Capítulo 6 : Muerte

669 65 14
                                        

La helada brisa golpea el rostro de Ana haciendo que se baje las mangas de la sudadera para cubrirse las manos.  Está caminando por el campo, a un lado de la carretera. El problema es que ya lleva así diez minutos y el insoportable nudo que se le ha creado en el pecho no parece querer aflojarse. Los sonidos de los coches se escuchan lejanos para la chica, a pesar de estar a unos pocos metros de por donde pasan. La única luz que la permite ver es la procedente de la farolas y ni si quiera esa luz es suficiente para poder saber lo que hay en el suelo que está pisando. 

Sigue andando hasta que el campo termina y en el lado de la carretera donde se encuentra sólo hay un aparcamiento y el motel. Unas grandes letras cuelgan del techo del sitio para dejar claro su nombre. 

Ana va dirección a la  habitación, está enfadada, pero se ha dado cuenta de que no puede culpar del todo a Ruth. Ella sólo quería protegerla. 

Alguien sale del cuarto al que se dirige. No puede ser. Se agacha, ocultándose detrás de un coche e intenta observar a la figura mejor. 

Es un chico, algo regordete, alto y, para su sorpresa, no mucho mayor que ella. Vestido de negro. Eso no puede ser buena señal. 

Quiere correr e irse de allí pitando. Pero no puede, primero tiene que coger a Ruth. No puede irse sin ella, por mucho daño que la haya hecho, sigue queriéndola como a una madre.

Se queda agachada, asomando la cabeza para poder ver como el chico sube en un coche gris y se marcha por la carretera. 

En cuanto lo pierde de vista la chica empieza a correr lo más rápido que puede. Algunas veces en su vida ha tenido una especie de… presentimientos. Como aquella vez que sabía que suspendería el examen de química o aquella que estaba segura de que Lucas aprobaría el de conducir. Y ahora tiene uno de ellos, está segura de algo. Está segura de que algo malo va a pasar. 

Antes de entrar en la habitación de motel puede comprobar que la puerta está abierta, el picaporte parece roto. Debe haber sido forzada. 

Ana le da un pequeño empujón con el pie y se abre de par en par. Se queda helada ante la escena. 

Las camas están desechas, la mesilla volcada y hay un montón de ropa tirada por el suelo. Se escucha el sonido del agua correr, procede del baño. Ana no puede ver el interior porque la puerta está entornada, pero no está segura de querer saber lo que hay ahí dentro.

—¿Mamá? —susurra, a la vez que pasa su mano por la puerta para empujarla.

Está empezando a asustarse de verdad y un escalofrío la recorre entera cuando la puerta se abre.

El grifo de la ducha está abierto y unas piernas sobresalen. Unas piernas inmóviles. La chica corre la mampara y se lleva la mano a la boca. 

El agua que desciende hasta el desagüe está teñida de rojo, un rojo que proviene de la sangre que sale de la cabeza de Ruth. 

No puede creer que esté muerta, no quiere creerlo, pero en el fondo cuando mira sus ojos abiertos e inertes lo sabe.

Ana llora, sus lágrimas salen y salen sin que ella pueda hacer nada para evitarlo. Agarra el cuerpo de la que para ella ha sido su madre toda la vida y grita de frustración, de dolor. Se empapa la sudadera de sangre y se moja con el agua, pero eso no le importa ahora. 

Después de unos minutos decide levantarse. No porque tenga ganas, sólo porque es lo que ella hubiera querido. No puede haber dado su vida en vano. 

Cierra el grifo de la ducha y abre el del lavabo para limpiarse como puede la sangre. Después de varios minutos frotando, no parece dar resultado alguno así que coge otra chaqueta de la bolsa y guarda la manchada. 

SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora