Capítulo XIII. Cruzando la línea

161 9 8
                                    

Capítulo XIII. Cruzando la línea
—¿tus sentimientos son sinceros?—preguntó curioso.
—¿que si son sinceros? Claro que lo son. Desde que te conocí supe que sentía algo muy fuerte por ti. Creo que ahora que… ya sabes…
—¿ahora que Yasuda ya no está? Dilo, no me causa ningún  sentimiento. Tal vez suene algo cruel lo que voy a decir, pero me siento muy aliviado al saber que él ya no vivirá atormentándome a cada momento.
—me alegro mucho por ti. Por fin serás libre de estar con quien tú quieras—respondió con indiferencia.
—¿qué es lo que piensas hacer? ¿Vas a tratar de conquistarme?
—¿eso te gustaría?—preguntó con un tono de seducción. Esto hizo sonrojar al azabache, quien se dedicó únicamente a desviar la mirada.
—no lo sé. Tal vez—fue todo lo que dijo en lo que quedó de camino.
Llegaron a la casa del peli plata y este rápidamente salió para ayudar al menor a bajar. Lo tomó de manera delicada y lo llevó hasta adentro de la casa. Cerró la puerta y caminó hacia la sala. Ahí, lo depositó con cuidado y comenzó a inspeccionar su tobillo. Este se encontraba sumamente hinchado, además de que le era imposible apoyarlo en el suelo sin sentir una punzada en la parte del talón. Era un dolor espantoso. Y por si eso fuera poco, el dolor se extendía de una manera preocupante hacia la rodilla. Hace poco que su tobillo se había enfriado y por eso le dolía aún más de lo que antes le dolía.
—Dios mío, Masamune, ¿estás seguro de que no está roto? No creo que sea normal que esté tan hinchado. Deberíamos de…
—¡no! No, por favor, lo único que quiero es sentarme. No aguanto tanto tiempo estar de pie.
—está bien. Creo que mi padre tiene una pomada muy buena para las torceduras. Déjame voy a buscarla—dicho esto, este guió al azabache hacia su habitación, para que ya no tuviera que moverse durante mucho tiempo. Lo dejó sentado sobre la cama y él fue a buscar la pomada. Mientras este iba a buscarla, pensó que no estaría nada mal tomar un baño antes. Por lo que sabía, esa pomada estaba hecha a base de árnica, una sustancia que es muy caliente y no era bueno que este entrara en contacto con algo frío después. Casi siempre recomiendan que cuando se vaya a sobar con árnica, se tome un baño antes, o que no se bañe hasta el día siguiente. Comenzó a quitarse todas sus prendas, hasta que apareció Akihiko por la puerta de la habitación. Este se quedó sorprendido al verlo semidesnudo sobre su cama. Se dio la vuelta rápidamente y miró hacia otro lado.
—Akihiko, ¿puedo tomar un baño?—le preguntó de forma inocente.
—¿eh? Ah, sí. Es más, déjame darte ropa limpia y unas toallas. El baño está ahí. Yo esperaré aquí para después colocarte la pomada—expresó con nerviosismo. El azabache parecía divertirse con aquella escena, puesto que, se rió muy disimuladamente, y pasó frente a él solamente con una diminuta toalla, que el peli plata le había dado. Dejó la ropa sobre la cama y entró al baño, cojeando un poco. El tobillo aún le dolía bastante. Cerró la puerta y le puso el seguro. Akihiko esperó afuera mientras oía el sonido de la regadera y la voz del azabache. ¿Qué tanto estaría haciendo ahí dentro? Movió la manija de la puerta y se dio cuenta de que esta no tenía seguro. Sabía que estaba haciendo mal y que tal vez, se llevaría otra cachetada, pero su curiosidad podía más. Se asomó de manera cuidadosa y entonces, lo vio, su cuerpo siendo empapado por el agua, el cuarto lleno de vapor y la dulce voz del azabache. Su mente comenzó a nublarse y entonces decidió acabar con aquello. Cerró la puerta y fue a sentarse de nuevo a la cama. Esperaría al menor sentado.
Este salió con una diminuta toalla cubriendo su cintura y se secó el cabello cuando estuvo sentado.
—¿estás listo? ¿Ya puedo ponerte la pomada?—preguntó el peli plata.
—ah, claro. Después… ¿podrías hacerme un masaje? Desde aquel día quedé muy impresionado por aquellos movimientos. ¿Podrías hacerlo otra vez?—le suplicó.
—de acuerdo—respondió, y comenzó a sobar el tobillo del menor mientras le ponía la pomada. Lo hacía de forma delicada para tratar de no lastimar al azabache más de lo que ya estaba.
—ay, e-espera… me duele. No lo hagas tan rápido, por favor. ¡Ay!—exclamó cuando el peli plata trató de moverlo de forma circular.
—lo siento. Creo que fui algo brusco. Trataré de hacerlo más despacio—después de eso, le puso una venda y dejó que este se colocara boca abajo para el dichoso masaje. Acomodó la toalla en su cintura y comenzó a masajearlo. No se sentía muy cómodo, pero lo hacía para agradar al menor. Comenzó a hacerlo de una manera un poco tosca y no de la manera delicada en la que lo había hecho la primera vez.
—oye, hazlo más despacio—le indicó el azabache al sentir las grandes manos del otro hacerlo de manera muy dura. Este no atendió su pedido y siguió haciéndolo de la misma forma.
—¡oye!—se reincorporó como pudo y lo encaró. Este se veía distante y con la mirada perdida.
—¿qué? ¿No estuvo bien? Lo siento, tengo cosas más importantes que hacer. Eso incluye nuestro trabajo—lo miró serio. Se reincorporó de la cama y caminó hacia su escritorio. En la silla estaba su mochila y de esta sacó una carpeta, además de un libro. Se sentó en la silla y comenzó a leer el libro.
—tú puedes quedarte a descansar en mi cama. Yo comenzaré con el trabajo—habló de una forma dura y sin mirar al otro a los ojos. Masamune no pensaba darse por vencido tan pronto y entonces, cojeando, y con la toalla enrollada en la cintura, se acercó al peli plata para alejarlo un poco del escritorio y sentarse en sus piernas. Estas eran fuertes y soportarían su peso.
—¿por qué me ignoras de esa manera? ¿Acaso te incomoda mi presencia? ¿Quieres que me vaya?—expresó el menor, sintiéndose culpable.
—sí, quiero que te vayas—habló sin pensar, ocasionando que el azabache agachara la mirada.
—está bien. Me iré—respondió con pesar y se levantó de donde estaba. El peli plata se dio cuenta de su error y tomó la mano del menor.
—no, Masamune, perdóname. No quise decirte esas cosas. Tú sabes que tu presencia me vuelve loco, y no quiero que te sientas incómodo por culpa de mis tontos impulsos. Perdón también por lo que pasó esa día. Sé que me sobrepasé un poco y no quiero que pienses que sólo lo hice para acostarme una vez contigo. Te quiero en serio y quiero tener una oportunidad para poder entrar en tu corazón y hacerte la persona más feliz de este mundo—expresó esas palabras con tanta pasión y amor, que terminaron por llegar al corazón de Masamune, quien se sonrojó y escondió su cara en el pecho del mayor. Este se había vuelto a sentar en sus piernas y se acercó para abrazarlo y esconder su sonrojada cara en su pecho.
—¿qué ocurre? ¿Por qué te has puesto nervioso de repente?—le preguntó en tono de seducción, acariciando su espalda y susurrándole en el oído. El azabache se estremeció y se mordió los labios al sentir esas suaves caricias. Su cuerpo comenzó a reaccionar y se dejó llevar por la pasión del momento. Su mente dejó de pensar y su cuerpo comenzó a calentarse.
Akihiko no deseaba para nada volver atrás. Estaban a punto de cruzar esa delgada línea. No habría espacio para el arrepentimiento. Rápidamente tomó con sus manos la cintura del azabache y lo cargó hasta llegar a la cama. Lo acostó suavemente encima de esta y comenzó a besar sus labios de una manera lenta, pero apasionada. Masamune trataba de seguirle el paso, pero era muy difícil. Colocó sus manos en el cuello del peli plata y rodeó su cintura con sus piernas.
—¿cómo sigue tu tobillo? ¿Aún te duele mucho?
—ya está mucho mejor. Me duele aún, pero ya estoy mejor—esbozó una sonrisa y dejó que este hiciera lo que quisiera con su cuerpo. Primero, se separó de este para poder quitarse su ropa lentamente, segundo, quitó la estorbosa toalla que tenía Masamune atada en la cintura y, tercero, acarició cada milímetro de esa piel con sus grandes manos. Volvió a acercarse al azabache y volvió a besarlo, lenta y dulcemente. Se deslizó hacia su cuello y bajó a los hombros, continuó con el pecho y ahí, mordió un poco sus pezones, sacándole unos cuantos suspiros. Siguió bajando por el abdomen, hasta que llegó a cierta parte de su cuerpo. Llegó hasta la erección del azabache. Estando ahí, lo tomó con sus manos y comenzó a masturbarlo. Logró que Masamune sacara unos cuantos suspiros y se aferró a la almohada.
—¿qué pasa? ¿Te gusta como lo hago?—preguntó de manera seductora. El azabache sólo atinó a asentir y se mordió los labios. Akihiko se relamió los labios antes de agacharse y meter el miembro del menor en su boca. El azabache se aferró con más fuerza a la almohada y tenía una sensación muy extraña en la zona del bajo vientre. Su corazón latía cada vez más aprisa y los gemidos eran imposibles de contener. Cuando creía que no podía sentirse mejor, pasó algo que no se esperaba: mientras el peli plata atendía su miembro con su preciosa lengua, también se dedicó a meter un dedo de manera tímida en su entrada. Tembló de placer y sus piernas no podían moverse. Sentía que estaba a punto de venirse. En ese preciso momento, el peli plata se detuvo y se reincorporó, para que ambos se miraran. Fue poco tiempo lo que tuvo que esperar para ver a este quitarse el pantalón y al final, también el bóxer. Quedó completamente desnudo frente a él y eso lo hizo sonrojarse y suspirar. Sabía lo que estaba a punto de ocurrir. Como estaba demasiado inmiscuido en sus pensamientos, lo tomó demasiado por sorpresa cuando el peli plata lo jaló para que él quedara encima del peli plata. Este se recargó en el cabezal de la cama y Masamune estaba sentado en sus piernas. Este nuevamente fue tomado desprevenido al ver que ambos miembros se rozaban entre sí. Akihiko no perdió la oportunidad para juntarlos más con su mano y lograr que estos rozaran aún más. Masamune dejó escapar un gemido, que rápidamente fue callado con un apasionado beso en sus delgados labios. Beso que fue correspondido de la misma manera. Mientras se besaban, Akihiko volvió a llevar sus dedos hacia la entrada del azabache, introdujo uno y este lo movió en círculos. Cuando sintió que debía meter uno más, introdujo el dedo medio y simuló embestidas con ellos. El azabache no podía soportar tanto placer. Sentía que el corazón se le saldría por la boca de tan rápido que latía. Su alegría era mucha también. Cuando estaba con Yasuda, no se sentía como se sentía con Akihiko. El lo protegía y lo cuidaba de cualquier cosa.
Su mente se quedó en blanco y nuevamente sintió cuando el peli plata lo dejaba sobre la cama y este se aventuraba a meter su miembro de forma suave y delicada. Los dos estaban completamente desnudos y ansiaban tanto sentir el calor de sus pieles rozarse, tocar el cuerpo del otro y fundirse en un solo individuo. Cuando hubo llegado hasta el fondo, Akihiko se quedó quieto, sólo mirando al menor debajo de él, con sus mejillas sonrojadas y los ojos entrecerrados. Su autocontrol se fue a la mierda y comenzó a mover su cadera de una manera desenfrenada y entrando una y otra vez de ese estrecho recto. El azabache no podía parar de gemir y de gritar. Se sentía por completo en las nubes y no quería bajar de ahí.
—ahhh… ahhh… más. Por favor, hazlo con más fuerza—suplicó el azabache preso completamente del placer. El peli plata atendió sus deseos y para eso, lo hizo que se colocara en cuatro, con las piernas abiertas y recargado sobre sus codos. Se aferró con fuerza a las sabanas cuando el mayor volvió a penetrarlo y embistió de manera salvaje. Tomó sus caderas con más firmeza y continuó embistiendo con todas sus fuerzas.
—Masamune, te amo—expresó el peli plata ya al límite de sus fuerzas. El mencionado se sorprendió ante esa declaración.
—¿qué fue lo que dijiste?
—que te amo, no puedo vivir sin tu presencia. No podré seguir con mi vida si no es contigo a mi lado, sin tu hermoso cuerpo, sin tus abrazos, sin tus besos—rápidamente salió de su interior y lo recostó sobre el colchón, volviendo a penetrarlo y además, le dio un beso húmedo y apasionado. Masamune no pudo resistirse más y subió sus piernas a su cintura, además de enredar sus brazos en su cuello.
—ahhh… m-me voy a v-venir… mmgh—expresó, sintiendo un escalofrío en todo su cuerpo y los latidos de su corazón se hicieron más acelerados. Akihiko, por el contrario, sintió como los músculos internos del menor presionaban su miembro de una manera exquisita. Si seguía de esa manera, no tardaría mucho en llegar al orgasmo. No tuvo que esperar tanto para que ambos se vinieran, uno dentro y el otro en su propio abdomen. Akihiko se dejó caer sobre el azabache, quien solamente se dedicó a acariciar su cabello de manera delicada. Akihiko se acurrucó en el pecho del azabache y al poco rato ya se encontraba profundamente dormido.
—estoy tan agradecido por haberme dado una oportunidad para amar y ser amado. Espero que esta sea la felicidad que tanto he estado buscando.

Dolor y soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora