Prefacio

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Virginia, 1997

Era de noche, lo único que alumbraba la calle era la luz tenue de las farolas. La mujer corría, aunque tenía la certeza de que nadie la perseguía, pero ya se había convertido en una costumbre.

El viento, que impactó contra ella, la provocó un escalofrío y casi inconscientemente apretó más sus brazos para proteger al bebé que llevaba entre ellos. Su bebé. 

Se paró ante una casa de la urbanización, aparentemente no parecia haber ninguna diferencia con las otras decenas que había en aquella calle. Pero, al sacar el papel arrugado que guardaba en el bolsillo de su abrigo comprobó que esa era la dirección que buscaba. 

Con cautela fue avanzando por el estrecho camino de piedra que había en el jardín y que llevaba hacia la puerta principal. Cuando estuvo en frente dudó, pero aún así llamó, sabía que era lo mejor.

La mujer escuchó un chirrido procedente del interior de la casa y lo que le pareció el sonido de unos pasos acercándose. Finalmente la puerta se abrió y tras ella apareció una mujer joven y guapa, aproximadamente de su edad. 

—¿Eres Lily ? —preguntó con una voz dulce. 

Ella asintió mientras observaba por última vez a su bebé, sabía que sería la última. 

—Cuídela  —dijo mientras se la entregaba, a punto de hundirse en un mar de lágrimas. 

—Estará bien conmigo, la protegeré. Lo prometo.

Después las dos se quedaron en silencio mientras observaban a la hermosa niña que todavía dormía, ajena a todo lo que pasaba. 

—¿Cómo se llama? —preguntó la mujer mientras la balanceaba entre sus brazos. 

-Ana, se llama Ana. 

Esas fueron las últimas palabras que dijo, después se marchó caminando entre la oscuridad.

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