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Strudel de manzana

LÓI MOLLY

Tengo algo que reclamarle al día de hoy: amaneció nublado.

Y no es porque odie la lluvia o sus derivados, es simplemente el hecho de que un día nublado mantiene a las personas en casa y mi energía por los suelos, claro no es que tenga mucha los últimos días.

Mis pasos son escuchados por el silencio de la calle, voy camino a mi local, mi hermoso local. A estas horas tempranas quedé de reunirme con la diseñadora de ambientes que solicitó Steve para mí, justo cuando acabamos de brindar. Solo comenté que quería darle un aire nuevo a mi espacio y a él pareció volarle la cabeza con ideas y contactos de buenas interioristas, que por supuesto no negué en aceptar pues en mí estaba el querer renovar mi espacio. Un buen día, realmente, si no estuviera nublado.

— tú debes ser el dueño ¿estoy en lo correcto? — pregunta una joven que logro divisar cuando me encuentro a unos metros de distancia. Asiento prolongado y después me detengo en su mirada —. Un gusto, soy amiga de Steve — extiende su mano, no dudo en estrechar —, diseñadora y arquitecta de interiores. Me comentaba Steve que querías remodelar tu lugar.

— Claro, pasemos — digo nada más, y saco de mi bolsillo las llaves para abrir el espacio —. Pasa, ahora enciendo las luces para que puedas ver mejor — ella asiente con una sonrisa y espera porque yo camine hasta la columna en donde están los interruptores de todas las luces exteriores, donde me tomo el tiempo de encender una por una.

— oh, está bien repartido el lugar. Y limpio — dice tocando la superficie de una mesa.

— así es, realmente nos esforzamos por la limpieza y el orden — respondo muy seguro de aquello mientras camino de regreso a su lado.

— ¿tienes algún estilo en particular?

— sencillo pero glamoroso. Busco colores neutros, tal vez negro. Pero también uno que resalte, como el dorado — explico señalando las paredes y mesas.

— Será una repostería muy elegante entonces — dice con una leve sonrisa, yo asiento emocionado —, bien, puedo hacer un diseño en base a esos colores y enviártelo.

— Me parece perfecto, estaré muy apegado a todo lo que tengas que hacer — advierto de ante mano y la chica borrando su sonrisa, asiente — ¿necesitas pasar a mi cocina?

— claro, diseñaremos todo el lugar ¿no? — me lo temía. Suspiro pesadamente y le señalo el camino para entrar a mi cocina al fondo de mi local, un espacio bien diseñado para tener todo lo necesario. Cruzamos el mostrador y luego abro las puertas tambaleantes para ella.

— Aquí es... mi cocina, no toques nada por favor — pido casi en un ruego, le escucho reír por la desesperación en mi tono de voz a lo que yo bufo.

— todo muy organizado, pero veo que te falta espacio para guardar cosas — asiento. Siempre lo había pensado, sin embargo, nunca me propuse buscar encimeras —, de acuerdo, aquí seguimos con el mismo diseño de afuera, así que lo tengo solucionado — habla para sí misma mientras apunta algo sobre una agenda que llevaba consigo — ¿puedo ir a observar los otros lugares?

— Claro, pero deberás continuar tu recorrido sola — informo mientras camino hasta el lavabo para higienizar mis manos —, yo debo comenzar a hornear.

— oh, claro, está bien. Caminaré hacia los sanitarios y tal vez haga algún bosquejo del espacio — informa y después sale de mi cocina.

Me toca preparar el especial del día, que hasta este momento es uno de los más sencillos de la semana, y no porque su sabor aburrido. Simplemente es mucho más fácil de cocinar que los demás. Coloco mi delantal y lo ato con un poco de fuerza sobre mi cintura, levanto mi vista para observar la hora en el reloj y debo admitir que me sorpende lo lento que va pasando el tiempo.

Beso de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora