23. Padres

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KELLAN:

Me despierto en lo que parece ser una tienda de campaña, solo y sin saber cómo he llegado aquí. Intento recordar lo que ha sucedido en las últimas horas. Sé que hemos llegado a Moonskai y que Gia se ha arreglado con sus padres. Y la madre de Gia nos ha dicho algo.

¿Qué cojones nos ha dicho?

Trato de hacer memoria y... ¡Mierda!

Me levanto de la cama como alma que lleva el diablo y salgo de la tienda. Sigo el rastro de Gia hasta otra tienda de campaña un poco más alejada del resto y mucho más grande. Entro sin pensarlo y sin prestar atención a los doce pares de ojos que me observan como si me hubiese salido otra cabeza. Centro mi atención en la melena negra y azul que me da la espalda, la cojo por los hombros y le doy la vuelta.

Sus ojos color miel me reciben rojos e hinchados, ha estado llorando. Me mira asustada y frunzo el ceño al sentir su miedo.

—Os dejamos solos —dice Numeya y todos los presentes abandonan la sala.

Analizo el rostro de Gia pero solo encuentro tristeza y miedo.

—¿No lo he soñado, verdad? —susurro.

Ella agacha la cabeza y niega mientras un sollozo sale de sus labios.

Algo en mí se remueve y siento como mis ojos se humedecen.

Le cojo el mentón y levanto su cabeza con delicadeza para que vea la enorme sonrisa que tengo en la cara. Es entonces cuando el miedo empieza a desaparecer de su rostro y lo sustituye la esperanza.

—Vamos a ser papás Gia —le susurro tratando de contener todas las emociones que siento ahora mismo—. ¡Vamos a ser padres! —exclamo levantándola por la cintura y dando una vuelta.

Ella suelta una carcajada acompañada por un sollozo. La dejo en el suelo de nuevo y la acerco a mí.

—Eres lo mejor que me ha pasado en la vida Gianna —susurro sobre sus labios—. Y, acabas de hacerme el hombre más feliz del universo —digo antes de besarla.

Es un beso delicado y corto pero cargado de intenciones y promesas.

Cuando nos separamos seco sus lágrimas y dejo mis manos en sus mejillas. La contemplo como si fuese la obra de arte más bonita del mundo y, para mí, lo es.

Las lágrimas siguen cayendo por sus mejillas y me encargo de secarlas con mis pulgares mientras aprovecho para acariciar su rostro.

—¿Por qué lloras, bonita? —pregunto preocupado.

Ella contiene un sollozo para luego responder.

—Tenía miedo... tenía miedo de que no quisieras tener el bebé, de que me dejases de ver cómo me ves y te cansases de mí —dice mientras las lágrimas resbalan por sus mejillas—. Y, si lo haces, te entenderé. Hace muy poco que nos conocemos... Todo ha ido muy rápido y... —la corto antes de que siga diciendo tonterías.

—Gia. Jamás podría cansarme de ti, ahora mismo eres mi vida entera y, aunque todo haya sido muy rápido estoy más que feliz de poder empezar una familia contigo. No lo cambiaría por nada —le digo mirándola a los ojos y transmitiéndole que todo lo que le he dicho ha sido sincero.

Se le dibuja una pequeña sonrisa en la cara.

—Te amo, Kellan —susurra y siento como algo en mí se revuelve de felicidad.

Sonrío ampliamente.

—Yo también te amo Gianna —le digo para luego dejar un casto beso sobre sus labios—. Os amo —susurro al separarme y llevo mi mano a su vientre aún plano.

Las Sombras De VeliazkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora