Capítulo IX. Amigos

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Advertencia:la siguiente escena es un poco fuerte. Leanla bajo su propio riesgo.

Capítulo IX. Amigos
Ha llegado la hora de irme a casa y me acompaña mi nuevo "amigo". Me estoy refiriendo al inútil de mi padrastro. Está muerto, claro, pero no deja de seguirme. Demonios. Pensé que al matarlo podría librarme de ese imbécil, pero mis esfuerzos fueron completamente inútiles. Ahora no tengo manera de quitármelo de encima. Como sea, tal vez me acostumbre a su presencia. Caminamos de vuelta a casa y en el camino un perro comenzó a seguirme y a gruñirme. Me muestra los colmillos, como si quisiera atacarme. Ja, no me da miedo. Se acerca sigilosamente y me gruñe con más intensidad. No sería buena idea correr, porque en ese caso estaría perdido.
—¿por qué ese perro nos está gruñendo? No le hemos hecho nada—expresó ese sujeto con miedo.
—no me digas que tienes miedo. Por Dios, es un simple perro. ¿Qué podría hacernos?
—¿has visto el tamaño de sus dientes? ¿No te da miedo que nos muerda?
—como eres idiota. ¿Qué daño puede hacerte si ya estás muerto? Por favor, piensa—lo miré serio.
—tienes razón. Pero aun así, temo por ti. Es peligroso. Mejor vámonos ya—y seguía con miedo. Ahora entiendo por qué suplicaba por su vida. Es un completo miedoso.
—anda vámonos ya—lo incité a que siguiéramos caminando. Pero ese desgraciado perro nos cortó el paso y se quedó parado frente a nosotros. Está comenzando a irritarme. Creo saber lo que pasa. Había oído hablar de que los perros pueden ver a los espíritus. No los ahuyentan, pero sí son capaces de verlos. Así que no me está gruñendo a mí sino al imbécil de mi padrastro. Traté de distraerlo, pero a donde yo iba también iba él. Ni modo, no tengo otra opción. Corrí lo más rápido que me permitían mis piernas para lograr que el estúpido animal me siguiera. Como no queda mucho para llegar a mi casa, corrí más aprisa y finalmente llegué a mi casa. Abrí la puerta y también dejé que el perro entrara. En ese momento, saqué una navaja de mi bolsillo y me acerqué a este de manera sigilosa. Tomé mi arma con más firmeza y en ese momento la clavé en la espalda del animal. Este soltó un chillido de dolor y eso me impulsó a seguir. Comencé a sacar y a clavar nuevamente la navaja en el mismo lugar, escuchando al animal llorar y caer al suelo. Su cuerpo cayó al suelo, en un charco de sangre y con los ojos completamente abiertos. Limpié mi arma con un pañuelo y volví a meterla en mi bolsillo.
—qué horror. ¿Cómo fuiste capaz de hacer semejante barbaridad? ¿Cómo es que no te tentaste el corazón para matar a este pobre animal?—oí la voz de ese imbécil nuevamente. Ya va a comenzar a sermonearme. No le hice caso y preferí entonces actuar de forma rápida y salí al jardín de mi casa para esconder el cuerpo de este pobre animal. Me lavé las manos y subí a mi habitación. Dejé mi mochila en el suelo y me recosté en mi cama.
—¿qué haré para sacar a ese sujeto de mi camino? Tengo que separarlo de MI Masamune a como dé lugar. No puedo dejar que le haga ningún daño.
—¿vas a matarlo?—me preguntó mi padrastro.
—la respuesta es más que obvia. No voy a permitir que ese imbécil se quede con lo que es mío.
—¿y qué pasará con Akihiko?
—¿qué pasará con él? No sé a qué te refieres.
—sí lo sabes. Tú le gustaste, te lo aseguro.
—ja, ja, eso no es verdad. Estás viendo cosas donde no las hay. Mejor ayúdame a deshacerme de ese sujeto.
—pero ¿cómo? Aquí el asesino eres tú. A mí no me metas en tus problemas.
—¿y qué es lo peor que podría ocurrirte? Tú ya estás muerto. Yo soy el que debería estar asustado, pero no lo estoy. Nadie, nunca logrará atraparme. Así que, ahora ayúdame.
—mátalo como lo hiciste conmigo. Por cierto, ¿qué fue lo que utilizaste para matarme?
—mmm… veamos… use arsénico. Es un veneno muy potente y rápido. Sufriste varios minutos, pero la muerte es rápida. Tienes razón, haré lo mismo. Lo sabía, eres un buen consejero. Tengo que pensar muy bien cómo ejecutaré mi plan. Prepárate, Yasuda, pronto serás comida para los gusanos.
***
Al día siguiente, en la primera clase me encontré con mi nuevo amigo… ¿cuál era su nombre? Mmm, ¿Akihiko? Como sea, me topé con él y comenzamos a platicar y en eso, frente a mis ojos vi pasar al chico que me hace suspirar. No puedo creerlo, él también está en esta misma carrera. Soy muy feliz. Seguí hablando con mi amigo y miraba de forma disimulada a Masamune. Está solo y me apena verlo de esa manera. Quiero tanto levantarme de mi asiento e ir a hablarle. Me contuve y seguí hablando con Akihiko. Es muy hablador y siempre tiene algo que platicarme.
Salimos de nuestra primera clase y perdí de vista a Masamune. Sólo vi cuando ese sujeto llegó y se lo llevó prácticamente a la fuerza. Me da tanto coraje, que quisiera ir y matarlo en ese momento. Me tuve que contener nuevamente y seguí a mi amigo hacia la biblioteca. Tengo que hallar la manera para que ese sujeto esté solo y yo pueda acorralarlo. Desde hace algunas horas que no he oído la voz de mi padrastro. ¿Será que ya se fue? Qué mal. Comenzaba a encariñarme con él.
—¿me llamaste?—escuché su voz.
—oh, por un momento pensé que ya te habías ido para siempre. ¿Dónde estabas?
—¿me extrañaste acaso?
—¿yo? Para nada. Son imaginaciones tuyas. Mejor vámonos ya—seguí caminando y seguí a Akihiko.
—¿con quién estabas hablando?—me preguntó.
—¿quién, yo? Ah, con nadie.
—escuché claramente que estabas hablando con alguien.
—¿te puedo contar un secreto? Pero, por favor, créeme. Es la pura verdad—él pareció creerme y sólo asintió. Caminamos hacia la biblioteca y mientras tanto le iba platicando.
—¿tú crees en fantasmas?—le pregunté. Él miró, extrañado. Estoy casi seguro de que no va a creer lo que le estoy diciendo.
—¿cómo dices? ¿Fantasmas? ¿Acaso puedes verlos?
—primero respóndeme, ¿crees en los fantasmas?
—pues, no lo sé. Es algo bastante complicado de creer. Pero no me niego a la posibilidad de que existan. Ahora tú responde, ¿puedes verlos?
—así es. Hace poco mi padrastro falleció y en ocasiones puedo hablar con él. Lo veo.
—increíble. Es algo increíble. Y lamento lo del fallecimiento de tu padrastro.
—no te preocupes. Es algo que ya pasó. Mejor vamos a estudiar para el examen de mañana—él asintió y los dos nos dirigimos hacia la biblioteca.
—qué bueno que tu amiguito te creyó. Aunque no me gustó que hayas dicho que morí. Querrás decir, me mataste.
—como sea, lo creyó y eso es lo importante, ¿no? Ahora vamos—comencé a caminar de nuevo hacia el salón donde tendría mi siguiente clase. Pero algo a lo lejos capto mi atención...

Dolor y soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora