Capítulo XX. Un deseo inconmensurable

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Capítulo XX. Un deseo inconmensurable
—¿piensas que tus palabras me afectan? Es cierto que viví una vida llena de sufrimiento y nada cambia el odio que siento en mi corazón, pero nada de lo que digas o hagas hará que yo cambie lo que tengo en mi cabeza. Voy a hacer lo posible porque todos los que me han lastimado paguen por todo. Eso empezará con mi propia madre. Ella jamás me ha querido y le demostraré quién soy realmente—su padrastro lo miraba con pesar. Sabía que no podía hacer nada para que el castaño cambiara de opinión. Lo haría por las buenas o lo haría por las malas—. Deja de mirarme como si fueras mi padre. No lo eres y jamás lo serás. Estoy dispuesto a quitar a todos los que se interpongan en mi camino. Eso incluye a ese maldito policía que fue a interrogarme a mi casa. ¿Qué es lo que se cree ese desgraciado para venir a amenazarme?
—posiblemente sospeche que fuiste tú quien lo hizo, por eso quiere estar seguro. ¿será que alguien te vio cuando estabas ocultando mi cuerpo en el jardín?
—por supuesto que no. Fui muy cuidadoso de que nadie se percatara de nada. Debe sospechar de mi porque no tiene nadie más a quien culpar. Tú no te preocupes por mí, me aseguraré de que ese individuo no me moleste más—miró a su padrastro con una sonrisa que lo atemorizó.
—¿Qué es lo que planeas hacer ahora?
—¿no es obvio? Voy a deshacerme de ese imbécil. Él está poniendo en riesgo mis planes, y eso es algo que no le puedo permitir. Ahora, ayúdame, dime cómo debería matarlo. ¿debería envenenarlo, torturarlo, cortarlo en pedazos, quemarlo? —su mirada estaba perdida mientras maquinaba en su mente todas las posibles torturas que realizaría con su próxima víctima. Estaba emocionado, sus pupilas se dilataban y su corazón latía más aprisa cada vez que se imaginaba haciéndolo sufrir.
—por Dios, Zen, deja de decir esas cosas. Me estás asustando. No pienso ayudarte en nada de lo que planeas ni en lo que vas a hacer.
—¿estás asustado? Oh, el pobre fantasmita está asustado. ¿no se supone que tú deberías ser el que asuste? No puedo creer que seas tan cobarde. Como sea, no te necesito, así que eres libre de irte al demonio si es que lo deseas—habló el castaño con desinterés. Al no verse seguido por nadie y no haber nada detrás suyo, soltó un suspiro de alivio. Su felicidad duró poco al ver de nuevo al fantasma en frente de él. Frunció el entrecejo y lo miró de mala manera—. ¿Qué demonios haces aquí? ¿no dijiste que no me apoyarías en mis planeas? ¿Qué haces aquí todavía?
—te dije que no te abandonaría, eso no significa que te apoye. Estoy en contra de lo que estás haciendo, pero con ello no quiero decir que me voy a ir. Voy a estar junto a ti hasta el día en que te toque irte de este mundo. ¿sabes por qué me quiero quedar contigo? Porque estoy seguro de que algún día te darás cuenta de que lo que estás haciendo es incorrecto. Sé que vas a volver a ser una buena persona y que también encontrarás a alguien que te ame y te valore por lo que eres—el castaño se sorprendió ante sus palabras tan llenas de sinceridad. ¿podría llegar a ser el tipo de persona que su padrastro le decía? No les dio importancia a sus palabras y simplemente se dio la vuelta. No tenía tiempo que perder. Debía idear un plan para acabar con ese maldito. Pero ¿Cómo? Iba de camino hacia la biblioteca y de pronto se percató de que su amigo y su amor estaban caminando hacia donde él iba. No podía dejar que lo vieran. Se dio la vuelta rápidamente y trató de caminar lo más rápido posible. Le era muy doloroso ver a aquel al que amaba en los brazos de su amigo. ¿realmente era su amigo? ¿y si todo eso fue un truco para poder acercarse a Masamune? ¿y si Akihiko no lo apreciaba como amigo, sino simplemente como un camino para llegar a su amado?
—Maldita sea. Esta me la vas a pagar, desgraciado. Pensé que realmente me querías como tu amigo, pero veo que me equivoqué. ¿crees que has ganado? Eso aún está por verse. Te aseguro que no volverás a salirte con la tuya. Te aseguro que de mí no vas a escapar...
***
Algunas horas más tarde, Masamune regresaba solo a su hogar. Su novio tuvo que quedarse en la biblioteca, ya que dentro de algunos días debía presentar un examen y tenía que estudiar demasiado. Se sentía solo estando sin su novio. Estaba tan acostumbrado a tenerlo cerca de él todo el tiempo, que se le hacía difícil estar lejos de él. Iba caminando por un callejón, hasta que de pronto tuvo que agacharse porque le vinieron unas nauseas terribles. Sentía que todo volvía por su esófago. No pudo contenerse más y terminó vomitando.
—¿Qué es lo que me está sucediendo? Desde hace varios días que me he sentido muy mal. ¿estaré enfermo? —de pronto, vinieron a su mente todos los recuerdos de las veces en las que había estado con su novio. En ninguno de estos recordaba que hubieran usado preservativo. Por lo que tenía entendido, algunos hombres también nacían con la capacidad para quedar embarazados. Su mente se quedó en blanco por unos momentos. ¿sería posible que estuviera esperando un bebé? —. Esto no puede estarme pasando a mí. No puedo tener un bebé ahora. Tengo que hacer mi vida. ¿Cómo es que voy a cuidar un hijo? ¿Qué es lo que va a pensar Akihiko? ¿me apoyará? Él no tiene la culpa de nada, pero no puedo hacer esto. Tendré que alejarme de él—pensaba el azabache mientras ponía sus manos sobre su vientre. Siguió caminando, hasta que justo frente a él apareció un oficial de policía. Al parecer lo estaba esperando. Masamune tenía toda la intención de pasarlo de largo, pero este fue más rápido y se puso enfrente.
—¿eres Takano Masamune? —preguntó el policía. Masamune estaba confundido. Eso, más lo de su posible embarazo lo tenían más que confundido.
—sí. ¿Qué es lo que busca?
—quedas bajo arresto. Se te acusa del crimen de asesinato del joven Yasuda Gou. Tienes derecho a que se te otorgue un abogado, también a guardar silencio—el azabache estaba asustado. ¿Cómo era eso posible? Él no había matado a su ex. Estaba resignado, pero un poco de esperanza llegó a su corazón cuando vio que detrás del policía venía un sujeto, con la cara tapada y al parecer, tenía algo en las manos. Golpeó al policía con fuerza como para dejarlo inconsciente. Este cayó al suelo y el azabache también.
—¿Por qué me ayudaste?
—porque era una injusticia lo que estaban a punto de hacerte, por eso decidí intervenir. Deberías irte, puedo ver que tienes un problema—el azabache le agradeció y después se fue del lugar. Cuando se fue, Zen se quitó la máscara y dejó ver una mirada llena de odio—. Bien, veo que estabas a punto de hacer una estupidez. Me parece que es hora de que recibas tu castigo, y estaré muy ansioso de llevarlo a cabo—sonrió con malicia y rápidamente despojó al policía de su ropa para poder ponérsela él. Quedó a la perfección. Entró a la que era su patrulla, pero antes metió el cuerpo del policía en el automóvil. Manejó hasta un lugar apartado de la ciudad y ahí sacó el cuerpo del vehículo. Lo tomó con bastante brusquedad y lo tiró al suelo. Azotó con fuerza su cabeza contra el suelo para saber si este aún estaba vivo, afortunadamente sí. Lo mejor aún estaba por comenzar...

Dolor y soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora