Capítulo 5: Satisfacción

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Makoto había abrochado su cinturón de seguridad y se había encogido tímido en el asiento. Había visto ese coche blanco millones de veces y cómo Yamazaki salía de él cada mañana impecable. El olor a nuevo se mezclaba con un toque a vainilla, pero en su cuerpo estaba grabado a fuego otro aroma. Las mejillas le ardían. Se reajustó las gafas y relamió sus labios secos. ¿De verdad iba Yamazaki a tener sexo con él? ¿Tan fácil?

—¿Estás bien? —le dijo tras entrar al garaje del enorme edificio.

La pregunta lo pilló de sorpresa pero asintió rápidamente. Yamazaki le devolvió una sonrisa maliciosa que acabó por abrasar su cerebro, antes de fijar la mirada de nuevo en el retrovisor para realizar una maniobra de aparcamiento.

—Vamos, si estás tan tímido parece que soy un viejo que quiere abusar de su alumno. —rió haciendo a Makoto creer que lo decía en broma. Veía los nervios de su alumno y de algún modo sentía que lo forzaba, aún cuando había sido él quien se lo pidió.

—E-eso no es así. Yo fui el que le pidió esto. —aclaró.

—¿Y te arrepientes? —quiso saber.

Sí, en parte se arrepentía. Se arrepentía porque Sousuke le había insinuado que así se hacía con sus notas. Se sentía descarado y lascivo. Y así lo había sido, pero también creyó que era su única oportunidad de tocar más a ese hombre y no la quería dejar escapar.

—No. —mintió.

Yamazaki se quedó rígido por un momento. Vio la cara roja del muchacho y los ojos verdes a través de las gafas. Un instante después, sin que Makoto pudiera distinguir el momento exacto, su boca estaba sobre la suya moviéndose delicadamente. Pidiendo permiso a sus labios para encontrarse. Como si no quisiera romperlo. Rozando sus lenguas, bebiendo su saliva. Makoto sintió que su estómago hormigueaba dulcemente. Afianzó el beso sujetando la nuca de su profesor hasta que no pudo respirar.

Un hilo de saliva se rompió entre ambos.

—Entonces, ¿quieres subir? —volvió a preguntar. Makoto afirmó con la cabeza.

...

Makoto sintió su garganta seca en el momento en el que Yamazaki le cedió el paso. No vivía en mitad de la nada, sino en un lugar céntrico de la ciudad. Además aquel no era un ático cualquiera, el diseño de lujo y el amplitud de los ventanales hablaban por si solos. Las luces de la ciudad parecían una simple decoración para el salón. El mobiliario era tan brillante que parecía recién comprado y las plantas aquí y allá estaban bien cuidadas. De pronto se sintió un punto minúsculo en el universo.

—Si es lo que buscas, la habitación está al fondo a la derecha. —le susurró grave en su oído.

Makoto no pudo evitar sonrojarse, no pretendió ser tan curioso pero el lugar era verdaderamente elegante, como Yamazaki. No se movió del lugar hasta que su profesor lo guió por el pasillo de la mano con esa constante sonrisa traviesa en el rostro. Se sentía en un sueño, un lejano deseo que ni siquiera sabía a ciencia cierta si merecía. Tampoco pudo preguntárselo durante más tiempo.

Los labios de Yamazaki se apoderaron de sus sentidos. Fue arrastrado en una marea de besos y acaricias hasta que sus piernas toparon con el colchón y cayeron sobre él. Yamazaki se deshizo inmediatamente de su camisa a medida que dejaba un agradable cosquilleo de sus dedos sobre su torso. Su boca buscaba a Makoto con urgencia, pero no fue correspondido con la misma necesidad. Se separó un instante a ver al muchacho, y, sorprendiendolo, arrastró la mano ajena para llevarla por todo su cuerpo de forma lenta y cautivadora.

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