Al salir lo único que ven Ana y Jake son brujas corriendo de un lado a otro, no parecen tener una dirección fija, algunas incluso van hacia el lado opuesto del que les lleva a todos Lily.
Jake lleva sujeta a la espalda la mochila de Ana y la suya propia, aún así corre lo máximo que puede, agarrando a Ana de la cintura para impulsarla con él. Lucas les observa, pero sus nervios y el miedo le impiden ponerse celoso en ese momento. Siguen corriendo hasta llegar a la zona por la que entraron hace apenas unos días. Ni si quiera requieren de ningún hechizo o de magia para salir de allí, el portal que comunica el hogar del aquelarre y el exterior está completamente abierto.
Un grito agudo hace que todos se giren, una bruja de apenas quince años está en el suelo retorciéndose de dolor después de ser disparada por un cazador. Y no por cualquiera.
—Sebastian —susurra Jake.
Ana se gira hacia él.
—¿Lo conoces? —pregunta nerviosa.
—¿Recuerdas qué te dije que tenía una especie de padre adoptivo?
Lucas salta inmediatamente y se encara contra él.
—¡¿Padre?! ¡¿Ese es tu padre?!
Lily interviene y se posiciona entre los dos antes de hablar.
—No hay tiempo para discutir —mira hacia la chica que ya está inmóvil—, no podemos ayudarla. Vamos, seguid avanzando.
—Pero nuestros padres... —dice Claire al borde del llanto.
—No hay tiempo, seguro que consiguen salir y más tarde les buscaremos —confirma Lily —. Ahora seguid.
Todos obedecen y se adentran en el bosque. Corren, a pesar de que nadie les persigue, o eso piensan. De repente una bala se incrusta en el árbol que está frente a Claire y esto hace que, al igual que Lucas, corra más rápido.
Jake y Ana escuchan el sonido de una segunda bala impactar, esta vez más cerca de ellos. Corren rápido, pero ni si quiera saben a donde van, se han perdido entre matorrales y árboles y no pueden ver a los demás.
—Les hemos perdido —susurra Ana mientras mira a su alrededor corriendo, aunque cada vez más cansada.
—Por suerte yo a vosotros no.
Ambos se sobresaltan al escuchar esa voz grave detrás de ellos, se giran lentamente y se encuentran con Sebastian, que está apuntando a Ana con una pistola.
—Odio los bosques —suelta Clara abriéndose paso entre los matorrales con una pistola en la mano.
Sebastian cambia su expresión de triunfo por una de enfado.
—¿Dónde están los otros? ¡Te he dicho que los siguieras! —grita.
Ella le mira, fatigada y algo asustada.
—Yo… lo siento. Iban muy rápido y cuando he llegado a la carretera no había ni rastro de ellos.
Un gruñido más parecido al de un animal sale de la boca de Sebastian.
—Bueno habrá que conformarse con ellos —señala con la cabeza a Ana y a Jake —. Te dejo elegir. ¿A quién prefieres matar?
Jake se queda sin aliento.
—¿También quieres matarme a mí, papá? —suelta con rencor.
—Los amigos de las brujas son mis enemigos y, por lo que veo, tú eres más que un amigo para ella. Así que debéis morir los dos.
El chico se coloca ágilmente frente a Ana.
—Ni se te ocurra tocarla —dice.
—Yo le mataré a él —sentencia Clara.
No puede creer que haya elegido a esa bruja antes que a ella, sólo quiere hacérselo pagar. Por mucho que en el fondo siempre haya sentido algo por él.
—Está bien, la verdad es que tengo muchas ganas a esta bruja.
Mientras Sebastian habla Ana se da cuenta de que una rama cuelga de uno de losl árboles que están justo encima del cazador. Ella ha movido cosas antes, pero sólo en casos extremos cuando ha sentido algo muy intensamente. Intenta centrarse en la rama y puede ver como se balancea poco a poco. Visualiza como se rompe y cae en su mente, se centra tanto en ello que casi puede sentirlo.
Clara y Sebastian han dejado de hablar, tienen las pistolas apuntándoles y van a apretar el gatillo, lo hacen. Y justo en ese momento la rama cae del árbol y deja en el suelo a Sebastian, aunque una de las balas llega a su destino.
Los chicos corren y corren. A Jake le duele la espalda por el peso pero no se para a pensar en ello. Hasta que por fin encuentran la carretera.
–¿Estás bien? —pregunta Jake preocupado.
Ana asiente, no muy convencida y tapándose con la chaqueta.
—Tenemos que encontrar a Claire, a Lucas y mi madre —dice sin aliento.
Jake posa una mano sobre su cabeza y la acaricia el rostro de forma algo brusca pero cariñosa.
—Primero encontremos un lugar seguro, ¿vale? Luego los buscaremos.
La chica asiente y entonces se ponen en marcha.
***
—¿Le has dado? —pregunta Sebastian.
Clara duda al responder.
—Mm…yo, sí. Creo que le he dado.
Su respuesta causa una sonrisa triunfante en la cara del cazador que suelta un "buen trabajo, no tardará mucho en desangrarse" y vuelve hacia el aquelarre con la intención de matar al número más grande de brujas que pueda.
Clara, por el contrario, se queda allí parada, mirando hacia el bosque y pensando en el por qué de sus actos. En por qué no ha sido capaz de dispararle.
***
Al llegar a la habitación de motel lo primero que hace Jake es tapar todas las ventanas con las cortinas. Aunque se han pasado media hora o más andando el lugar no está muy lejos del aquelarre, lo único bueno es que parece haber mucha gente alojada, así los cazadores no podrán montar un escándalo.
—Voy a cambiarme —dice Ana apagada cogiendo una camiseta y un pantalón de la bolsa que le chico ha dejado en el suelo.
Jake asiente.
—Vale, descansa un rato después. Yo estaré pendiente, brujita.
Ella no le regaña por haberla llamado así, sólo va hacia el baño cerrando la puerta después de entrar.
Se apoya en el lavabo y se mira al espejo. Tiene la cara pálida y el contorno de los ojos empieza a estar casi morado. Sus manos tiemblan contra el duro material.
Se quita la chaqueta que la cubría y poco a poco levanta la camiseta, descubriendo lo que más temía. Está empapada de sangre. Intenta respirar con normalidad, pero aún así su vista no se enfoca y sigue viendo todo demasiado borroso.
Sale del baño tambaleándose, con la sensación de estar a punto de desmayarse, ni si quiera ha podido cambiarse.
—Jake, tenemos un problema —dice antes de que todo se vuelva negro.
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Secreto
Romance"—¿Sabes? Podrías estrangularme ahora mismo, volver con los tuyos, y todos tus problemas acabarían. Lo dice en serio y él sabe que tiene razón, pero no piensa hacerlo. —No voy a matarte. —¿Por qué? —le pregunta, por segunda vez en el día. Piensa bi...