Capítulo 18: Beso

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La sangre inunda su boca, no puede respirar. Lily sabe que es el fin de todo, y llega un momento en el que no le importa. 

Hasta que el dolor desaparece y se incorpora de golpe. 

Ana se despierta con la respiración agitada, ese tipo de sueños son… tan reales.

Parece que ella misma sea la que está muriendo. 

Baja las escaleras hasta llegar a la cocina, donde coge una taza y la llena de agua. Tal vez una infusión la tranquilice.

—¿Qué haces? —la voz de su madre hace que pegue un salto.

—Yo… no podía dormir. 

—¿Tienes pesadillas? —pregunta, casi afirmando.

Ana asiente a la vez que sigue haciendo la infusión.

—Sueño contigo constantemente y… mueres. Pero no parece que seas tú, sino yo. Muero y es horrible. 

Lily intenta acercarse a ella poco a poco, sabe que no está acostumbrada a su presencia todavía y no quiere forzarla.

—Es por el collar, hace que revivas lo que yo viví cuando lo llevaba puesto. Porque… soy la última que lo usó y al llevarlo puesto el collar tiende a mostrártelo. 

La chica agarra el colgante frente a ella para poder observarlo.

—Pero, en el sueño tu mueres. Si lo que sueño es algo que ha pasado de verdad, ¿cómo es posible?

Su madre va a responder, pero otra voz, procedente del salón, interrumpe la conversación. 

—Hola, he escuchado voces y —Jake se interrumpe para negar con la cabeza—, ya me voy, voy a la habitación. 

—No, yo ya me iba. Os dejo solos —dice Lily mientras se marcha por la puerta principal.

Jake se sienta en el sofá del salón, enfrente de la chimenea, cuando Ana hace lo mismo con la taza aún caliente entre las manos.

—¿No podías dormir? —pregunta él preocupado.

Ella niega con la cabeza cuando le da un sorbo a su infusión.

—Yo tampoco…

—Me alegro de que te quedes —le dice Ana.

—Lo sé.

La chica apoya la cabeza en su hombro, y a él no parece incomodarle ya que se acerca aún más y empieza a acariciar el pelo de ella suavemente con la mano.

—¿Para qué te han hecho ir?

Jake se tensa. 

—Para responder algunas preguntas.

—¿Cuáles? —pregunta ella curiosa.

Él casi la contesta. Casi la dice que ni si quiera un objeto mágico es suficiente para encontrar en su mente, o en su corazón, los sentimientos que él tiene hacia ella. 

—Eso ahora da igual.

Ana aparta para poder mirarle.

—No, no da igual —replica sin mucho convencimiento. 

Éll también la mira. Están tan cerca que practicante ambos respiran el mismo aire.

Jake coge el rostro de Ana entre sus manos y se acerca más, si aún es posible. Hasta que sus labios se rozan, y ninguno de los dos los mueve, aunque Ana espera que él lo haga. En vez de eso vuelve a su posición inicial.

—Buenas noches —dice antes de dejarla sola y confundida.

***

Al día siguiente los padres de Claire y la la madre de Lucas se reúnen con ellos, les abrazan y lloran mientras Ana y Jake se miran. Y ambos entienden la envidia del otro.

—Venid por aquí —les dice Lily a los dos y ellos la siguen, dejando a los demás dentro de la casa.

Pasean por el césped perfectamente cortado mientras sienten la brisa y los rayos del Sol en la cara. 

Ana observa como a su derecha algunas de las brujas están tendiendo ropa, simplemente con mirarla, sobre cuerdas colgadas en los porches. En la calle, a su otro lado, las más pequeñas corren todas hacia el mismo edificio mientras ríen. 

—¿Hacia donde van? —pregunta ella con curiosidad.

—Van a la escuela —responde Iris a la vez que la agarra del brazo —Y ahí es donde tienes que ir tú.

Lily mira a la chica y la indica que se lleve a su hija. Y aunque ella no quiere dejar a Jake solo, no puede resistirse a ver que es lo que hay en la escuela.

***

Se adentran en el edificio, que aparentemente es igual que las demás casas del lugar, salvo por el detalle de que es algo más grande. Según van caminando hacia dentro Ana se da cuenta de que en realidad no tiene nada que ver con las otras casas. En el interior hay pasillos grandes donde las niñas corren hacia las aulas, que son tan normales como las de cualquier colegio. 

En el pasillo hay taquillas en las que las pequeñas brujas meten sus chaquetas sin necesidad de tocarlas. Ana ha movido objetos así pocas veces y mira con atención a las niñas. 

—Por aquí —la indica Iris, haciendo que deje de mirar hacia su alrededor. 

Siguen a caminando hasta que llegan a una de las aulas, llena de chicas poco más pequeñas que Ana, todas la miran con la boca abierta en cuanto entra.

—Chicas —dice Iris sonriente—, esta es Ana, como ya sabéis es nueva en todo esto así que intentad ayudarla en lo que podáis.

Una mujer mayor, de unos setenta años entra derepente en la sala y todas las brujas se quedan en silencio, hasta Iris que se despide con un gesto y desaparece por la puerta.

—Siéntate aquí —le dice una chica a Ana, señalando el asiento contiguo al suyo. 

Ella obedece y sonríe como forma de agradecimiento.

—Bien chicas —comienza a hable la mujer—, hoy tenemos a una nueva bruja con nosotras. Por lo tanto vamos a hacer un repaso de todo lo que sabemos de la brujearía, ¿está bien?

Todas asienten.

—¿Qué es lo que necesitamos para mejorar nuestras habilidades como brujas? —pregunta en alto la mujer mientras se alisa su falda. 

Muchas de las chicas levantan la mano y ella señala a una de las del fondo.

—Concentración, práctica y sobre todo creer en nosotras mismas. 

Todas se giran hacia la anciana esperando la aprobación, y cuando ésta asiente la chica que ha respondido antes sonríe. 

—Está bien, siguiente pregunta —dice—. ¿Qué tipo de magias hay? 

La bruja que está al lado de Ana es la elegida para responder y lo hace con una gran seguridad.

—La magia negra y la blanca. La blanca es la que solemos poder hacer nosotras mismas o simplemente con la ayuda de algunos hechizos. Y la negra es la más antigua, para hacerla necesitamos invocar a… espíritus. 

—¿Qué clase de espíritus? —pregunta Ana que mira con mucha atención a la chica.

—Espíritus de brujas o de brujos malvados que murieron y quedaron atrapados como castigo entre el mundo de los muertos y el nuestro. 

—¿Brujos? Pensaba que no había brujos…

La anciana asiente. 

—Eso es correcto, ya no hay. Pero hace mucho tiempo hubo, aunque todos murieron y uno de ellos, Thomas, el último brujo según dicen, todavía está atrapado. Cuando una bruja le invoca con magia negra él puede hacer cualquier cosa que ella le pida. Eso sí, siempre por un gran precio, por eso nunca se debe hacer magia negra.

—No has dicho como cuentan que se sellan los tratos con el brujo —dice una de las chicas más mayores desde primera fila provocando risas.

La maestra las calma y sigue con otras preguntas diferentes.

—¿Cómo se sella un trato con ese brujo? —le pregunta Ana a su compañera en un susurro.

Ésta la mira dudosa, pero finalmente se acerca a su oído.

 —Con un beso —dice. 

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