Capítulo XXXI. Sufrimiento
A la mañana siguiente, todo a su alrededor era un caos. Le pesaban los ojos, le dolía horriblemente la cabeza, el cuerpo le dolía también y la cadera... la cadera también le dolía. ¿Por qué? No podía recordar absolutamente nada. De pronto, su corazón se detuvo al darse cuenta de quién era la persona que se encontraba junto a él. Estaba durmiendo boca abajo y casi a la orilla de la cama. Si hacía un mal movimiento, terminaría cayéndose. Pero ¿Por qué estaba desnudo? A su cabeza vinieron al fin miles de imágenes, unas borrosas, otras más nítidas. ¿se había acostado con su amigo? Eso no podía ser verdad. La culpa llegó a su cabeza. Masamune debía estar muy preocupado por él, y él de calenturiento con otro sujeto que no era su novio. Seguramente cuando este se enterara, lo odiaría para siempre. Poco después, su amigo comenzó a despertar. También se le veía demacrado y cansado. Los dos habían bebido demasiado, además de las drogas y todas las demás cosas sucias que hicieron. Pero a diferencia de él, Zen estaba feliz, algo que no notó, porque estaba sumido en su propia culpa.
—maldición, ¿ahora qué es lo que voy a hacer? Estoy seguro de que Masamune me va a matar—se culpaba el peli plata. Zen lo miraba disimuladamente, sonriente.
—esto es precisamente lo que quería lograr. Gracias amigo. Mi plan ha salido a la perfección.
—por favor, no comentes esto con nadie. No debe saberlo nadie—le pidió el peli plata.
—pero claro que lo sabrán. Si no lo supieran, mi plan no funcionaria.
—claro, no tienes de qué preocuparte. Tu secreto estará a salvo conmigo—le prometió.
—gracias. Sabía que podía confiar en ti—sí, claro. Dicho esto, ambos recogieron sus ropas y salieron de la habitación. Todo dentro de la casa era un asco, gente dormida en el piso, botellas de alcohol por todos lados, basura, todo era una imagen desagradable. Akihiko buscó a su amigo para despedirse de él y felicitarlo nuevamente por su graduación y ambos salieron de la casa lo más rápido posible. Se despidieron también ellos y cada quien se fue a su casa. En el camino, Akihiko iba pensando en lo que había hecho con su amigo. Estaba mal, nunca debió ir a esa fiesta. La culpa no lo dejaba ni un momento. ¿Cómo le diría a Masamune lo que ocurrió? ¿y si no se lo decía? Zen prometió que no diría nada acerca de lo ocurrido. Tal vez, lo mejor sería olvidar aquel incidente. No, no podía hacer eso. Masamune no se merecía el ser engañado de esa manera tan cruel. Entonces, ¿Cómo le daría esa noticia? Estaba embarazado y lo que menos quería era que algo malo le pasara. Siguió caminando, hasta que llegó a la casa. Sacó las llaves del pantalón y procedió a abrir la puerta. Al hacerlo, se encontró al azabache sentado en el sillón, llorando. Esto lo alarmó, por lo que se acercó rápidamente a él para tratar de consolarlo. Pero se llevó una sorpresa, al ser recibido con una cachetada. El menor lo miró con odio, aún con los ojos inundados en lágrimas. ¿Qué pasaba ahora? ¿se habrá enojado porque no lo llamó en toda la noche y estuvo preocupado por él?
—eres un desgraciado. ¿Cómo es que tienes el coraje de regresar después de lo que me hiciste? ¡lárgate de aquí ahora mismo! —exclamaba el azabache, con voz enfurecida. ¿Qué le pasaba? El peli plata no entendía absolutamente nada.
—¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué te pones así? ¿fue porque no te avisé cómo estaba?
—y todavía de que me eres infiel, eres un sinvergüenza—¿infiel? ¿acaso Zen le dijo algo?
—¿de dónde sacas todas esas ideas? ¿infiel?
—¡maldito! ¡eres un infeliz! Ya me lo contaron todo. Tú eres un desgraciado. Maldigo tanto el día en que decidí enamorarme de un maldito como tú. Te odio tanto. Desearía que estuvieras muerto—exclamó con un grito lleno de rabia. Estaba completamente fuera de sí.
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Dolor y soledad
Terror¿Alguna vez te has puesto a pensar en lo que se siente que nadie te haga caso, que nadie te mire, que a nadie le importes? La vida de un chico de 15 años ha sido dura e infernal. Su madre no lo toma en cuenta y su padre los abandonó. ¿Qué puede espe...