Capítulo 13: Una No-Cita

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—Siento no poder ofrecerte... Mucho más. —dijo avergonzado.

Sousuke sonrió, sin embargo.

—Mi habitación cuando era estudiante era muy parecida.

Makoto le devolvió la sonrisa.

Se sentó sobre la cama esperando que Sousuke volviera a su lugar en la silla, pero no lo imitó. Se fue directo a la foto de su familia.

—Estás algo más pequeño aquí.

—Es de cuando estaba en preparatoria.

—Te pareces mucho a tu padre. Aunque el tiene el pelo algo más oscuro.

—Tenía. —corrigió Makoto. Sousuke sintió que acababa de meter la pata. —Mi padre murió hace unos años. —respondió Makoto.

—Lo siento.

El muchacho hizo gesto con la cabeza restándole importancia.

—¿Y su familia?

—No es interesante. ¿Cómo están tu madre y tus hermanos?

Makoto contestó a pesar de la esquiva respuesta de Yamazaki.

—Todos están bien. Como le dije no hubo ningún problema en el doctor, se encuentra en perfectas condiciones.

Sousuke asintió. Recordaba haberle preguntado antes.

—¿Le gustó tu exposición?

—Sí, mucho.

Sousuke volteó a ver la cara iluminada de Makoto. Intentó pensar si alguna vez había hecho que sonriera así antes, pero pronto desistió. El muchacho era risueño, pero él no era un experto en alegrar a nadie.

De pronto, le dieron ganas de verlo reír a carcajadas. Carraspeó.

—Se la veía orgullosa. —dijo difuminando sus pensamientos.

Makoto no contestó. Asintió avergonzado pero satisfecho, como un niño que acababa de recibir un halago. Sousuke se puso de cuclillas para verle a los ojos. Quería tener una mejor vista de aquella reacción.

—Eres realmente un chico complaciente. Eres admirable.

Makoto se avergonzó aún más si podía.

—Realmente lo hago sin pensar.

Sousuke se encogió de hombros.

—Aún así. Por eso mismo, lo siento. —repitió. Sus dedos fueron directos a un mechón rebelde de su pelo. Rozó su mejilla antes de apartar las manos de él. —No sé qué me pasó antes.

—Ya se disculpó, no importa. —canturreó de forma encantadora convenciendo a Yamazaki de que efectivamente había sido perdonado.

Se había marcado un pequeño hoyuelo en la mejilla derecha del muchacho que le pareció adorable. Su mirada resplandecía a través de sus gafas como un prado en primavera. Quiso quitársela de nuevo, para verlo mejor. En cambio, relamió sus labios y se levantó. Su mente no dejaba de divagar, aquel día andaba algo disperso. Y lugar estrecho no ayudaba.

—Salgamos a cenar, te invitaré.

Makoto parpadeó confuso.

—Aún es temprano.

—Entonces pasearemos, y luego cenaremos. Te invitaré.

El muchacho aceptó rápidamente ilusionado. No quería pensarlo, pero inevitable la palabra "cita" vino a su mente. Cogió sus cosas y se alistó en menos de cinco minutos.

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