El motel tiene colores oscuros por dentro, aunque por fuera también lo son. Y más ahora, de madrugada.
Las paredes de la recepción están pintadas con un gris que, debido al paso de los años, en algunas zonas se ha convertido en un blanco sucio. Está en mitad de la carretera, sin ninguna ciudad o pueblo importante a varios kilómetros a la redonda. Eso hace que sea mucho más siniestro.
El recepcionista es un hombre mayor, de unos sesenta años y tiene un claro sobrepeso.
Además habla como si le costara respirar y cuando va ha coger la llave de la habitación que la madre de Ana acaba de reservar, ni si quiera se levanta de su silla. Sino que va con ella, arrastrándola por el suelo recubierto por una moqueta que debe llevar sin limpiarse bastante tiempo.
A pesar de ser de madrugada, el hombre no hace preguntas sobre el por qué de su llegada a estas horas.
—Perdone , ¿a qué nombre ha dicho que quería hacer la reserva?
—Ruth Collins, ese es mi nombre.
Ana se sorprende, aunque intenta disimularlo. Ese no es el nombre de su madre, su nombre es Ruth pero no se apellida Collins, se apellida Robinson.
El recepcionista parece notar que hay algo raro en ellas.
—¿Podría enseñarme su identificación de nuevo? —pregunta él.
—Por supuesto, aquí tiene.
Ruth saca su cartera del bolso y deja a la vista su tarjeta de identificación.
Ana echa un vistazo por encima del hombro de su madre y se da cuenta de que nunca había visto esa tarjeta de identificación antes. Y, lo más curioso es lo que pone. "Ruth Collins Stuart".
¿Una identificación falsa? La chica no puede creer que su madre tenga una de esas y tampoco puede creerse que finalmente el hombre asienta y las desee una feliz estancia.
En cuanto entran en la habitación Ana deja su bolsa en el único armario que hay, situado en una esquina. La bolsa está llena de ropa, algo de dinero y unas pocas fotos que quiere conservar.
El cuarto es pequeño. Está compuesto por dos camas individuales , una mesilla en el centro, el armario, una enorme moqueta que parece encargarse de absorber toda la suciedad y un pequeño baño con ducha.
Aunque por el aspecto que tiene cualquiera se ducharía allí…
—¿Vas a contarme ya lo qué esta pasando? —dice la chica en un tono que pocas veces ha utilizado con su madre.
Está realmente cabreada.
Ruth suelta un largo suspiro y se sienta en una de las camas.
—Es una historia muy larga.
—Pues empieza desde el principio, pero tengo derecho a saberlo.
La mujer asiente despacio, sabiendo que Ana tiene razón.
—¿Qué quieres saber?
—Por ejemplo, ¿quién era ese tío de antes?
—Creo que es un cazador.
—¿Un cazador de qué?
Un largo silencio recorre el cuarto.
—De brujas.
Ana intenta hablar, intenta decir que eso es imposible y que es una tontería, pero luego piensa en sus poderes y decide callarse y dejar continuar a su madre.
—Tú eres una de ellas. Esa gente busca a las brujas para matarlas. Piensan que su magia es algo monstruoso y que debe ser destruida, así que desde hace siglos van tras ellas con la intención de que se extingan. Esa gente se cría creyendo en eso, les lavan el cerebro. Podría decirse que es una especie de secta repartida por todo el mundo.

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Secreto
Romance"—¿Sabes? Podrías estrangularme ahora mismo, volver con los tuyos, y todos tus problemas acabarían. Lo dice en serio y él sabe que tiene razón, pero no piensa hacerlo. —No voy a matarte. —¿Por qué? —le pregunta, por segunda vez en el día. Piensa bi...