Un gran dolor atraviesa todo su cuerpo, se toca el estómago esperando que eso la calme. Lo único que puede ver es negro y rojo. Oscuridad y… sangre. Poco a poco su mente se va desconectando y el dolor se apaga, al igual que el rojo. Todo se vuelve negro, hasta que la brillante luz aparece.
Ana se despierta bruscamente y pega un grito, casi por acto reflejo.
En menos de un segundo Jake ya está sentado en su cama, con una mano en su espalda.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —pregunta.
—No…no lo sé. Yo…
La chica apenas puede hablar. Todas las imágenes vuelven a pasar por su mente una y otra vez, pero no adquieren sentido alguno por más que las repase.
Todo era tan real, que prácticamente ha podido sentir su carne desgarrarse y la sangre salir de su cuerpo hasta que no ha quedado lo suficiente.
—Ha sido una pesadilla —consigue decir—. Pensaba que estaba muerta.
—¿Has soñado que morías?
Ella asiente, a pesar de que sabe que no era exactamente eso. Había sentido el dolor como si fuera ella misma la que moría, pero no sentía su cuerpo como suyo. La persona del sueño no era ella. Sabe que aquello no ha sido un simple sueño, puede sentirlo, intuirlo. Y es bastante buena en eso.
El chico deja caer su mano de la espalda de Ana y se levanta bruscamente de la cama, como si estuviera aliviado.
—No vas a morir —dice seco, sin no siquiera mirarla.
A Ana le intriga cada vez más la personalidad de Jake, un minuto está llamándola bella y al siguiente ni si quiera parece preocuparse.
Nadie la había llamado bella antes, la habían llamado guapa, mona, adorable… Pero, nunca bella.
—Vístete, nos vamos.
Él la tira una camiseta y unos pantalones a la cara.
—¿Has estado hurgando en mi bolsa? —dice molesta mientras se quita la ropa de encima.
Ni si quiera responde así que se lo toma como un sí.
Odia su actitud a veces, aunque le hace caso. Puede que Jake no sea el chico más majo del mundo , pero la quiere viva. Y eso le convierte en una de las únicas personas en las que ella puede confiar ahora.
***
Abre la taquilla y se queda en blanco, sin ni si quiera acordarse de lo que iba a coger de dentro.
Está preocupado. Esta mañana ha ido a recoger a Ana a casa como siempre y allí no había nadie, ni si quiera estaba el coche de su madre, que hoy no tenía turno de mañana. Además no le contesta a las llamadas.
El ruido que produce Claire al acomodarse contra las taquillas de su derecha despierta a Lucas ligeramente.
—Hoy tengo un examen de matemáticas y he dormido fatal. Me pasé casi toda la noche estudiando y tengo la sensación de que no me sé nada —le coge del brazo y le zarandea suavemente—. Tú eres listo, ¿puedes pasarme tu inteligencia por unas horas?
Él intenta aparentar que está pendiente de Claire, pero ni si quiera le sale un intento de risa.
—A ti te pasa algo. —dice ella al darse cuenta de su extraña reacción.
Tiene razón.
—Estoy preocupado por Ana, no ha aparecido esta mañana y no me responde al móvil, está apagado o fuera de cobertura. No es normal en ella.
—Ahora que lo dices a mí tampoco me ha respondido a los mensajes que la he dejado. Pero, puede haber miles de explicaciones para eso. Puede que se le haya roto el móvil.
Los dos hablan más bajo de lo normal y miran a su alrededor nerviosos. Por alguna razón sienten que algo no va bien.
—Aunque se le hubiera roto el móvil, ¿por qué no vendría a clase?
Claire sabe que no hay muchas razones posibles para que la perfecta y responsable Ana decida no venir a clase. Pero Lucas parece mucho más nervioso que ella así que siente que tiene la responsabilidad de tranquilizarle.
—Puede que esté enferma o cualquier otra cosa, deja de preocuparte.
El timbre suena y todos los estudiantes empiezan a moverse hacia sus respectivas clases.
—Tengo que irme, deja de darle vueltas. Seguro que mañana nos reíremos de esto —dice Claire.
—Suerte en tu examen.
Ella sonríe ante el comentario del chico, pero él no puede verlo porque sigue con la vista fija en su taquilla.
Su cuaderno de literatura, eso quería coger.
Cuando cierra la pequeña puerta de metal observa el largo pasillo y se da cuenta de que se ha quedado sólo, todos están en clase.
Bueno, todos no. Detrás de la puerta de cristal de la entrada hay alguien, un hombre mayor con el pelo blanco, pero que aún así no parece en muy mala forma. Hay algo en él que da miedo.
Lucas sacude la cabeza y se va directo a literatura intentando no volver a pensar en los aquellos fríos ojos clavados en él.
***
El coche no es gran cosa, para nada es lo que Ana se hubiera esperado de un cazador. Visto a la luz del día es bastante normal. De echo, se parece bastante al que su madre tiene.
Tenía.
Pensar en ello es insoportable.
Ayer, por un segundo, antes de dormirse, pensó que todo era como antes, y que su madre la estaría esperando a la mañana siguiente con el desayuno hecho en la cocina. Es muy duro despertarse y ver que no es así.
Nota que una lágrima cae por su mejilla sin previo aviso. Jake gira la cabeza por un momento y la mira sin expresión alguna.
—¿Estás bien?
Ni si quiera se gira, sigue mirando por la ventanilla.
—Mi madre está muerta.
Sólo dice eso.
Ambos lo saben, pero no han hablado del tema en ningún momento por el simple echo de que es muy duro decirlo. Para los dos.
Llora en silencio. Su cara se inunda de lágrimas que caen y caen sin control, pero Ana sigue con la misma expresión.
Después de un rato, Jake alarga su mano derecha y la posa encima de la de Ana. De forma que sus dos manos están en medio de los asientos, unidas.
Ella se queda sin respiración en cuento siente su contacto, pero después acaba apretándosela.
—Lo siento —dice él.
Y le cree.
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Secreto
Romantik"—¿Sabes? Podrías estrangularme ahora mismo, volver con los tuyos, y todos tus problemas acabarían. Lo dice en serio y él sabe que tiene razón, pero no piensa hacerlo. —No voy a matarte. —¿Por qué? —le pregunta, por segunda vez en el día. Piensa bi...