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Tarta de limón

LÓI MOLLY

Fatigado.

Y hasta cierto punto, decepcionado es como me siento esta mañana. Los días anteriores mis rasguños eran leves pero ahora, al verme al espejo, se notan aun más de estos. Alguno con sangre lo cual me hace revisar mis uñas y notar que estas están creciendo. Vuelvo a verme al espejo y suspiro cansado.

Últimamente también me siento más cansado que otros meses. Mi pelo esta alborotado con unos cuantos rulos rubios desordenados.

Ajusto mis gafas al puente de mi nariz y comienzo a lavar mis dientes. Hoy me reuniré con los negociantes para llegar a un acuerdo equilibrado entre ambas marcas, tal vez eso es lo que me está preocupando de más.

He despertado seis minutos más tarde de que sonara la alarma, lo cual me ha puesto un poco enfadado a decir verdad, por lo que corriendo de un lado a otro mientras intento vestir casual y cómodo para trabajar en mi amado local.

— Joven Molly — escucho mi nombre desde la puerta de mi apartamento — vengo por el pago del apartamento — es la viejita que alquila los espacios.

Sacudo mi cuerpo aliviando un poco el malestar. No merece ser tratada por mi mal humor desde temprano así que tomando el sobre con el pago, camino hasta la puerta.

— Buen día — digo levantando el paquete hasta donde su mirada lo nota y sonrío como nunca lo hago —, adelanté dos meses más de la cuenta — le hago saber. Su mano arrugada tomó fuertemente el papel —, feliz día — despido con mi mano a la mujer y luego cierro la puerta sin dejarle decir algo más.

Regreso mi vista a mi organizado espacio. Realmente no hay mucho dentro, la mayoría de mis pertenencias las dejé en la casa de mis padres justo cuando les dije que buscaba independencia. Así que, con las pocas cosas que traje aquí, traté de organizar el bloque de color beige con una sola pared de ladrillos en la cual tenía tres repisas y sobre estas plantitas artificiales.

Apoyada en esta pared, un conjunto de sillones de cuerina y una mesa al centro, frente a estos muebles tenía una televisión adherida la pared y alguno que otro cuadro.

Al entrar por mi puerta principal esta la pequeña cocina, al lado izquierdo para ser más exactos, en la cual nunca desayuno. Al fondo de mi pequeña sala, decora ese enorme ventanal que deja a la vista la lujosa columna de edificios a la cual había ido aquella noche. Y en una misteriosa puerta al lado de uno de los sillones esta la puerta para mi habitación.

Luego de esa pequeña revisión a mi espacio, tomo mi camino hasta las escaleras de seguridad las cuales dispongo bajar. Siento nuevamente un malestar en mi cabeza por lo que no dudo en llevar mi mano a aquella zona y darle unos cuantos golpes. Odio sentirme mal, claramente, desde que tengo memoria, he odiado sentirme decaído.

— ¿todo bien, Molly? — pregunta Jon justo cuando entro a mi local. Sacándome un tremendo susto, brinco sobre el mismo lugar. Él venía caminando desde su propiedad, pasando por la cortina de perlitas.

— Dios, JoNá ¿desde cuándo te levantas tan temprano? — grito asustado, mientras le veo arrugando mi entrecejo.

— ¿perdón? — se rie con un deje de ironía implantado en su tono lo cual me hace gruñir — relájate, solamente estoy tomando un nuevo hábito — dice alcanzándome en un abrazo — ¿estás bien? Amigo, estás pálido.

— Me duele la cabeza desde la madrugada y llegué tarde a apagar la alarma — musito lo suficiente alto para que me escuche, comienzo a encender una por una las luces de mi local, escuchando a mi amigo suspirar lentamente.

Beso de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora