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Suspiros de amante

LÓI MOLLY

— ¿buena noche? — pregunto cuándo recibo la llamada.

Sí, hola — una joven responde al otro lado de la línea — quisiera algo dulce o bueno...

— ¿disculpa? — Sin querer me rio después de oír su pedido ¿ella sabrá realmente a qué lugar está llamando? — Tengo el especial del día — le hago saber, tiempo después de que logro calmar mi risa.

quiero uno, y con un jugo de naranja... miras la columna de apartamentos que esta frente tuyo, bueno, ahí vivo yo, piso seis apartamento dieciséis, gracias — cuelga.

Perfecto, ni siquiera me dejo preguntar si su pago es con tarjeta o efectivo. Rechisto mis dientes y vuelvo mi mirada a los nueve panes que habían sobrado. Empaco uno para luego buscar en el refrigerador el jugo de naranja.

Cuando termino de apagar las luces, me despido de mi local y cierro las puertas del mismo. Veo hacia el frente justo donde se encontraba la entrada de aquel lujoso lugar que ignoraba cada vez que pasaba frente a él. La chica podría ser una modelo. Irónico porque ellas aman cuidar su figura. Encojo mis hombros restándole importancia y cruzo la calle que nos separaba.

— No puede ingresar aquí — espeta un muchachote, un policía bien formado, al pararse frente mío mucho antes de que yo lograra siquiera pasar a recepción —, salga.

— tengo que entregar algo, y no me voy a ir de aquí sin hacerlo — digo también, con voz dura y como puedo, rodeo su cuerpo y salgo corriendo al elevador que había divisado al entrar, con el policía siguiéndome de cerca mientras hace sonar un silbato —, no me atrapa, no me atrapa — corro con cuidado hasta llegar al ascensor de donde justo sale una mujer, no le tomo importancia y me meto en el cubículo.

Infantilmente saco la lengua al tonto policía que quedó afuera del ascensor. Apoyo mis manos en mis rodillas mientras trato de recuperar el aire, ya sabía que más le cobraría a la muchacha. Necesitaba unas rodillas nuevas. El timbre del elevador me hace reaccionar al llegar al nivel.

Salgo y comienzo a buscar con la mirada los rótulos en donde están los números de cada apartamento. Devuelvo mi vista hacia las puertas de madera que había pasado antes justo cuando el policía llega detrás de mí y me estampa contra una pared. A no, había pasado la línea.

— Quítate y respeta — escupo mientras le devuelvo el fuerte golpe para alejarlo de mí, acomodo mi sudadera y le veo con cara de mal amigo —. Aprende a escuchar. Te digo...

— necesito que te vayas, nos van a regañar.

— ¿nos? Mira, gasterópodo — lo señalo — mantente en tu margen... al único que van a regañar es a ti yo solo estoy haciendo mi traba...

— pues yo también, así que sal por la buenas o...

— ¿sucede algo? — pregunta una chica asomándose por la puerta de su apartamento, reparo mi vista en el número que es nada más y nada menos que dieciséis.

Una chica linda, debo admitirlo, su tono de piel moreno oscuro y rizado cabello se acomoda a su atuendo extravagante. La observo con detenimiento; es entonces cuando sus ojos bajan a la bolsa de papel que tengo en mis manos con el logo de mi local impreso en el, que su mirada repara en mí con miedo.

— No se preocupe, señorita Kaleisha, es solo este muchacho que entra sin ninguna cita previa... no sé ni a quién busca, pero él debe irse — asegura el guardia señalándome —, vamos ya — de nuevo su fuerte brazo aprieta el mío.

Beso de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora