondió dulcemente -. No quiero meterte en líos ni meterme yo.

- Eva, de verdad - insistió él -. Sé que no te he dado muchos motivos para hacerlo, pero confía en mí, esta tarde si quieres puedes disfrutar la biblioteca entera para ti sola.

La chica no dijo nada.

Se dirigió a soltar el delantal y coger su bolso, el turno había terminado.

- ¿Por qué tanta insistencia? - preguntó antes de marcharse.

Hugo suspiró y se frotó la frente, estaba visiblemente nervioso.

- Porque me lo paso muy bien contigo y como te dije el otro día eres lo más parecido a una amiga que he tenido en mi vida - acabó respondiendo -. Y quiero seguir conociéndote Eva.

La chica se sonrojó y sintió que se derretía.

Podría ser un chulo y un pasota a veces, pero cuando quería era realmente adorable.

Y a quién quería engañar, ella también lo sentía así, como a un amigo; y quería seguir conociéndole.

- Me lo pienso, ¿vale?

El rubio asintió emocionado.

- ¿Comes en el hostal?

Esta vez fue ella quién asintió con la cabeza y se acercó hasta él.

- Nos vemos luego - sonrió para luego dejar un beso en su mejilla y salir del local.

Que el chico le hubiera confesado aquello había hecho que se ablandase ante él, comenzaba a verle desde otra perspectiva bien diferente a la del primera día.

Se pensó varias veces la propuesta mientras comía y llegó a la conclusión de que las ventajas ganaban por goleada a los contras.

Si aceptaba pasaría tiempo con Hugo, desconectaría un poco y además descubriría detenidamente aquella magnífica biblioteca. Lo peor que les podía pasar era ser descubiertos, pero el rubio había asegurado que aquello no pasaría.

Al llegar de nuevo al bar tras su descanso, Hugo la esperaba en la puerta.

- ¿Qué? ¿Has decidido si vienes o no? - preguntó directo nada más verle.

Ella sonrió divertida.

- Está bien, acepto.

Acto seguido vio al chico bajar la persiana del bar y cerrar este a cal y canto.

- Pero - se quejó ella - aún no hemos terminado, tenemos que empezar el turno de tarde.

- Hoy no habrá turno de tarde - sonrió el chico -. Hoy nos vamos de descanso.

- Hugo, esto no entraba en el trato - respondió ella.

La chica se cruzó de brazos inmóvil frente al rubio y con un semblante serio. No le hacía gracia aquello.

- De este trabajo depende mi estancia aquí, no puedo echarlo a perder - explicó.

- Vamos Eva, un poco de emoción a la vida - insistió el joven -. Te prometo que mi abuela no se enterará de esto.

- Me estás pidiendo que confíe mucho en ti hoy - señaló la morena.

- Hazlo, y te prometo que no te defraudaré - pidió el chico -. Si lo hago estás en todo tu derecho de no volver a hablarme nunca.

La chica suspiró y bajó los brazos en un acto de rendición.

- Esto no puede salir bien - susurró para comenzar a andar.

Hugo sonrió victorioso y esta vez no cogió la mano de ella para guiarla hasta la casa, sino que la abrazó por los hombros y comenzaron a caminar así.
Aquello sorprendió a Eva pero no por ello se apartó.

A ojos de cualquier desconocido podían ser perfectamente una joven pareja paseando por la isla, sin embargo; tan solo eran dos jóvenes que comenzaban a conocerse y a entablar una amistad.

Al llegar a la casa, como la última noche que estuvieron allí, Hugo sacó la llave de una de las piedras de la calle y entraron a la vivienda.

A la luz del día, Eva observó que la casa era mucho más bonita de lo que le pareció la última vez. Algunas paredes tenían la pintura desgastada y de las lámparas colgaban telarañas, pero aquello no impedía que la belleza de aquel espacio tan antiguo reluciera.

Subieron las escaleras y llegaron a la puerta de la segunda planta, tras la cuál se encontraba la biblioteca.

Esta vez fue ella quién giró el pomo y abrió dicha puerta para luego dejar paso a Hugo que la miraba divertido.

Y allí estaban ambos, a los pies de inmensas estanterías repletas de cientos de libros antiguos.

Hugo se acercó al ventanal y lo abrió para luego sacar de su bolsillo una cajetilla de tabaco y encender un cigarro.

- Todo tuyo - le dijo a la chica refiriéndose a los libros.

Pero Eva ya había empezado a divagar entre los escritos, observando por dentro algunos de ellos y quitándoles el polvo a otros; subiéndose a las escaleras de madera para alcanzar los más altos y agachándose para ojear los que se encontraban en la parte inferior.

Sintió al chico sonreír a sus espaldas mientras la miraba y ella, inevitablemente, también lo hizo.

Estaba encontrando su lugar, pensó.

***

¡Hola!

Pues aquí tenéis un capítulo más.

Parece que las cosas avanzan entre ellos.

¿Qué creéis que va a pasar?

Nos leemos el lunes.

🤍🤍🤍

Firmando HistoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora