Capítulo XII. ¿Felicidad?

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Capítulo XII. ¿Felicidad?
—¿cómo puedes estás tan tranquilo después de haber matado a una persona de una manera tan brutal?—le habló el fantasma. Estaba muy sorprendido y aún temblaba después de haber presenciado una escena tan atroz.
—ya, por favor, supéralo. Ese sujeto tenía que morir—respondió Zen de lo más natural.
—¿cómo te atreves a decir eso? ¡Era la vida de una persona! ¿Quién te crees que eres para decidir si una persona debe vivir o morir? ¿Eres Dios?
—ya deja de molestarme. Lo que pasó, pasó, y no se puede volver atrás. Además, no era para tanto. La vida de ese miserable no valía nada. Mejor vamos, tengo que ver a Masamune—dicho esto, ambos se dirigieron a la escuela y ahí caminaron hacia su salón de clases.
—oye, creo que a tu amigo le gusta Masamune, ¿no crees?
—¿en serio te diste cuenta hasta ahora? Eso lo supe desde que los vi besándose en el pasillo—habló con enojo.
—¿los viste? ¿Se estaban besando? No puedo creerlo. ¿Será que a Masamune también le gusta Akihiko? ¿Pero ellos te vieron?
—por supuesto que no. Fui muy cuidadoso. Pero… pensé que mi camino estaría libre cuando me librara de ese miserable. Ahora Akihiko está en mi camino.
—¿no me digas que piensas matarlo a él también?
—no, claro que no. Eso sería ir demasiado lejos.
—por favor, Zen, por tu propio bien. Olvida esta locura. Aún estás a tiempo—le suplicó.
—¿por qué voy a echarme para atrás ahora? Tengo que lograr que Masamune sea para mí y solamente para mí.
***
Takano y Usami habían decidido irse de la escuela. No querían que alguna persona los viera juntos. Se fueron en el automóvil del peli plata. Los dos se dirigieron a un balneario. Esa era una época de calor, así que estaba perfecto para ir a bañarse. Ambos entraron y en la entrada les dieron un cambio de ropa para que pudieran entrar al agua. Akihiko decidió quedarse en el agua. El agua estaba caliente y el vapor llenaba la habitación, logrando un ambiente de tranquilidad y paz. Masamune, por el contrario, decidió salir del lugar y fue a que le hicieran un masaje. En esos momentos tan llenos de tensión, lo que necesitaba era relajarse, y qué mejor, que un buen masaje. Se recostó en la cama, boca abajo y solamente una toalla lo cubría de cintura para abajo. Se quedó quieto unos momentos, hasta que el sonido de la puerta siendo abierta le advirtió que había llegado alguien. Se acomodó mejor y esperó a que aquella persona comenzara. Aquella persona se situó a un lado de la cama y colocó sobre sus manos una especie de aceite, con un aroma exquisito. Cuando hubo embarrado bien sus manos con el aceite, puso sus manos en la espalda del azabache, subiendo a sus hombros y sobándolos suavemente.
—mmgh… eso se siente bien—susurró el menor. La persona siguió sobando y acariciando esa piel pálida de manera muy suave. Se deslizó a los brazos y también los acarició. Colocó más aceite sobre el cuerpo del azabache y volvió a masajear la espalda baja y los hombros, junto con los brazos. El azabache suspiraba cada que la persona tocaba sus hombros y rozaba ligeramente su cuello con sus dedos.
Cuando hubo terminado con la parte de arriba, la persona se deslizó hacia sus piernas. Estas eran de un color muy puro, casi como la leche. Volvió a llenarse las manos de aceite y siguió masajeando las piernas del azabache, con lentitud y buscando que este se relajara. El azabache volvió a suspirar al sentir como la persona separaba un poco sus piernas y tocaba por adentro de estas. Esa persona no estaba seguro de poder seguir resistiendo y sin querer, pellizcó uno de sus glúteos con su mano. En ese momento Masamune reaccionó y se reincorporó.
—¡oiga! ¿Qué es lo que le pasa?—se levantó enfurecido para encarar a la otra persona, pero se llevó una sorpresa—. ¿Akihiko?—inmediatamente se cubrió con la toalla y se levantó de la cama. Estaba enojado.
—Masamune, espera—trató de detenerlo y en su lugar solamente recibió una cachetada.
—no te atrevas a tocarme nuevamente. ¿Cómo fuiste capaz de manosearme sin que yo me diera cuenta? Abusaste de la confianza que comenzaba a darte. No me busques más—lo miró serio antes de irse. Akihiko se quedó de pie, sin saber qué hacer y decidió no seguirlo. Debía dejar que este se calmara.
***
Unos días después, en la escuela se dio a conocer sobre la desafortunada muerte del estudiante de la carrera de derecho, Yasuda Gou. Se dijo que este había sido encontrado en una cabaña abandonada, con severos rastros de tortura. Pero esa no había sido la causa de la muerte. Lo que había provocado este fatal destino era la presencia de arsénico en su organismo. Además, otra cosa sospechosa encontrada en la escena del crimen fue que, en una de las paredes del lugar estaba pintada la letra A, con la sangre de la víctima. Estaba más que claro que se había tratado de un asesinato y se tendría que llegar al fondo de esto para poder hallar al o a los responsables de tan terrible crimen.
—ja, ¿terrible? ¿En serio piensan que es terrible? No han visto nada—expresó el castaño al enterarse de la noticia.
—deja de hablar así, Zen. Respeta un poco a los muertos—lo regañó su padrastro.
—ay, pero qué aburrido que eres. Bueno, como sea. ¿Crees que Masamune esté bien? Tal vez le afecte un poco la noticia.
—pienso que tal vez le sorprenda, pero está Akihiko para consolarlo, ¿no?—se burló, viendo con sus propios ojos cómo el castaño se molestaba.
—deja de hablarme de ese sujeto. Por un momento pensé que era mi amigo y resulta que quiere quedarse con lo que es mío. Pero… a pesar de todo, lo aprecio, y no sería capaz de matarlo.
—oh, ¿en serio? No pensé que tú fueras a decir algo parecido.
—¡Zen! ¡Zen, espérame!—escuchó los gritos de su amigo a lo lejos. Se dio la vuelta y lo esperó—. Gracias por esperarme. Mi alarma no sonó y tuve que venirme corriendo—explicó el peli plata, que venía sudado, rojo y respirando agitado.
—tranquilízate, Akihiko. No te preocupes, además, aún no empieza la clase. Vamos, respira—lo calmó el castaño.
—tienes razón, pero pensé que no llegaba. Ah, ya me calmé—respiró profundamente y después le dio un sorbo a su botella de agua—. Ahora sí, ¿ya te enteraste?
—¿de qué?—fingió no saber nada, aunque era obvio. Casi toda la escuela ya sabía sobre eso.
—¿aún no lo sabes? Yasuda, uno de nuestra clase fue hallado muerto cerca de una cabaña. Me sorprende que aún no lo supieras. Ya toda la escuela sabe de eso. Es una pena—expresó el peli plata.
—¿en serio?—fingió sorpresa—. Qué horror. ¿Quién sería capaz de hacer algo como eso?
—tienes razón. Yo jamás sería capaz ni de pisar a una hormiga. Me pregunto, ¿cómo existe gente capaz de hacer tamaña maldad? ¿No tienen corazón?—expresó el mayor con indignación.
—me parece que a tu amiguito no le parece nada bien lo que haces—se burló el fantasma. El castaño simplemente lo ignoró.
—tienes razón, pero nosotros no podemos hacer nada. Solamente cuidarnos y cuidar a los nuestros.
—en eso tienes mucha razón—en eso, el profesor llegó y todos entraron al salón. Masamune entró un poco tarde, pero de igual manera lo dejaron entrar.
El profesor comenzó a hablarles acerca del trabajo final que se debía entregar como parte de los requisitos para aprobar la materia. Dio las especificaciones y además, dijo que este debía hacerse en parejas. Las parejas se formarían conforme a la lista de asistencia. Comenzó a mencionar a los demás alumnos, hasta que…
—Takano Masamune y Usami Akihiko—los nombró. En ese momento, el azabache miró a su compañero de trabajo y sólo atinó a suspirar. El otro también pensó que no sería buena idea estar juntos, pero no podía pedirle al profesor que lo cambiara, porque este le respondería que tenía que aprender a trabajar con cualquier persona.
La clase llegó a su fin y con ello, el final de la jornada. Todo mundo se dirigía a sus casas y Kirishima y Usami harían lo mismo. Se quedaron un momento platicando fuera del salón y mientras, Kirishima esperaba a su compañero de trabajo.
—¿con quién te tocó? ¿Lo conoces al menos?—le preguntó Usami a su amigo mientras este veía si su compañero salía.
—lo conozco de vista. Jamás le he hablado. Espero que nos vaya bien. Ah, mira, ahí va. Déjame lo alcanzo. Nos vemos mañana—se despidió el castaño y corrió para alcanzar al otro sujeto. Akihiko también decidió irse a su casa, así que comenzó a caminar.
—Akihiko—lo llamó una persona. El mencionado se dio la vuelta al reconocer a la perfección aquella voz.
—Masamune, hola—trató lo mejor posible de disimular su nerviosismo y esbozó una sonrisa.
—¿no piensas hablar conmigo?
—¿por qué lo dices? ¿Te refieres a lo del trabajo? Pues…
—no me refiero al trabajo. Hablo de lo otro—murmuró avergonzado.
—¿te refieres a lo sucedido ese día? No te preocupes, ya no me duele la cachetada que me diste—se rió, sobándose un poco la mejilla izquierda.
—no vine a disculparme contigo. Pensé que tú te disculparías conmigo. ¿Cómo pudiste hacer algo así? ¿Crees que soy un cualquiera, que se entrega así, sin más? Perdí mi tiempo al haber venido hasta aquí—se dio la vuelta para irse, pero la mano del peli plata le impidió seguir avanzando.
—lo lamento. No fue mi intención haber hecho algo así. Perdóname por haberte hecho sentirte así. Fui muy insensible, sin preguntarte qué era lo que querías tú. Sólo pensé en mí y no me importó nada más. Sé que no es justificación, pero al tenerte de esa manera frente a mí, con tu hermoso cuerpo, sólo tapado con una diminuta toalla, logró que mi mente y mi cuerpo explotara. Estuvo mal y nuevamente te pido perdón—se disculpó el peli plata, arrepentido.
—como dices, ¿crees que eso es justificación? Me molesta mucho, porque sólo pensabas utilizarme para satisfacer tus deseos, ¿es eso?
—claro que no. Tampoco es como tú dices. Mi corazón late con tanta fuerza al estar cerca de ti, mis manos sudan y mi estómago duele. Tú provocas muchas cosas en mi cuerpo, en mi mente, en mi corazón. Me siento feliz al verte sonreír, y lo único que quiero es verte ser feliz. Está bien, aceptaré que me equivoqué, trabajaremos juntos en el trabajo final y después de eso no volverás a verme, ¿de acuerdo?—el azabache se quedó callado, procesando todo lo que el peli plata le había dicho. No dijo nada, mucho menos se percató en qué momento este se había marchado. Sólo se dio cuenta cuando este ya no estaba. Su corazón se rompió y en ese instante corrió para alcanzar a Akihiko. Tenían que arreglar aquello. Bajó las escaleras casi corriendo al ver al peli plata bajándolas para ir hacia el estacionamiento.
—¡Akihiko!—exclamó al verlo en el último piso. Aceleró sus pasos en el último tramo y cuando estaba a punto de bajar, dio un mal paso y su tobillo se dobló. Cayó al suelo y en la caída también se raspó las manos.
—ay—expresó el azabache sin ser capaz de mover su tobillo. Le dolía mucho. ¿Estaría roto? Además de tener las rodillas y las manos raspadas, no tenía otra herida. Akihiko corrió a su lado al verlo tirado en el suelo y sujetándose el tobillo. Se dio la vuelta y regresó.
—Masamune—expresó con preocupación.
—Akihiko—sonrió al verlo. Este se arrodilló frente a él y comenzó a inspeccionarlo.
—¿qué pasó? 
—me torcí el tobillo tratando de alcanzarte. Me duele mucho—expresó.
—espera, te ayudaré a levantarte—se reincorporó y también ayudó al otro a levantarse. Lo sujetó de la cintura y el menor se apoyó en su hombro.
—n-no puedo… m-me duele—habló con desesperación al darse cuenta de que no era capaz de apoyar el pie. Sentía que le daba un calambre en la parte del talón. Horrible. El peli plata se decidió entonces por cargarlo como si se tratara de una princesa.
—espero que no te moleste. Es la única manera que encuentro para llevarte hasta la enfermería.
—¿a la enfermería? Pensé que me llevarías a tu casa.
—¿a mi casa? ¿Por qué tendríamos que ir a mi casa? Espera, ¿no será que estás fingiendo tener el tobillo torcido para que yo te lleve cargando?—preguntó con desconfianza.
—¿y qué si es así? ¿Piensas dejarme aquí solo?
—bueno, entonces vete caminando—lo bajó y lo dejó solo.
—no, espera. No me dejes aquí solo. En serio mi pie me duele mucho. No estoy jugando—expresó esas palabras con lágrimas en los ojos. La expresión del azabache llegó al corazón del peli plata y decidió entonces volver a tomar al menor entre sus brazos.
—vamos a tu casa o a la mía, como quieras. De todos modos tenemos que ver cómo vamos a hacer el trabajo. Tenemos sólo dos semanas—explicó Masamune.
—tienes razón. Entonces mejor vayamos a la mía—el azabache asintió y Akihiko caminó hacia su automóvil para dirigirse a su hogar. Mientras iba manejando, Masamune miraba por la ventana. No se atrevía a hablar ni a desconcentrar al que estaba manejando.
—¿Akihiko?—preguntó temeroso.
—¿sí?—preguntó sin despegar la mirada de la carretera.
—¿tus sentimientos son sinceros?

Dolor y soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora